A veces me siento frente al computador para pensar cuáles palabras serían las más adecuadas para comenzar mi proceso reflexivo y catártico, para describir la realidad sobre mi país y a la vez, generar conciencia en aquellos que leen estas líneas, como una forma de aportar, cada quince días, ideas, opiniones y reflexiones sobre lo que sufre nuestra amada nación.

Me he dado cuenta de que, en los últimos años, mis opiniones se han reciclado, es decir, siempre critico lo mismo, siempre diserto sobre lo mismo y siempre culpo a los mismos. He comentado sobre la misma solución y he tratado en todo momento, de utilizar el mismo lenguaje, manejando las sutilezas, porque no voy a mentir al respecto, hay miedo en opinar, hay miedo en alzar la voz y hay miedo en actuar.

Sin embargo, todo este tiempo, lo que hemos hecho los opinadores es capear a aquellos que siempre gritaban más alto, engañando a las masas para que terminaran haciendo la voluntad del ignorante. Pero, ¿cómo se lucha contra la intolerancia cuando se convierte en dogma y política de estado?

Pero, a pesar de todo, aquellos que hacemos de la tolerancia, la paz, la igualdad y la libertad, nuestros principios humanistas y democráticos, siempre hemos esperado que aquellos que ostentan el poder realicen algunas rectificaciones; no obstante, nos han engañado, porque con el devenir de los años, tanto el comandante eterno, como su sucesor, jamás han dado signos de rectificación ni propósito de enmienda, más bien se han radicalizado aún más en reprimir al venezolano que tenga algunas señales de valentía en reclamar sus derechos.

Por lo tanto, han hecho del miedo su política de Estado y los periodistas no escapamos de los embates del terror institucional, porque somos humanos, el pánico y el sobresalto nos acorta muchas noches de sueño, porque nuestras pesadillas se centran en que, en algún momento, los esbirros del régimen tocarán nuestras puertas. A pesar de que gritemos que no nos importa ir la cárcel por nuestras ideas y que no tenemos miedo al miedo, el solo imaginar estar en las condiciones que se encuentran nuestros hermanos en los distintos recintos penitenciarios y todas las brutalidades que sufren, generan aprensión en más de uno.

Por lo tanto, la represión feroz, verbal, física e institucional ha logrado apaciguar a ratos la lucha por la libertad. Ahora, desde hace un tiempo, se han dedicado con destreza, constancia, premeditación y alevosía a destruir la esperanza, a dinamitar nuestro estado de ánimo, nuestra fe, ya que es el último recurso que nos queda para seguir soportando el día a día en Venezuela, porque la hoja de ruta trazada por estos comunistas es llevar a paso de vencedores a toda la sociedad a la más cruel y absoluta miseria.

Por otro lado, muchos compatriotas optan por resguardarse en la demencia selectiva, es decir, recordar solo lo que les conviene y olvidar todo aquello que les haga daño. Se refugian en las fallas de memoria premeditada, porque rememorar duele, debido a que no podemos escapar de ese pasado, que, aun siendo vilipendiado, era mejor. Añoramos a ese país que perdimos por seguir a un encantador de serpientes, a un bufón de opereta, que, con un par de trucos, engañó a muchos, empadronando per se la necesidad de cambios que Venezuela pedía a gritos a finales del siglo XX. Después de más de veinte años, sin pausas pero sin prisas y en ocasiones sin darnos cuenta, nos están llevando a la más desalmada pobreza e indigencia.

Por su parte, es público, notorio y comunicacional, que este gobierno no respeta ni respetará las reglas de juego democráticas, solo se escudan en armar farsas electoreras, como una forma de lavarse la cara ante el mundo y así, aparentar que en Venezuela vivimos en democracia, a pesar de que los procesos comiciales son muy cuestionados, por el ventajismo, el peculado de uso, la inhabilitación de candidatos y la eliminación de partidos políticos. A los déspotas les encantan las elecciones, porque ofrecen una fachada socialmente aceptable y a la vez, poder resolver las contradicciones entre los suyos.

Además, no esconden su intolerancia como prueba de sus convicciones, aquellos que piensan diferente y a la vez, que pueden producir en la sociedad reflexión y cuestionamientos a la realidad diseñada por estos socialistas, son declarados enemigos, por lo tanto son perseguidos, acosados, acusados y encarcelados, como traidores a la patria, esto es producto que en este país, tu país, mi país, la honestidad está en terapia intensiva, ya que lo que impera es la idiotización colectiva, para que todos piensen lo mismo, repitan lo mismo y defiendan lo mismo, implantando una nueva manera de andar del venezolano, que ya no camina, sino que se arrastra, porque se valen de sus necesidades, para convertirlo en mendigo político, golpeando en sus carencias y a la vez han transformado a la sociedad en general en cobardes, porque la violencia es el último recurso del incompetente.

Por eso, para soportar el paso y el peso de los días, necesitamos mentir, necesitamos que nos mientan, solo con la finalidad de crear una verdad suprema, en persecución de un grandioso objetivo, manipular, porque la pobreza y la miseria son medios y un fin, que es implantar un régimen donde el pueblo necesite limosnas para sobrevivir en los límites de la esperanza.

Con el pasar del tiempo ya nada nos escandaliza, ya nada nos asombra, los actos de este régimen están justificados por su propia monstruosidad, los apóstoles del comandante se han esmerado en transformar el pasado en una falacia, construyendo una nueva verdad para el presente y así, consolidar una nueva mentira para el futuro.

Ya la libertad es un recuerdo lejano, vago, casi indescriptible. No tiene definición para nosotros, porque se ha perdido su esencia con los años. No sabemos cómo se aplica, ni cómo se vive en ella. Porque lo que impera es la violencia como instrumento para implantar las ideas y así consolidar a la revolución bolivariana. Ya los ciudadanos han acomodado su nivel de dignidad por debajo del miedo, debido a que el poder político se ha organizado para oprimir al resto de la comunidad. Ya no podemos limitar el poder a través de los preceptos democráticos, porque la democracia es un fantasma que solo sirve para espantar a los tiranos.

Como ciudadanos estamos en la obligación de crear unas bases de país que se sostengan sobre el imperio de la ley y la autonomía de los poderes públicos. Luchar por nuestros derechos, hacer valer nuestros deberes y, sobre todo, creer que somos capaces como sociedad, de generar el cambio que necesitamos.

Después de este largo disertar, aún estoy frente al computador, leo este escrito y he vuelto a caer en ese bucle repetitivo de opiniones, tratando de vender ideas para generar reflexión y discernimiento en los que leen estas líneas y lamentablemente, no hemos podido salir de lo mismo.


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