Abortado como ha sido el referéndum revocatorio por la oficina electoral del régimen (CNE), y no habiendo otra alternativa válida para salir de Maduro que la elección presidencial del año 2024, la dirigencia opositora que, con sus conflictos y divisiones, ha contribuido a la permanencia del susodicho en el poder en contra del sentir mayoritario del pueblo venezolano, dispone ahora de tres largos años para reivindicar su imagen y recuperar su liderazgo. Para ello tendrá que reponer la unidad, resolver sus diferencias y organizar un frente electoral opositor capaz para enfrentar con éxito al chavismo en esa oportunidad.

Lo primero que tiene que hacer la dirigencia opositora es solucionar el dislate de los partidos políticos escindidos que fueron intervenidos por el régimen con la vergonzosa colaboración de algunos militantes ansiosos de poder. Ese desatino debe ser resuelto por los propios partidos sin nueva injerencia gubernamental, ejerciendo la democracia interna que no nunca debió soslayarse.

En segundo lugar, la dirigencia opositora debe llegar a un acuerdo en relación con el interinato presidencial de Juan Guaidó y la vigencia extendida de la Asamblea Nacional electa en 2015 que constituyen también puntos de discordia. En el tratamiento de este asunto debe tomarse en cuenta la opinión de los países que han avalado ambas figuras jurídicas, para evitar desavenencias con ellos. Se trata de un tema delicado que debe manejarse con cuidado para evitar que el régimen tome represalias posteriores contra los compatriotas que han actuado por años con valor, dedicación y empeño en esa versión de la lucha democrática.

Una vez liberado el camino de esos escollos, corresponde emprender la formación de un frente amplio electoral con la participación de todos los partidos políticos de oposición y los independientes y simpatizantes que quieran cooperar, sin cortapisas de ninguna clase, para garantizar la integración de una gran plataforma electoral que pueda cumplir todas las actividades requeridas y abarcar a todos los sectores de la sociedad. El objetivo es crear una maquinaria electoral lo suficientemente fuerte como para derrotar al régimen chavista-madurista en las elecciones de 2024.

En el momento oportuno, pero con la suficiente antelación, se debe proceder a escoger al candidato único de la oposición, empleando la táctica que se usó en el estado Barinas. La escogencia del candidato se haría mediante elecciones primarias abiertas a todos los que quieran participar, sean o no militantes de partidos. Con los resultados de esas primarias se confeccionaría una lista de candidatos ordenados por la cantidad de votos obtenidos por cada quién, que se puedan ir alternando, uno tras otro, en caso de que el régimen inhabilitara a uno o más de ellos. Existiría, desde luego, un acuerdo previo de todos los grupos de oposición para apoyar unánimemente al candidato que en definitiva resulte postulado.

Existen otros puntos importantes que deben ser atendidos también, como el tema financiero y el apoyo internacional. Hay que recabar aportes de todos los sectores opositores, incluida la ciudadanía, que seguramente participarían con gusto si aprecian que las cosas se están haciendo bien y la recolección de fondos marcha con eficacia, control, transparencia y honestidad. Se deben estrechar los lazos con las grandes democracias que apoyan la lucha opositora: Canadá, Estados Unidos y la Unión Europea, para contrarrestar el avance y la ayuda que están brindando al régimen las autocracias de Rusia, China e Irán.

La elección presidencial del año 2024 será la última oportunidad de la dirigencia opositora para reconquistar la confianza del pueblo venezolano y cambiar el rumbo del país. Si no cesan las discordias y se consolida la unión, si no se logra levantar un frente democrático amplio y robusto, el futuro del país será una incógnita. Lo único que estará claro para todos es que el país seguirá en manos de quienes lo han destrozado y mancillado como nunca antes nadie pudo hacerlo igual, ni siquiera con alguna aproximación.

 


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