El artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos reza: «Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye no ser molestado a causa de sus opiniones… investigar y recibir información y opiniones, difundirlas sin limitaciones por cualquier medio de expresión». Las cartas de los “abajo/firmantes y de los “contra abajo firmantes”, ambas dirigidas al presidente de Estados Unidos, están perfectamente encuadradas en estos principios y como quiera que se interpreten, merecen respeto.

En cuanto al fondo de las dos comunicaciones lo primero que resalta son las irreconciliables diferencias para interpretar cuál es la salida a la crisis que arruina al país sin misericordia. En psicología el mimetismo es la habilidad que tienen ciertos seres vivos de asemejarse a otros organismos, con los cuales no guarda ninguna relación, para obtener alguna ventaja funcional. Muchos opositores, a fuerza de compartir el mismo hábitat con los bolivarianos se han mimetizado y reaccionan con improperios, insultos y amenazas. Un modelo de opositor mimetizado representativo es Gustavo Coronel quien, como un cowboy del Lejano Oeste, porta un par de pistolas en la cintura desde donde le dispara a todo aquel venezolano que no piense como él o que no tenga abrochado en el pecho una banderita de Estados Unidos.

A nuestro modo de ver las extremas reacciones a la carta de “los abajo firmantes” tienen que ver en algunos casos con una gran incomprensión y en otros porque la entendieron perfectamente bien y la sienten como una amenaza al status quo opositor. Veamos.

Los “abajo firmantes”

La parte sustantiva de la propuesta de los “abajo firmantes” es interesante y sugiere mucho, pero pecaron de cuidadosos y dejaron mucho a la interpretación del lector. En nuestra versión interpretativa los “abajo/firmantes” advierten que la guerra Rusia-Ucrania ha cambiado las condiciones geopolíticas globales. Putin sobrevivirá a su incompetente estrategia en Ucrania y se lanzará con más ahínco en brazos de China como aliado en la muy probable confrontación con Estados Unidos por Taiwán. La Europa-OTAN, adicta y dependiente del crudo ruso, sería bloqueada de las fuentes de energía de la Rusia aliada con China.

En este escenario, las reservas de crudo de Venezuela adquieren una importancia geopolítica excepcional impulsada por este barajo geopolítico. Reducir las sanciones y acelerar la iniciativa diplomática de la Casa Blanca para que a través de las corporaciones americanas salvar del colapso total a Pdvsa, es de interés vital para el futuro de Venezuela y el  estratégico de Estados Unidos. Las más grandes reservas de crudo del planeta se encuentran en subsuelo del país más pobre del hemisferio y en el mismo continente del país más rico del mundo. Nunca, en estas décadas del diluvio chavista los intereses económicos de Venezuela habían coincidido con tanta claridad con los intereses geopolíticos de Estados Unidos.

Ciertamente, para los “contra abajo firmantes” y para todos los opositores es una gran incomodidad que está feliz coincidencia ocurra cuando el chavismo aún gobierna. Pero ya han transcurrido más de dos décadas de chavismo sin que la oposición lo haya podido concebir una estrategia. ¿Quién tiene la culpa? ¿la Providencia? ¿la oposición? ¿Les importa eso a los millones de venezolanos que han escapado del país? ¿O a los millones que se preparan para salir y a los millones que se quedarán con los despojos? La última vez que Antonio Ledezma dijo que «Maduro tiene las horas contadas» fue el 24 de enero de 2019. ¿Quién garantiza que esta dinámica geopolítica va a esperar hasta que haga su aparición el Volodimir Zelenski de Venezuela?

Es extraordinaria la oportunidad que ofrece este barajo geopolítico global para realinear el interés de Venezuela con el interés del país más poderoso de la tierra. La coincidencia es tan obvia que Maduro la ha entendido y no querrá que una confrontación como la que viene lo encuentre en ese maridaje con Putin y en el lado equivocado de planeta. Los opositores que ven comprometido su status quo o su mera existencia, se oponen. Naturalmente. Pero en estas circunstancias es muy poco lo que tienen que ofrecer. Los argumentos son frágiles y erróneamente centrados en sanciones. En este arreglo con Maduro, una de las aristas más importantes, es que en la práctica Estados Unidos devendrá en una especie de árbitro entre gobierno y oposición, nada malo para la oposición. El arreglo per se, obligará a restringir los impulsos de Maduro y sus esbirros. El realismo político podría obligar a parir un nuevo liderazgo. Los “abajo firmantes” tienen razón… no hay más tiempo que perder.

