Lo que proyectan los medios, eso imitan las personas, no es al revés como se suele pensar en la sociedad.

La sociedad es un reflejo del contenido mediático que se proyecta en los medios de comunicación, ya que los medios son el dispositivo modelador de la conducta humana. En épocas pasadas esta tarea la tenían los modelos de educación y la religión. Hoy a tales factores de la información se le han sumado el poder de los medios, que incide directamente en el pensamiento de las personas y este a su vez es el reflejo en la conducta humana y de la sociedad.

Lo paradójico de esto es que el público con los marcos de referencia recibidos en los modelos educativos no está en capacidad de ver con claridad la gravedad del daño que se le hace a todas las personas, desde los más chicos hasta los adultos que ya ni remotamente, después de altas dosis de contenidos perniciosos, puedan reprogramar su mente y conducta si no es con un gran esfuerzo de voluntad y conciencia, pues queda poco o nada sano para el sistema nervioso, asimismo para la psicología y para las relaciones del individuo consigo mismo, con el mundo que lo rodea y con sus semejantes.

Pero la solución no son los fanatismos pietistas o religiosos, como por ejemplo, de reglas estrictas o un Estado tiránico totalitario que prohíba la programación en beneficio del control, el cual se ha hecho presente en todas las cosmovisiones hasta nuestros días, sino preparar el terreno a través de modelos de educación direccionados para que los individuos disciernan todo pensamiento, imágenes e idea o teoría con elementos perniciosos o de fanatismo y factores que pretendan degenerar la conducta humana en aras del control, para luego así promover los excesos desencadenantes de múltiples debilidades y enfermedades físicas y psicológicas en las personas y en la sociedad.

Corregir estos desmanes de la programación no está en las élites económicas, ni tampoco en ningún sindicalismo; sin embargo, hoy se desarrolla un despertar en la humanidad y este no es el resultado de centros de poder, sino del alma de libertad y conciencia de paz que habita en cada vida.

A los actores de los distintos factores por más que insistan es su desconexión con la verdad, les tocará reconducir su discurso, su trabajo en beneficio del bienestar y desarrollo de las personas, del mundo en general, porque por encima de todo el libertinaje, retraso; en lo interno, el alma del mundo viene desarrollándose y renovándose a sí mismo; ir contra esta corriente demanda una inexorable anulación y extinción.

Queda de parte de los distintos factores que integran los medios de comunicación, alinearse al desarrollo y la paz para atender este asunto de salud pública.


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