Salvo mejor opinión el género del espionaje comienza con el Kim, el folletín de Rudyard Kipling, en el primer año del siglo pasado para continuar con El agente secreto de Joseph Conrad siete años más tarde.

El cine, arte todavía adolescente no iba a dejar pasar este maná narrativo caído del cielo. De la mano del maestro Alfred Hitchcock, las tensiones prebélicas de los años treinta darían títulos más que estimables: Los 39 escalones, Sabotaje o La dama desaparece, por citar solo algunas. Pero los espías saltarían a la fama, el éxito y el glamour definitivos con la Guerra Fría y tres escritores que usarían su pasado al servicio de la inteligencia británica para consagrarse en las letras: Graham Greene, John Le Carré e Ian Fleming. Los dos primeros elegirían la veta realista y, con dedicación de entomólogos, diseccionarían los dobleces, las miserias y los pliegues de una profesión que, si a ver vamos, era, según ellos, bastante despreciable. Pero, en tiempos de Guerra Fría no dejaba de ser apasionante. Fleming, por el contrario, esbozó un personaje frio, cínico, brutal, que saltaría por encima del mundo bipolar para,

rozándolo apenas, luchar contra una organización criminal más temible, pastora de un mal cuasi metafísico: Spectre. A todos les fue bien, y todos eventualmente llegaron al cine pero James Bond se llevó la palma. Hasta el día de hoy.

El primer Bond, el de Sean Connery fue, también salvo mejor opinión, el mejor. Pero al cabo de una década, el recambio de actores impuso también una reevaluación del personaje. Su efímero sucesor, el australiano George Lazenby, compuso en Al servicio secreto de su majestad un Bond más cercano y vulnerable, que no solo era molido a golpes en la primera escena sino además enviudaba en la última. No funcionó y Lazenby además se peleó con los productores, con los cuales volvió Connery para ser luego sucedido por Roger Moore y luego por los olvidables Timothy Dalton y Pierce Brosnan. Con la llegada de Daniel Craig para Casino Royale en 2005 la recomposición fue refrescante.

Bond retomaba con las angulosas facciones de Craig esa combinación letal de frialdad y cinismo combinada con un dejo vulnerable del niño abandonado que en alguna confesión deslizaría. Y de paso se estrenaba enviudando de nuevo, cuando perdía a la bellísima Vesper Lynd, una agente del gobierno que también arrastraba un pasado de chantajes, debilidades y dobles lealtades. Tal vez de ahí su éxito en las siguientes cuatro películas, ciclo que esta viene a terminar exacerbando esa vulnerabilidad que había hecho eclosión en Spectre, la hasta ahora última entrega.

El alma torturada de Bond, ahora retirado pero por supuesto llamado al servicio una vez más, es la protagonista de una película a la cual se le agregan las espectaculares persecuciones, la tecnología de punta y los villanos presentes y pasados que vuelven para recordarnos que el mal nunca duerme. En este mundo no hay coincidencias y esta vez el asesino último es biológico y digital (aunque libreto y rodaje son prepandemia). Por eso algunas secuencias como las del ataque al cuartel donde se preparan las armas biológicas al principio son siderantes y dignas del mejor Bond, pero la película se regodea en las tribulaciones existenciales del personaje, su novia que tal vez lo traicione o no y ese villano perfecto ese Ernst Stavro Blofeld, último que compone el siempre excelente Christoph Waltz. La película es un disfrute, a pesar de sus larguezas (¡2 horas y 43 minutos!) y, por motivos que el espectador descubrirá, es un excelente cierre de un ciclo en el cual la suficiencia del Bond inicial dio paso a las debilidades y dudas que el último Bond canalizaba a través de la brutalidad y la violencia. Queda en pie la pregunta inevitable para los que siguieron las aventuras del comandante Bond hasta la fecha.

¿Cuál será el inevitable nuevo envase y qué derrotero tendrán sus aventuras después de este paseo existencialista? El tiempo lo dirá, decía Gorbachov

Sin tiempo para morir. (No time to die). Estados unidos 2021. Director Cari Joji Fukunaga. Con Daniel Craig, Lea Seydoux, Christoph Waltz, Rami Malek.


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