Es indudable la influencia del islam en toda España, pero donde realmente se vive la cultura árabe es en las ciudades importantes del sur, tales como Málaga, Sevilla, Granada y Córdoba, entre otras, así como más al norte en Toledo, Valencia y Zaragoza.

Las manifestaciones concretas de la civilización oriental se observan majestuosamente en las grandes obras, me refiero a La Alhambra de Granada, La Mezquita-Catedral de Córdoba, El Alcázar de Sevilla, La Alcazaba de Málaga, etc. En cada una de estas impresionantes construcciones consideradas acervos históricos de la humanidad, se expresan los grandes esfuerzos por demostrar poder y grandeza, autoridad y ascendencia, espiritualidad y simbolismo.

También es común ver en esas ciudades españolas las estrechas calles de piedra que simulan la “Medina”,  típicos mercados cual bazares o zocos, con continuos y diminutos negocios comerciales de productos orientales, atendidos muy frecuentemente por inmigrantes procedentes del Magreb, países árabes del norte de África. Recorrer estas calles es trasladarse a los barrios comerciales de Damasco, Alepo, El Cairo o Marrakech.

Nunca faltan en estas ciudades, no muy numerosos pero sí típicamente orientales, los baños árabes, que son baños públicos que casi siempre fueron situados en los centros urbanos cerca de los mercados y las mezquitas. El uso actual en estas ciudades de occidente es terapéutico y de ocio, que incluso lo complementan ahora con servicios de masajes con estrictos horarios de uso, sin embargo originalmente estos baños tenían uso no solamente higiénico, sino también ritual, pues eran usados antes de dirigirse a la mezquita para la oración.

Frecuente ver los lugares especiales para el espectáculo o las presentaciones espontáneas al aire libre en calles y avenidas de los músicos y bailaores, magníficos representantes de la música y baile flamenco y andaluz, herencia del folklore que contiene también influencias del árabe.

La conquista musulmana de la península ibérica empezó en el año 711, manteniéndose el dominio árabe hasta la toma de Granada por los Reyes Católicos en 1492, que puso fin al poder islámico. Casi 8 siglos que incidieron fuertemente en lo que hoy es España y el resto de  la península ibérica, dejando repercusiones en todos los ámbitos de la actividad humana.

La presencia del árabe dejó como herencia importante lo que se denomina arabismos en el idioma español, que se manifiesta en el léxico y la toponimia, con una extensa lista de voces que en la mayoría de los casos se mantienen plenamente vivas. Rafael Lapese, eminente filólogo español miembro de la Real Academia Española y Real Academia de la Historia, afirmó que más de 4.000 de las palabras en la lengua española provienen del árabe. “Madrid, fundada por el emir Muhammad I entre los años 852 y 886 d. C., es la única capital europea cuyos orígenes y denominación están vinculados a lo árabe,… su nombre procede del término Maŷrĩt  (مجريط), que en árabe es canal artificial de captación de agua”, (De Maŷrĩt a Madrid, obra colectiva de Casa Árabe, Editorial Planeta, Madrid, 2015).

Con respecto a la agricultura, si bien es cierto que los árabes no trajeron la agricultura extensiva, desarrollada en la península en la época romana anterior a la árabe, sí fomentaron la agricultura de regadío, implantando nuevas técnicas de aprovechamiento del agua, que favoreció la inclusión de nuevos y numerosos cultivos frutales y hortalizas que necesitaban del vital líquido. Fueron incorporadas necesariamente las nuevas técnicas de recolección y distribución del agua como la alema, herramientas como el almocafre; máquinas y equipos como la noria y los aljibes; almacenamiento en las albercas y transporte por arcaduces y acequias, entre otras más, siempre con la intención de favorecer la agricultura de regadío introducida. Todos estos términos y denominaciones son por supuesto arabismos.

La arquitectura musulmana se manifiesta en la península, básicamente, en dos tipos de construcciones: la religiosa, muy importante y concentrada en las mezquitas; y la civil, que a su vez se manifestó en palacios y alcázares, con fines de residencia los primeros, o de resguardo y protección los segundos. La más importante de las mezquitas, la llamada hoy Mezquita-Catedral de Córdoba, llegó a tener capacidad de reunir, después de su segunda ampliación, a más de 15.000 fieles. En La Alhambra, en Granada, se levanta majestuosamente conjugados tanto el resguardo y protección militar como la residencia de la realeza, con La Alcazaba, el Palacio del Generalife y los Palacios Nazaríes. La visita a esos y otros monumentos históricos impresiona gratamente y el visitante se traslada a épocas de la grandeza y bonanza de la cultura milenaria árabe.

Sin embargo, si es cierto que los árabes dejaron en España legado en obras, construcciones, música y baile, lenguaje, gastronomía, etc. también la convivencia de casi ocho siglos originó una transmutación cultural debido a la fusión de dos civilizaciones y sociedades completamente diferenciadas y con características muy disímiles, dando como resultado una evolución coincidente en algunos aspectos, que hoy nota y palpa el turista árabe en España o el turista español en algunos países árabes, pues son notables los rasgos árabes en el español, así como los rasgos españoles en los árabes.


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