Las empresas, los gobiernos y los inversores ya estaban navegando un paisaje global nebuloso antes de los acontecimientos trágicos que se desarrollan en Oriente Medio. Pero el conflicto horroroso entre Hamas e Israel, que ya ha producido un sufrimiento enorme y se ha cobrado miles de vidas de civiles, entre ellos muchos niños, ha introducido una nueva capa de incertidumbre para la economía global, el tema de este comentario. Aun en el caso sumamente improbable de que la situación geopolítica mejore rápidamente en la región y otras partes, prevalecerá una profunda sensación de incertidumbre, motivada por cinco factores económicos y financieros.

Primero, los principales motores de crecimiento de la economía global hoy en día están bajo presión. En un contexto en que Europa se balancea al borde de la recesión y China se estanca, la economía de Estados Unidos se ha perfilado como el principal motor de crecimiento global. Esto se volvió particularmente evidente en el tercer trimestre de 2023, cuando las estimaciones de crecimiento de Estados Unidos volvieron a impresionar.

Sin embargo, hasta la perspectiva de crecimiento de Estados Unidos es incierta. En los últimos 15 meses, el consenso de los analistas en torno a la dirección de la economía norteamericana ha oscilado ampliamente entre cuatro escenarios: aterrizaje suave, aterrizaje brusco, aterrizaje forzoso y no aterrizaje. Si bien la visión prevaleciente hoy es que Estados Unidos se encamina a un aterrizaje suave, los pronósticos bien pueden cambiar hacia un aterrizaje brusco en las próximas semanas.

Cuando la trayectoria de crecimiento de la mayor economía del mundo, con sus instituciones maduras y su base productiva diversificada, puede cambiar tan fácilmente, no debe sorprendernos que la incertidumbre en el resto del mundo sea aún más pronunciada. En lugar de parecerse a una distribución normal y bien delineada de potenciales desenlaces con un pico único y colas delgadas, la perspectiva global se asemeja más a una distribución multimodal con colas gruesas en ambos extremos, lo que sugiere una posibilidad más alta de episodios extremos.

Del lado positivo, como sostenemos junto con Gordon Brown, Michael Spence y Reid Lidow en nuestro nuevo libro Permacrisis, los avances en inteligencia artificial generativa, ciencias biológicas y energía limpia tienen chances de mejorar la productividad e impulsar el crecimiento potencial del PIB de manera significativa. Del otro lado de la distribución, existe el riesgo de que un conjunto de círculos viciosos agrave los efectos en cascada.

Segundo, el recorrido hacia este futuro incierto está plagado de peligros. El riesgo más inmediato es la reciente disparada de los costos de endeudamiento globales en tanto los mercados se adaptan a la posibilidad de que la Reserva Federal de Estados Unidos y otros bancos centrales importantes, tras haber aumentado las tasas de interés de manera agresiva -aunque tardíamente- para contrarrestar las tendencias inflacionarias mal diagnosticadas en un principio, mantengan tasas elevadas por un período prolongado.

Tercero, la persistencia de esta perspectiva para las tasas de interés aumenta el riesgo de recesiones y turbulencia en los mercados financieros. Vimos señales tempranas de esto en marzo cuando el mal manejo y las deficiencias de los balances en la supervisión bancaria condujeron a la quiebra de algunos bancos norteamericanos regionales.

Cuarto, la economía global y los mercados financieros clave como el de los bonos gubernamentales de referencia de Estados Unidos hoy carecen de anclajes descendientes fundamentales como el impulso del crecimiento, la confianza en las señales de la formulación de políticas y una estabilización de los flujos financieros.

En tanto las herramientas de la política económica se subordinan más a las consideraciones políticas y geopolíticas, la perspectiva ya débil para el crecimiento global bien puede deteriorarse. La política monetaria enfrenta una amenaza de credibilidad e incertidumbres estructurales genuinas respecto del nivel de equilibrio de las tasas de interés y los efectos retrasados de un ciclo de alza de tasas considerablemente concentrado. Asimismo, los balances decrecientes de los bancos centrales y la ausencia de un marco de políticas efectivo agravan el desafío de determinar las metas de inflación correctas en una economía mundial caracterizada por un lado de la oferta que no es lo suficientemente flexible.

En medio de déficits crecientes y de pagos de intereses en alza, también está la cuestión de quién absorberá el incremento significativo de la emisión de deuda gubernamental. Durante más de una década, la Fed ha sido el comprador más confiable de bonos gubernamentales estadounidenses, debido a sus capacidades aparentemente ilimitadas para imprimir dinero y su sensibilidad a los precios mínimos. Pero, al haberse visto forzada por la inflación y otros excesos a pasar del alivio cuantitativo al ajuste cuantitativo, la Fed hoy es un vendedor neto confiable. Los compradores internacionales también parecen más cautelosos, en parte debido a las tensiones geopolíticas. Asimismo, muchos inversores institucionales domésticos, como los fondos de pensión y las compañías de seguros, ya han acumulado tenencias de bonos significativas, incurriendo en pérdidas de mercado sustanciales.

Sin estos anclajes económicos, técnicos y de políticas, la economía global y los mercados de capital parecen barcos en un mar bravío e imprevisible. Eso nos lleva al quinto motivo de incertidumbre global: la respuesta inadecuada a crisis de largo plazo como el cambio climático y la creciente desigualdad económica. Cuanto más nos demoremos en afrontar estos problemas, mayores serán los eventuales costos. Nuestras acciones insuficientes hoy nos garantizan que enfrentaremos obstáculos económicos y políticos más complicados en el camino.

Como escribimos en Permacrisis, el mundo de hoy se ha visto forjado por tres fracasos en curso: la repetida incapacidad para alcanzar un crecimiento consistente e inclusivo que también respete nuestro planeta, los errores recurrentes en las políticas domésticas y la constante falta de una coordinación de políticas global efectiva en un momento en el cual los desafíos compartidos exigen una acción colectiva. En conjunto, estos fracasos han tenido profundas ramificaciones económicas, financieras, institucionales, sociopolíticas y geopolíticas.

Esas son las malas noticias. La buena noticia es que tenemos la capacidad para resolver estos problemas y transformar los círculos viciosos de hoy en círculos virtuosos. Pero para implementar los cambios importantes necesarios para alcanzar este objetivo, necesitamos de un liderazgo político visionario a nivel nacional y de una mayor conciencia global de nuestros desafíos compartidos. A falta de este liderazgo, corremos el riesgo de dejarles a nuestros hijos y nietos un mundo plagado de inestabilidad económica y financiera, de malestar político doméstico y de turbulencia geopolítica.


Mohamed A. El-Erian, presidente del Queens’ College en la Universidad de Cambridge, es profesor en la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania. Es el autor de The Only Game in Town: Central Banks, Instability, and Recovering from Another Collapse (Random House, 2016) y coautor (con Gordon Brown, Michael Spence y and Reid Lidow) de Permacrisis: A Plan to Fix a Fractured World (Simon & Schuster, 2023).

Copyright: Project Syndicate, 2023.

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