Gustavo Petro, presidente colombiano

El jueves de la semana pasada tuve la oportunidad de compartir una tertulia con muy buenas e inteligentes personas. Con buena gente buena.

Cuando salió a relucir el tema del futuro de Colombia, me quedé impresionado por las opiniones de mis contertulios.

El domingo inmediato siguiente tomaría posesión de la magistratura de la República de Colombia el para entonces presidente electo de Colombia. Y varios de los presentes opinaron que Gustavo Petro entregaría la primera magistratura al final de su período presidencial de cuatro años y que entregaría a Colombia intacta.

Oí varios argumentos y, entre otros: (i) la vocación republicana democrática de la nación colombiana, (ii) la fortaleza institucional de los poderes públicos en Colombia, (iii) la necesidad de hacer alianzas políticas para gobernar, (iv) la fortaleza del sector privado colombiano y (v) la institucionalidad vertical de las fuerzas armadas de Colombia comprometidas con el objetivo de preservar y defender un Estado republicano democrático ajeno e inmune a las influencias foráneas.

No argumenté ni contribuí a la conversación.

Solo me puse en el lugar de los líderes del Foro de Sao Paulo, del Grupo de Puebla, de los brazos armados de ambos, de los carteles del narcotráfico, de las potencias extranjeras no americanas que intentan establecerse en el continente americano y de los grupos terroristas extranjeros. Estos personajes son astutos, entrenados, experimentados, no conocen de límites y tienen recursos financieros, humanos y materiales.

El objetivo del Foro de Sao Paulo y del Grupo de Puebla consiste en instalar, en todo el territorio al sur del Río Grande, un único régimen autocrático, populista y esclavista. Revivir -como institución geopolítica- a la Colombia de Miranda o a la Gran Colombia de Bolívar, pero no para que reine la paz y la prosperidad en una única nación confederada. Todo lo contrario: buscan oprimir, someter, empobrecer y amenazar con los medios a su alcance y al precio que sea.

Colombia hoy representa una apetitosa presa. Los lobos lo saben y desde hace muchos años. Tuvieron que haberse dado cuenta desde hace ya varios años de las dificultades que encontrarían –es la tercera vez que el lobo alfa participa como candidato presidencial en Colombia– y conocen las medidas que tomarán, el cuándo y el cómo para llegar –como así sucedió– y para quedarse. ¿O es que desean creer que el ataque de la manada de los lobos no está ya planificada? Colombia, rodeada por Venezuela, por Perú y próximamente por Brasil cuando triunfe Lula y posteriormente por Ecuador y por Panamá como muestran las señales que recibimos, es la gran joya de la corona del imperio de Sao Paulo y de Puebla.

En Colombia han aplicado ya y continuarán aplicando las mismas recetas que han venido aplicando desde hace varias décadas en Latinoamérica adaptada a las circunstancias concretas y Colombia caerá.

¿Por qué no?

¿Piensan que no caerá porque el pueblo de Colombia tiene una definida vocación democrática, o será porque los poderes públicos y las fuerzas armadas en Colombia son firmemente institucionales, o quizás resistirá porque Petro se verá obligado a negociar con otras facciones políticas y sectores empresariales? ¿Desean creer que por haber designado Petro a un empresario en la cartera ministerial de Comercio está marcando una pauta política nacional e internacional para el resto de su período presidencial? ¿Acaso las ceremonias indígenas significan que Colombia será un país “multicolor” cuando en Venezuela usaron la leyenda indígena y las propias comunidades indígenas hasta la saciedad y hoy son una parte de la población que se encuentra más desfavorecida, vejada, desasistida y perseguida con impunidad; víctimas de mineros ilegales, elenos, disidentes de las FARC, narcotraficantes y radicales terroristas?

Creo que los lobos ya se han paseado por estas y muchas otras consideraciones, están determinados, no conocen de límites y tienen una piel de oveja para cada una de ellas.

Dios guarde a V. E. muchos años.

@Nash_Axelrod


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