Los milenios que lleva Londres encima, con exquisita gracia por demás, la hacen adorable. Es una ciudad pensada para el hombre, en ella cualquier ser humano se siente digno, no en balde ha sido una de las primeras metrópolis europeas donde han acudido masivamente asiáticos y africanos. Sus parques son una gloria que todos alguna vez en la vida debemos transitar. ¡Los rosales en primavera! Pareciera que no hay un rincón de la ciudad que no esté reventando de rosas de cualquier color que uno se pueda imaginar.

Mi debilidad por esa ciudad es absoluta. Tuve el placer de habitarla por un tiempo, viví en Hendon, uno de sus barrios periféricos, y cada mañana iba a clases frente al Sunny Hill Park, lo cual era una tentación cotidiana para no entrar al aula y quedarme remoloneando por sus vericuetos. Muy cerca estaba la estación del metro Hendon Central Station, donde todas las tardes iba para trasladarme al centro de la ciudad. Un día, que había amanecido con una nostalgia infinita por mis comidas y soñaba con un sancocho de gallina, al lado de la entrada de la citada parada había una tienda de comestibles, una bodega para decirlo en buen venezolano, a la que entraba con frecuencia a curiosear. Ese jueves en particular al entrar vi un letrero inmenso anunciando Yam –¡ÑAME!–, y al lado ocumo. Como bien pueden suponer ese día no hubo paseo de museos o galerías o teatros en la City. Compré ñame y ocumo, me fui a Tesco, donde compré papa, auyama, yuca, y la bolsa más grande de gallina que había en la nevera. Pocas veces me he comido una sopa más sabrosa.

Esa urbe, denostada por muchos como cuna del imperialismo, ha sido un imán para todos. No en balde fue allí donde el mismísimo Marx se asentó a escribir El Capital.  Son inacabables las sorpresas que encierran sus calles y suburbios, se necesitan años para encontrarlas todas, y siempre aparece una nueva. En una de mis andanzas por sus espacios llegué al borde noreste de Hyde Park, muy cerca de la estación del metro Marble Arch, y allí estaba el Speakers’ Corner, que bien puede traducirse como Rincón del orador.  En 1855 sus predios presenciaron disturbios en protesta contra la Sunday Trading Bill, una ley que prohibía comprar y vender los domingos, el único día libre de la semana que había en aquel tiempo. Aquellas protestas fueron celebradas por un entusiasmado Karl Marx, quien los describió como el inicio de la revolución del proletariado inglés.​ En 1872 un decreto sobre los discursos públicos hizo que este punto se convirtiera en un lugar tradicional para discursos públicos y debates como también el principal sitio de protestas y reunión en Gran Bretaña. Este sitio es una suerte de santuario al que acude todo aquel que considere tiene alguna idea o propuesta que formular a plantearla abiertamente. Hay algún  policía de mirada tolerante por allí rondando, que sólo interviene cuando recibe quejas o se utiliza lenguaje ofensivo.

Todo esto me viene a la cabeza cuando leo la tormenta informativa alrededor del señor Trump y las muy diligentes acciones de los gigantes tecnológicos en su contra. Uno de los que ha explicado su decisión son los de la llamada plataforma del pajarraco azul, Twitter, quien publicó: “Después de una revisión detallada de los tweets recientes de la cuenta @realDonaldTrump y el contexto que los rodea, hemos suspendido permanentemente la cuenta debido al riesgo de una mayor incitación a la violencia”. Muy bien, le agradezco a tan bondadosos caballeros, tan pendientes del bienestar de la humanidad, su preocupación por nosotros, comunes mortales, pero, me pregunto: ¿Eso mismo lo han hecho con los ayatolas iraníes y cuanto santón embatolado pulula por ahí llamando a la yihad contra el mundo occidental? ¿Acaso se han tomado medidas similares contra los jerarcas chinos que han arremetido contra Hong Kong y sus instituciones democráticas cada vez que les ha salido de la entrepierna? ¿Acaso un dictador manifiesto y confieso como el cubano Miguel Díaz-Canel, @DiazCanelB, no merece ser sancionado? ¿Los llamados a “jarabe democrático” convocados por don Pablo Iglesias, @PabloIglesias, tampoco merecen reconvención alguna?

Tampoco puedo dejar de pensar en numerosas cuentas criollas a las que veo rozagantes y plenas de vigor en sus amorosos mensajes, como es el caso de la comandante fosforito, @irisvarela, o la del teniente Diosdado Cabello, @dcabellor, ni hablar del venerable y multiuso Jorge Rodríguez, @jorgerpsuv, o el enjundioso Maikel Moreno, @MaikelMorenoVEN, y –¿cómo dejarlo por fuera?– la del honorable Nicolás Maduro @NicolasMaduro. Por lo visto la preocupación de los amos del mundo no llega al tercer mundo, somos menudencias con las que no hay que perder el tiempo.

Hoy sobran los que celebran el acoso contra el aparentemente árbol caído. En 2016 fueron los mismos que celebraron con larga anticipación el triunfo de la señora Hilaria, la befa contra el todavía presidente estadounidense fueron de todo calibre, todas las cadenas de noticias, medios “serios”, y demás especímenes de similar pelaje lo daban por perdedor. Puedo estar en total desacuerdo con su estilo y algunas de sus decisiones, mas no puedo celebrar la ejecución, por no decir linchamiento, de alguien sin los debidos procesos del caso. La pregunta que todos debemos hacernos es: ¿A mí cuando me va a tocar? ¿También será derogada Speakers’ Corner?

© Alfredo Cedeño

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