En Guatire la precariedad ha llegado a niveles extremos. Hidrocapital, ese ente gubernamental inútil, que le hace competencia a Corpoelec en inoperancia, no sabe cómo más castigar a los que viven al este de la capital.

Entre tres semanas y un mes pueden pasar sin agua sus habitantes a la espera de un milagro, que no es más que los que manejan las llaves de paso dejen de jugar para favorecer a sus familiares, amigos y jefes.

Ya no es que no hay agua en los embalses, que están relativamente llenos, ahora cualquier cosa es buena para justificar la impericia, la insensatez y la estupidez de los que llevan la dirección de un organismo que ni es capaz de mantener un servicio medianamente adecuado.

Pero no solo es Guatire el protagonista de esta película de terror. Ya antes la han vivido (y la continúan padeciendo) los pueblos del Zulia, de Falcón y Táchira, de Sucre y de Bolívar por igual, aderezada con escasez eléctrica, problemas en la distribución del gas doméstico, limitaciones de internet y de señales de las operadoras telefónicas. Lo nuevo, lo intranquilizante, es que ya la Gran Caracas cayó, ya entró en esa dimensión desconocida de deterioro y destrucción a la que nos ha llevado el chavismo.

En eso del agua ya se cuentan por bojote las zonas de la capital que no tienen servicio continuo y casi a diario se juntan la escasez de agua y electricidad, esa combinación demoníaca que hace que a más de uno le gane la desesperanza.

La semana pasada los vecinos de Guatire anunciaron una protesta para exigir el servicio y el gobierno usurpador rápido ubicó a sus policías en los lugares donde iba a darse la manifestación e impedir cualquier asomo de reclamo. Ya antes evitó protestas en esa misma zona enviando malandros a atacar a la gente con armas largas y cortas, persiguiéndolas incluso con la anuencia de la Guardia Nacional Bolivariana hasta después de huir del lugar.

Aquí hablo de los camellos de Guatire, en lo que han quedado convertidos sus habitantes gracias a la inoperancia de Hidrocapital, pero en situación similar están en Guarenas, Los Teques, Maracaibo, Punto Fijo, San Cristóbal, Maracay, Valencia y Barquisimeto, solo por nombrar algunas ciudades importantes, porque en pueblos y caseríos la destrucción es galopante, avanza a paso de vencedores.

Nos han convertido en piltrafas (el término es fuerte) que tratan de hacer lo mejor posible cada día, pero que la mayoría de las veces es poco lo que logran. Sin agua, sin electricidad, sin gas doméstico, con severas limitaciones en los servicios de internet y telefonía celular, con una hiperinflación galopante que hace que los precios de los productos se disparen muy por encima de lo que puede comprar el ciudadano común y una economía dolarizada hasta los extremos es heróico cualquier cosa que se eche adelante. Levantarse cada día ya es una hazaña, vista la condición en la que está la mayoría del país.

Los camellos necesitan encontrarse de nuevo. Los de Guatire con los de Guarenas y Los Teques, con los de Higuerote y Araya, con los de San Juan de los Morros y El Tigre. Entender que no estamos solos, que lo que hace el régimen de Nicolás Maduro no es lo que debe ser, que no debemos calarnos estar sin agua y sin luz, que merecemos un servicio de primera calidad.

Juntarnos es la única forma de hacer fuerza para que no nos sigan fregando. Los camellos debemos unirnos, no dejarle más espacio a los que desde la ignominia pretenden seguir venciendo. Nos esperan tiempos mejores, pero nos toca construirlos.


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