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El innovador en cualquier campo tiene que saber que, con frecuencia, será objeto de la incomprensión y la burla; que el ascenso cuesta mucho, puesto que si no costara no sería ascenso, sobre todo cuando lo que se lleva en el saco son pensamientos nuevos.

Luis Alberto Machado, La Revolución de la Inteligencia

La crisis de América Latina pareciera que no tiene un desenlace en el corto plazo. Por el contrario, el capítulo inicial asociado con hambre, pobreza, emigración, corrupción,  delincuencia, destrucción de sus recursos naturales y violaciones de los derechos humanos son parte de un preámbulo que está lejos de resolverse. Los llamados gobiernos de «izquierda» y «derecha» no han podido encontrar el camino para generar auténticas políticas públicas de bienestar y desarrollo, y lo que es más grave, en algunos casos como en Nicaragua y Venezuela han derivado en neototalitarismos que han resultado nefastos para la integración geopolítica del continente, profundizando las crisis en sus espacios territoriales.

Así tenemos que en Brasil, apenas asumiendo Lula da Silva la presidencia, grupos de supuesta vinculación con el mandatario saliente Jair Bolsonaro intentaron tomar por la fuerza la sede del Congreso; en Colombia, la vicepresidenta denuncia que colocaron explosivos cerca de su vivienda familiar; en Perú, luego de la destitución de Pedro Castillo, aumenta el número de víctimas con el gobierno sustituto; grupos indígenas enfrentan al gobierno ecuatoriano; en Argentina, la también vicepresidenta enfrenta acusaciones de corrupción; en Chile, un gobierno que llega con promesas de cambio, un año después es rechazado por parte de su propia mayoría al intentar cambiar la Constitución, y todo esto ocurre cuando en Venezuela no se detiene el número de migrantes que huye del régimen de Nicolás Maduro, y en México las denuncias por mafias, desapariciones y narcotráfico se multiplican en el medio de una visita del presidente norteamericano que intenta detener el flujo de inmigrantes con fallidas leyes y políticas de «aceptación» humana extranjera hacia Estados Unidos.

En efecto, ¿cómo podemos decir que un gobierno que termina «ganando» una elección presidencial en cualquiera de las naciones de Latinoamérica por un margen de votos que en algunos casos ni siquiera llega al 1% ha sido elegido por la «mayoría»? Y lo más contradictorio, vemos cómo esos gobiernos, a la par de tales resultados que han sido muy estrechos en los últimos tiempos por una excesiva polarización entre esas autodenominadas «izquierdas y derechas», pretenden imponer su agenda política, es decir, lo que según ellos, como «ganadores», tendría que aceptar la «minoría».

Esta absurda y mezquina realidad sustentada en evidentes y agotados sistemas electorales está marcando una terrible crisis política, económica y social en América Latina, porque simplemente ningún grupo con evidente fuerza de respaldo popular puede quedar diluido por un resultado electoral que en todo caso lo que está eligiendo es una representación política para el ejercicio de un período presidencial, pero lo que no puede tal mayoría circunstancial, y menos “ganando» con una mínima diferencia sobre sus adversarios políticos, sería ejecutar una praxis de Estado, ignorando prácticamente a la otra mitad del país.

Ante esta situación, en el contexto geopolítico, si algo resulta evidente es que los sistemas políticos del continente no han comprendido que el fenómeno y desarrollo tecnológico, aunado con la voracidad de materias primas de las naciones desarrolladas, y otras como China, en pleno auge de dominio económico mundial, son las que están marcando la pauta sobre las necesidades de aquellas naciones con graves problemas sociales y sin estructuras de autonomía del conocimiento para garantizar la independencia de crecimiento industrial de sus pueblos.

Tampoco pareciera que se ha comprendido que el imponente dominio tecnológico está secuestrado en pocas manos hasta la permanencia de mandatarios en cada país. De hecho, ignorar o desconocer que Google, Twitter, Meta, Windows, entre otras redes, son no sólo indispensables para la praxis política, económico y social de cada país y sus periferias, y actúan como agentes supranacionales de cada sociedad es simplemente no haber comprendido el momento histórico de este siglo XXI.

Hoy, América Latina tiene que convivir sus múltiples problemas con un mundo que presencia una guerra originada por el genocida Vladimir Putin desde Rusia contra Ucrania; que intenta a través de la OTAN, o sea, la asociación de Estados Unidos con la Unión Europea, detener al agresor con la misma industria de las armas; y en ese contexto, otros regímenes totalitarios, así como autocracias que con sus «normas» intentan concretar sus sistemas políticos como ejemplos al resto de los sistemas de gobierno, y todo ello, con una China que todavía lucha contra el covid-19; pues no pareciera muy alentadora la integración y el apoyo de las naciones más poderosas en favor de las necesidades que tenemos en nuestro continente.

Si América Latina y sus sistemas políticos no logran comprender que sus formas presidenciales están  arcaicas, caducas y retrógradas, y que necesitan ajustarse con las representaciones mayoritarias de los pueblos -no de un ganador contra uno o varios perdedores- los problemas no van a poder solucionarse y las crisis no podrán ser cicatrizadas en sus esencias sociales.

Ante ello, tampoco la degradada Organización de Estados Americanos (OEA) o intentar resucitar la fenecida Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), lo que llevando a reuniones de presidentes puede cambiar las realidades sociopolíticas y geoeconómicas de los pueblos. Hay que ir hacia la deconstrucción ontológica en combinación tecnológica con lo que algunos han denominado como el Metaverso para acercarnos a los equilibrios naturales, industriales, societarios, políticos, económicos y culturales que puedan crear distintas formas de gobernar entre las comunidades ancestrales hasta las más urbanas en las grandes ciudades; verbigracia, pretender seguir gobernando de la manera clásica y tradicional ante un inusitado desarrollo tecnológico que convierte en obsoleto lo del día anterior, es simplemente no razonar porque los grupos originarios y criollos de nuestra región lucharon hace 200 años contra sus conquistadores.

Hay que cambiar las estructuras electorales y políticas para encontrar nuevos cauces y caminos que transformen las realidades desde la multiplicidad societaria en toda la región. Por ahora, lo que vemos es que América Latina marcha por el camino equivocado.

@vivassantanaj_

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