Venezuela se ha terminado por convertir en una sombra de lo que alguna vez fue. No es necesario enumerar lo que ha ocurrido en el plano académico, económico, sanitario, político, militar, científico, sindical, para hacerse una idea del desastre que ha significado para nosotros, los hijos de una tierra que alguna vez fue envidia de muchas otras. La trillada frase de no saber si reír o llorar aquí cabe de manera más que indicada, al escuchar a cualquiera de los badulaques rojos hablar de la integridad de la patria.

Nuestro país ha ido perdiendo territorio a lo largo de su historia. El caso del menoscabo ante Colombia ha sido sostenido. Lo ocurrido con el Esequibo ha sido documentado de manera extensa. La sustracción territorial no fue mayor gracias a hombres como “el indio” Daniel de Barandiarán, quien dedicó su vida entera a estudiar y hacer respetar nuestros espacios. Se debe asentar que mientras hombres y mujeres como Daniel se dedicaron a preservar nuestro suelo, nuestros hombres de armas se dedicaron a mangonear a cuanto mortal pudieran en las alcabalas a su cargo. Y ello no ha cambiado.

La merma de nuestras tierras se ha potenciado en estos veinte años de peste roja. Veamos. El borde occidental del estado Zulia es zona controlada por la guerrilla colombiana desde hace largo rato; al seguir recorriendo la frontera encontramos lo mismo en Táchira, y el rosario no para allí. Barinas y Apure son ahora territorio en manos de la bendita guerrilla colombiana, donde los “heroicos generales” demuestran su capacidad bélica enviando al matadero a bisoños oficiales y no menos experimentados soldaditos. ¿Ante lo ocurrido en La Victoria pueden dormir tranquilo esos hijos de su madre? Amazonas tiene largo rato en manos de los irregulares, y las noticias que llegan desde el borde sur del estado Bolívar dejan saber que es una situación calcada de los sitios antes nombrados.

La “revolución bonita” no solo ha desintegrado nuestra estructura social, sino que también ha hecho migajas nuestro país. Las dentelladas entre ellos son de todo tipo y calibre. Recientemente ha corrido las noticias de la detención del coronel José Gregorio Gauna Quintero, ex comandante de la Guardia Nacional en Cabimas, estado Zulia, por supuestamente violar y cometer abuso contra varios menores de edad de su grupo familiar.  Aquí quiero decir un par de cosas: Sus compañeros de fuerzas lo consideran un excelente profesional, y la otra es que este caballero es un “revolucionario” furibundo.  Diversas fuentes me aseguran que toda la situación es producto de una tramoya urdida por sus  cuñados para dejarlo por fuera en el reparto de una herencia, y para ello se valieron de un funcionario del Cicpc, adscrito a Falcón, para el montaje de toda esta trapisonda.

Por lo visto con Gauna Quintero pasa lo que ocurre con ciertas especies que son capaces de comerse a sus retoños. No puedo decir que son como Saturno que se comía a sus propios hijos recién nacidos por temor a ser destronado por uno de ellos; para mí más bien son como las ratas, o los hamsters, que suelen devorar a sus crías. Mientras tanto, y sin que le duela a nadie, Venezuela es un barco desmantelado al que todo aquel que se antoja le arranca las tablas que necesita, o le provoca. Es un naufragio del que pareciera no se podrá escapar.

© Alfredo Cedeño

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