Los planteamientos de Nicolás Maduro a los trabajadores no podían traer peores noticias. La más impactante de ellas, emitida este Primero de Mayo, es que no hay aumento de sueldos y salarios. Lo que implica mucho más: desaparecen las nociones de salario y sueldos. Se imponen los bonos. Tal como quería, por cierto, algún vocero no oficial gubernamental, quien representa a la OIT en Venezuela.

Por cierto, el régimen de Maduro en la reunión del Foro de Diálogo Social promovido por la OIT había participado y aprobado un salario mínimo de 200 dólares, esto pagadero a partir del pasado marzo. Pero ese sueño laboral inmediato no se cumplió dadas las expectativas de quienes ocupan el gobierno por incrementar su popularidad en vísperas de las elecciones. Y a sabiendas de que por el incumplimiento manifiesto y reiterado del Acuerdo de Barbados se le venían encima más sanciones desde Estados Unidos. El acuerdo de la OIT en Venezuela bien puede sumarse a la ristra de incumplimientos de acuerdos nacionales e internacionales de Nicolás Maduro.

Bono mata sueldo. Bono mata salario. Hace ya más de dos años que no aumentan sueldos y salario. ¿Por qué? Porque la perspectiva del régimen es muy clara. La inflación la contiene sacrificando a los trabajadores. La economía pretende dinamizarla debido al sacrificio de los trabajadores quienes financian con su vida, con su esfuerzo y el de sus familias las actividades y al propio régimen. La precarización del trabajo ha contribuido enormemente a paliar la situación de improductividad del país generada desde el poder.

La búsqueda de permanencia en el manejo de ese poder ha sido la clave en materia económica laboral, por eso creen que subiendo los bonos y ofreciendo seguirlos aumentando paulatinamente, a medida que avance la mal vendida recuperación económica, van a enamorar a los muy menguados trabajadores y sus familias. Se mueven a engaño. Los trabajadores, pensionados y jubilados sabemos muy bien que las sanciones seguirán porque las provoca el régimen permanentemente, que no habrá en este estancamiento improductivo ninguna mejora económica y que quienes detentan el poder seguirán usando los recursos de los venezolanos en aquellas actividades que les generan rédito económico a ellos y sus bolsillos. La nómina de la administración pública no sirve para echarle mano. Limpiar, pintar y refaccionar cumple, sí, la doble función de hacer ver que hacen algo y de engrosar las cuentas de quienes manejan el negocio.

La esperanza de los trabajadores no está ni puede estar en la mejoría paulatina de bonos ofrecida en cadena nacional por Nicolás Maduro. La esperanza de los trabajadores está cifrada en un cambio radical de las políticas económicas y laborales. Eso sólo será posible si triunfa la unidad democrática representada en la candidatura de Edmundo González Urrutia. Un giro en la conducción del Estado, propiciada por una transición, será lo que encamine al trabajo a ser el fundamento social que debe ser. De este modo, la pela que los trabajadores y sus familias deben dar al régimen en las elecciones de julio ha de ser monumental, la más grande derrota por voto castigo que se conozca en la historia de Venezuela.


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