Convengamos, toda convivencia requiere de una básica racionalidad que la explique como una mínima experiencia compartida de libertad, aunque el régimen venezolano ha hecho del absurdo y hasta del más descarado disparate, la clave de su violenta supervivencia e imposición.  Las camarillas que lo ejercen y disfrutan, únicamente se explican por una fusión del poder político y el mercantil, arbitrando cualquier acontecimiento  que pueda darle dividendos;  quebrada la potencia petrolera que otrora fuimos, nada mejor que permitir y hasta alentar el deterioro de toda nuestra infraestructura que justifique el rentable y posterior remiendo; por ello, se le niega el presupuesto a las universidades que inculpan por el desplome de sus instalaciones y, después, las invade el oficialismo victorioso con sus burócratas y contratistas, conciliando la hoz con las obras civiles para un único mensaje.

En ambas aceras, la generalidad de los partidos dominantes de la escena venezolana, difícilmente llena los extremos que los definiría sociológicamente como tales, porque ni siquiera hay colegiación para las decisiones y sus propias relaciones internas dependen de las muy primarias simpatías y antipatías personales, rifándose las oportunidades que también hacen del alacranato un motivo de prestigio y decoro. Cada vez se hacen más evidente el contraste entre una clase media, acuñada en las aulas, que sobrevive en urbanizaciones asaltadas por los trepadores sociales que  gestionan el cambio de zonificación, intentando después largarse el país.

Gremios empresariales, sindicales y profesionales, se derrumban silenciosos, por todos estos años, esperando que otros hagan el milagro del cambio político para luego inventar las credenciales de lucha necesarias, frente a un régimen que tiene sus propias roscas  y cultiva otros códigos, destruyendo las colegiaciones. A viva voz revelamos  el número de nuestra cédula de identidad y la clave que alguna vez supusimos secreta para el pago con una tarjeta de débito, apostando por la sensatez de un potencial asaltante o secuestrador que nos entienda igualmente empobrecidos, aunque susceptible de un mortal ataque de ira.

Callados ante los allanamientos, un representante estudiantil pide a la oposición hacer primarias para la farsa electoral  del 21 de noviembre, o un representante profesoral formalmente propone violentar la Constitución para celebrar los comicios universitarios de acuerdo a las reglas de un régimen que ya no le interesa celebrarlos, tomadas  todas  las casas de estudios. A modo de ilustración, en la vida cotidiana parecía lógico que los vidrios ahumados de un carro hiciera harto sospechoso al tripulante, pero hoy la claridad de los vidrios constituye una temeridad y un visado para el robo del cual se exime el Estado: tan aparentemente modesto cambio de sentido y razón, da alcance al liderazgo político y social, pareciendo lógico clamar como joven por unas primarias, porque lógico luce que haya las negociaciones de México, incluyendo a Alex Saab como delegado, promovida por quienes hasta ayer juraron desplazar inmediatamente al régimen, ajenos a los problemas fundamentales del país.

Tenemos un oficio o una profesión imposibles de ejercer, u ostentamos responsabilidades que no cumplimos, buscando legitimarnos o dispensarnos por una absurdo ocurrencia que el poder ha sembrado en el inconsciente colectivo. Con un máximo divisor común de antivalores,  nos hace a todos sobreviviente, extraviado el sentido y la  propia condición humana.

@Luisbarraganj


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!