La “Carta de Madrid”

La fragmentación de grupos opositores no es exclusiva de Venezuela, pero en nuestro caso pareciera que el instinto de sobrevivencia social, tan común en otras sociedades, se agotó. La “adaptación”, la teoría social darwiniana supuesta a aumentar la capacidad de un organismo para sobrevivir en un entorno hostil, parece extinguida.

Los “contra abajo firmantes” liderados por Antonio Ledezma centran el peso de su argumentación en las sanciones, sin caer en cuenta que estas son un medio de presión para conseguir un fin que no se ha logrado y los antecedentes históricos ponen en duda que alguna vez lo logren. Las sanciones no han podido con el régimen castrista en 60 años ni con el de Irán en 40 años. Actualmente existen dudas que las sanciones impuestas a la Rusia de Putin, “la madre de todas las sanciones”, sean efectivas. En Estados Unidos se tiene consciencia de que a Putin hay que derrotarlo militarmente y aun así no hay garantías que abandonará el poder.

Los “contra abajo firmantes” y la oposición realenga que gira en su órbita se enfrentan, no a los abajo firmantes”, sino al realismo político. Los “abajo firmantes” son solo meros mensajeros de lo inevitable. La realidad se llevará por delante a los “contra abajo firmantes”, si es que en Venezuela todavía se aplican las leyes universales de la física.

Antonio Ledezma no es el líder con mayor autoridad moral para esta postura intransigente. Lo hemos dicho antes. En la primera década de este milenio en Nueva York fuimos testigos de excepción del peregrinaje a Washington de líderes opositores con diferentes y particulares agendas. Una fuente republicana de entonces nos reveló que el propio Antonio Ledezma era entonces un pionero en esto de “acomodarse con el gobierno bolivariano para hacer más fácil la vida de los opositores”. En reunión con miembros del Instituto Republicano en Washington (eran tiempos de George Bush), Ledezma le rogó a la dirección republicana que cesara o amainara el “asedio” al presidente Chávez porque era “contraproducente para la oposición”. Contemporáneamente y consistente con esta práctica de condescendencia con el chavismo, Ledezma viajó a Brasil para defender el ingreso de Venezuela en Mercosur, un logro del gobierno de Chávez, a pesar de que violaba la cláusula democrática de la organización.

Los compromisos políticos que han adquirido algunos de los “contra abajo firmantes”, en seguimiento de Antonio Ledezma, con organizaciones políticas extranjeras ultraderechistas, los coloca en una posición embarazosa, por decir lo menos. Nos referimos concretamente al compromiso formal de Antonio Ledezma y algunos de sus seguidores con la ultraderecha europea representada por el partido político español Vox, liderado por Santiago Abascal.

El pasado mes de enero VOX reunió en Madrid lo que se llamó la “Cumbre de la Ultraderecha Europea”, lo más rancio de la extrema derecha con vestigios de fascismo, donde estuvo presente Marine Le Pen de Francia y Víktor Orbán, primer ministro de Hungría, ambos soportes de Putin y resistentes a la política de la OTAN y de alianzas con Estados Unidos. Según El País de España, “integristas (católicos y evangélicos), neoconservadores y ultraliberales, populistas de derechas y nostálgicos de las dictaduras militares conforman la alianza anticomunista que Vox está tejiendo en América Latina».

La punta de lanza de Vox en América Latina la constituye la llamada “Carta de Madrid”, un manifiesto que alerta sobre el supuesto “avance del comunismo” en la Íberosfera, el nombre con el que este partido ultra ha rebautizado a Iberoamérica. Los lazos de Vox también alcanzan a la ultraderecha de Estados Unidos. Vox se alió con el Free Speech Alliance, el ala más ultraderechista de los partidarios de Trump, representado por L. Brent Bozell III, fundador de Media Research Center.

Algunos venezolanos que firmaron la “Carta de Madrid” en compromiso con Vox en defensa de la libertad y la democracia en la Iberosfera son parte de los “contra abajo firmantes”: Antonio Ledezma, Jesús Petit Da Costa; Diego Arria, Biagio Pilieri, Enrique Aristeguieta Gramcko, Carlos Bastardo; Carlos Salazar; Carlos Ortega; Dignora Hernández; Edwin Luzardo; Humberto Calderón Berti, Ignacio de León; José Luis Pirela; María Corina Machado y Nitu Pérez Osuna.

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