objetivos climáticos y medioambientales

Se ha hecho ya lugar común decir que lo permanente es el cambio. Las nuevas direcciones que adopta y su complejidad llevarían a pensar, además, que lo único claro actualmente es la incertidumbre, con su enorme peso de relatividad y de contradicciones.

Para algunos analistas resulta cómodo atribuir a la pandemia el nuevo ritmo y la profundidad de los cambios. Sería más justo afirmar que simplemente los han acelerado. Se dan, de hecho, desde antes de la pandemia y en todos los terrenos: de la ecología a la economía, de la tecnología al trabajo, del crecimiento a los conflictos sociales, del mundo laboral al de la educación, de las comunicaciones a las relaciones humanas, de la preservación del ambiente a la producción, de los nacionalismos y de las culturas. El mundo se ha hecho más grande y más cercano, al mismo tiempo que más complejo y menos previsible. Cuanto acontece nos toca, unas veces como ejemplo y otras como advertencia, como modelo a seguir o como situación a evitar. De algunos de los cambios somos conscientes. Otros se dan sin apenas notarlo o hasta a pesar de nosotros, con nuestra participación o con nuestra desaprensión, con nuestra cooperación o con nuestra resistencia.

La reciente reunión del G7 revela la reacción de los líderes mundiales a algunos de esos cambios. El comunicado del grupo, reunido en Cornwall hace unas semanas, reitera en principio una agenda compartida, unos objetivos comunes y una afirmación de los valores democráticos. El nuevo acento, sin embargo, visibiliza problemas dejados muchas veces en la sombra. “Solidaridad y mayor equidad” en las respuestas globales a situaciones como las de salud mundial, además de un claro énfasis en los conceptos de crecimiento “limpio y ecológico”. Si antes estaba claro que la globalización y la competencia del libre mercado beneficiarían a todos, se admite ahora la preocupación por la desigualdad en el disfrute del bienestar generado por el desarrollo. De la consideración de las empresas como actores independientes que competían entre sí sin la participación del Estado se pasa a una redefinición de la economía y al concepto de «asociación» entre gobierno y empresas. Frente al enfoque económico limitado en modelos cuantitativos se propone otro que considere valores vitales como el medio ambiente, la salud o los factores sociales.

Los nuevos dilemas enfrentan muchas veces asuntos vitales en términos contradictorios: ¿totalitarismo o democracia?, ¿libertad o control?, ¿nacionalismo o globalización? La sociedad occidental privilegia la inclusión en temas como la identidad política, racial, grupal o de género. Las orientales no tanto, ni de la misma manera. El cansancio de la política o de los políticos está llegando a provocar más posicionamientos colectivos que la solidaridad y la voluntad de construcción colectiva de un proyecto de país. Crece la disposición a aceptar el control del Estado a cambio de su protección. El reclamo de los propios derechos o los de un grupo convive con la exclusión de los derechos del otro. Funciona la contradicción de utilizar los recursos abiertos por la democracia para acceder al poder y, contradictoriamente, utilizar el poder para destruir la democracia. El fracaso repetido como resultado de una concepción equivocada no es suficiente para evitar intentarlo otra vez. El amor enfermizo al pasado convive con la esperanza salvadora del pensamiento mágico. Pesa más lo que Moisés Naím identifica como necrofilia ideológica y que él define como amor apasionado por las ideas muertas, que solo han traído destrucción y pobreza.

Las contradicciones que alimentan la incertidumbre terminan por empujar a la inacción o a la inercia. No es fácil resolverlas, pero es más productivo considerarlas, saber que existen y estudiar la manera en que nos afectan.

La desconexión entre los ciudadanos y la política no se cura con menos política, sino con mejor política. La vigencia de los valores democráticos, en momentos también objeto de duda, no se logra con la renuncia a ellos sino con su defensa y su ejercicio.

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