Es así como advierte el refrán. Nada o poco puede esperarse de lo que ha comenzado con una nueva demostración de profunda estulticia, honda torpeza egoísta, mediocre y codiciosamente ejecutada por una oposición que sin rubor ni pudor demuestra su auténtica e indiscutible catadura al explicar al mundo por qué no ha logrado derrotar al chavismo ni al madurismo, ambos castristas, revelando errores convenientes y percepciones equivocadas, desde aquellas presunciones desbordadas cuando invitaron a miles de ciudadanos a caminar Caracas para que Chávez se enterara de que no lo querían y, además, demostrara que no se entregaría sin pelear independientemente de lo que costara.

Todo comenzó antes, cuando una población mal informada y peor orientada por los partidos políticos confundieron que Carlos Andrés Pérez no les bajara la cabeza y decidiera arreglar las cosas por su cuenta y riesgo. Entusiasmado por un heroísmo mal contado de militares que fueron derrotados por su esposa Doña Blanca atrapada en La Casona, y unos cuantos disparos en lo que dio en llamarse Museo Militar, como si algo tuvieran que exhibir más allá de gazmoñas y engreimientos de hacer cosas mejor que los civiles. Uniformados que nunca entendieron, sin Bolívar, Páez y otros, hubieran sido derrotados, vencidos y avergonzados por las tropas del rey de España.

Ruido, perturbación y confusión con relación a traiciones e insubordinaciones, leyendas forjadas que mezclaron artera la rebelión popular de inspiración castrocomunista de saqueos conocido como “el Caracazo”, y los insensatos, sangrientos y fracasados golpes militares de 1992. Demasiado barullo y algarabía, mucho enredo para explicar por oficiales, que conociendo lo que pasaba y se hablaba en algunos cuarteles, informaron mal al presidente, aunado con el grave error de pedantería al no creer en las pesquisas de inteligencia; confiado en que, a él, nadie se le alzaba.

Soberbios, alzados, derrotados y humillados, encontraron capitulación vergonzosa, en un discurso justificativo sin pensar con detenimiento en la justicia, la democracia y sus fallas; un carcelazo amable, cordial y hasta cariñoso que permitió pasatiempos, visitas y alardes de entrevistas difundidas. Los que estaban entonces de manera justa en la cárcel no han permitido la mínima consideración a quienes hoy son sus presos políticos, sepultados por una justicia parcial, obediente y sumisa.

No mucho después, sin preparación, encabezados por los peores de sus promociones, asesorados por desvergonzados en el poder; resaltaron grandes hazañas civiles del erróneamente ensalzado comandante, al llamar moribunda a la Constitución que los había protegido, cambiar el Escudo Nacional para que al caballo no fuera a darle tortícolis, y para entregarse obediente en brazos y seguir consejos del tirano gobernante que había logrado sostener en la miseria al que había sido de los países más progresistas de América, esa Cuba de migrantes y desesperación.

Mal empezamos en aquellos tiempos, sin afirmar que fue solo triunfo de Chávez no saber qué hacer con el colosal deslave de Vargas. Fue electo presidente con el apoyo de algunos medios de comunicación, posteriormente castigados con cierre o compra por amigos del chavismo. Muchos intelectuales ensoberbecidos que se sentían señores de la democracia, y numerosos empresarios se creían tan amos, que confiaron gobernarían con Chávez. Hoy en animados guateques, berzotas y fantoches sin arraigo, cometen el mismo error.

Destruyó al país y después murió de un cáncer que la cacareada medicina cubana fue incapaz de sanar, y sanseacabó, no sin antes dejarnos como limosna póstuma un aparato procubano que, finalmente arruinado, sin país y sin dinero, se dispone a pactar con el imperio mismo.

Para eso sobra petróleo y en la Casa Blanca preocupados por Rusia y China, desean sacudirse el engorro forjado por una oposición fementida, sin morriña, sumisa, concubina y atiborrada de egos, que mezquina sólo piensa en su interés, sin importar el futuro de Venezuela y sus generaciones.

@ArmandoMartini


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