La situación de la (seudo)oposición venezolana luce cada vez más empantanada.  Individuos que hoy se quieren postular a unas posibles elecciones primarias piensan que allí está la unidad cuando basta que haya individuos tarifados como Claudio Fermín o Javier Bertucci -por citar solo dos nombres- con los cuales el régimen de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello  buscará dividir esa menguada unidad, en caso de que llegue a darse tal selección de un(a) candidato(a) opositor(a), y, a partir de allí, terminar de resquebrajar con la sumatoria de más vendidos de conciencia, lo que debería ser un solo bloque político por el bienestar del país.

En tal sentido, solo una candidatura que aglutine por naturaleza política, es decir, no por forzados acuerdos o conformidades obligadas, podría enfrentar con éxito unas elecciones presidenciales en 2024, que el neototalitarismo hasta pudiera convocar los primeros meses de tal año,  si ello le brindara mayores posibilidades de triunfo, máxime al tener dispersos a quienes desde la actual dirigencia (seudo)opositora han perdido la orientación pensativa,  discursiva y de acción del cómo poder enfrentar a los responsables de la debacle económica y social que atraviesa Venezuela.

Ante esta realidad, solo el nombre del empresario Lorenzo Mendoza -por ahora-, más aún,  sobre la base de la autodestrucción política de quienes dicen llamarse «oposición»,  pareciera capaz de aglutinar el entusiasmo y la esperanza de los venezolanos decepcionados y frustrados, y para quienes, precisamente, la política solo se ha convertido en sinónimo de bazofia, podredumbre y corrupción, mientras lo único que avanza en el componente de la maltrecha sociedad es la anomia envuelta en el oxigonio del hambre,  pobreza y emigración.

Lorenzo Mendoza, aunque algunos políticos tanto del neototalitarismo como de la propia (seudo)oposición intenten desvincular su probable candidatura presidencial, repitiendo, palabras más,  palabras menos, que el mismo empresario ha asegurado que no le interesa la política, aquí se sabe que el problema de fondo ante su eventual candidatura está en que el régimen de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello intenten con subterfugios administrativos y jurídicos malograr el control y propiedad del grupo de Empresas Polar, y por supuesto, con tales acciones, neutralizar por completo cualquier iniciativa que pudiera surgir en el contexto del empresario hacia la búsqueda de la presidencia de la República.

Por su parte, el neototalitarismo sabe que si tuviera que enfrentar a una candidatura como la de Lorenzo Mendoza no le serviría ningún tipo de control administrativo-político desde el Consejo Nacional Electoral, aunque invalidara el voto de los venezolanos en el exterior, o manipulara la ubicación de los votantes, o hasta el ejercicio del propio sufragio con medidas arbitrarias de horarios o control de las máquinas de votación, porque la ventaja del empresario en unas elecciones presidenciales lo colocaría en una proporción superior al 70% de unos eventuales resultados, y ello liquidaría cualquier pretensión de alterar o forzar un resultado que solo se concretaría de manera fraudulenta con cifras de diferencias muy estrechas, como fue el ejemplo de lo que ocurrió en la elección del gobernador de Barinas, y que a la postre,  también resultó un ejemplo,  de lo que pudiera ocurrir a nivel presidencial.

Las reservas que tendría Lorenzo Mendoza sobre lo que el régimen neototalitario intentara realizar sobre sus empresas, considero que tampoco sería ejecutable, porque en el contexto de ideas y praxis de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello tampoco existe la logística y la operatividad de poder llegar a controlar Empresas Polar, y por el contrario, si una medida de semejante arbitrariedad anticonstitucional fuese ejecutada por estos con una orden de evidente manipulación «jurídica», terminaría de hundirlos ante el electorado del país,  y la comunidad internacional,  entre ellos,  sus vecinos,  Gustavo Petro en Colombia,  y probablemente Lula Da Silva en Brasil, sin obviar a Gabriel Boric en Chile, Alberto Fernández en Argentina – en crisis económica – y,  que de llegarse a generar un hecho con tales proporciones de aberración política,  terminaría de apartar al madurismo en cualquier inversión extranjera,  incluyendo hasta los chinos en su conjunto de negociadores económicos,  y llevarlos por un completo aislamiento internacional,  y otra avalancha de emigrantes que superaría el tercio de la población venezolana,  y dejaría al país convertido en un desierto humano.

En la actual escena política,  solo una candidatura como la de Lorenzo Mendoza o que llegara a surgir alguna figura con características similares en su aceptación colectiva,  generaría un torrente político sobre el cual Nicolás Maduro,  Diosdado Cabello y el madurismo no pudieran enfrentar, porque ni siquiera en sus propias filas serían aceptados.

Representantes muy importantes de la política latinoamericana ya han dialogado con Lorenzo Mendoza, y es muy factible que también del espacio norteamericano y de la Unión Europea se sumen al contexto de convencerlo de que solo él tiene las dimensiones de aceptación universal, tanto internas como externas, para llevar a Venezuela hacia una nueva etapa histórica, política, económica y social. Verbigracia, no se trata de encontrar un «mesías», lo que se busca es la factibilidad de tener la certeza que el madurismo será arrasado por el voto de los venezolanos y que se llegará a un gran acuerdo nacional que coloque a Venezuela por el auténtico desarrollo económico y social.

Los venezolanos en su inmensa mayoría esperan que la decisión del empresario se manifieste conforme sean los intereses del país,  y poder desterrar del escenario vigente a quienes son los únicos responsables de tanta destrucción y miseria. Cualquier otra acción sería un espejismo político. Lorenzo Mendoza tiene la palabra.

@vivassantanaj_


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