Suelo decir -a quienes me miran perplejos cuando expreso inmenso dolor en mis oídos tapándomelos por causa del ruido de diversas máquinas de rodamiento- que durante mi vejez en proceso mis sentidos parecieran desarrollarse contracorriente científica. Luego de cuatro o cinco décadas de vida, según los casos, muchas personas pierden gradualmente capacidades fundamentales para sobrellevar la existencia con cierta dignidad o decoro. Irrumpen la sordera, distintos problemas visuales, arterioesclerosis, afecciones cardiovasculares y la amnesia sistemática que alerta respecto al advenimiento del https://www.mayoclinic.org/es/diseases-conditions/alzheimers-disease/symptoms-causes/syc-20350447 [a mi juicio, la más temible entre las mencionadas enfermedades].

Desde mi juventud, suelo utilizar mi cerebro como si se tratara de un músculo. Lo nutro con lecturas filosóficas, literarias, políticas, historias de artistas y sus obras, et. Ejercito mi psiquis con pensamientos, vaticinios y ficciones que cuento de forma oral para divertir interlocutores. Pero recién he publicado poética y prosa (01), igual máximas, apotegmas o axiomas, sometiéndolo a distintos experimentos relacionados con la memoria-cognición-paranormal.

El año 2022 salí del país sin intenciones de abultar la cifra de exiliados venezolanos dispersos por el mundo. Experimenté situaciones que ya conocía, aun cuando hubo algunas novísimas. Sentí ansiedad por mi tierra natal, anhelaba regresar a mi residencia: situada en un suburbio de la periferia del Estado Mérida desde donde puedo mirar las nuestras hermosas montañas cada momento y especialmente el Pico Bolívar: casi al pie del cual la construí mi casa. Fuera de Venezuela recordé el día bautismal extremo por macabro de mi primer libro de cuentos, intitulado Espectros (02).

Bajo el sello editorial «Punto de Fuga» (03), cuyo magazine tuvo incondicional apoyo de los «Talleres Gráficos de la Universidad de los Andes», debutaba como escritor en el país. Yo escribía desde mis días de infante. Brevísimos y de horror relatos. A la edad de 9 comencé una novela que titulé Combustión, cuyo destino todavía me produce súbitos ataques de tristeza (04).

Mis amigos más cercanos [uno de los cuales fundó junto conmigo la revista de arte y literatura «Punto de Fuga», ibídem, mi casi hermano https://www.instagram.com/leopoldo_gavidiero/] decidieron «bautizar» Espectros en un apartamento ubicado en uno de los edificios alrededor del https://es.foursquare.com/v/parque-glorias-patrias/4d6817d48bc02c0f61aa3732. Sospeché que aquellos jóvenes irreverentes planeaban hacerlo de modo espectacular o inolvidable, pero sin fanfarria de pódium. Ese día evité la presencia de algunas de mis entrañables amigas, caso https://www.elnacional.com/opinion/perspicacia-y-burla-en-cuentos-para-una-velada y otras.

Entré al apartamento y todos bebían de la «heroica» con la figura del oso polar: Óscar Chaparro (brillante fotógrafo, cuya trágica muerte conmovería, más tarde, a sus allegados), Daniel Galaviz (artista plástico) Leopoldo Ponte Carrillo (fotógrafo y cineasta), Freddy torres (actor y director teatral) y Framtho Salager (un pintor que era el más joven del grupo, quizá tendría 17 años: https://www.google.co.ve/search?q=framto+salager+pintor+meride%C3%B1o+biografia&sca_).

Tenían varios paquetes con ejemplares de Espectros. Abrieron uno y tomaron un ejemplar que tiraron en el interior de una https://www.asale.org/damer/poceta. Cuando estuvieron lo suficiente ebrios, se turnaron –felices- para orinar encima del ya malogrado por el agua libro de cuentos. No protesté ni reproché nada. Tampoco reí a carcajadas, cual ellos. Pensé que debíamos extraerlo y depositarlo en un pipote de basura. Salager utilizó dos ganchos para colgar vestimentas y lo sacó, luego fue hacia el balcón y lo tiró desde el tercer piso. Cayó sobre el techo de un vehículo que pertenecía a un funcionario de la https://es.wikipedia.org/wiki/Direcci%C3%B3n_de_los_Servicios_de_Inteligencia_y_Prevenci%C3%B3n.

Avergonzado, salí del apartamento y fui hacia el estacionamiento donde el agente vociferaba con justificada furia. No tocó el libro de relatos, sólo lo escrutaba presa de la rabieta. Mis amigos nos miraban desde arriba, sarcásticos.

-Disculpe señor –discerní-. Ese acto fue una idea deplorable, ejecutado por uno de mis conocidos. Ese libro está empapado de orines. No pareciera haber dañado su vehículo. Soy escritor, autor de los cuentos publicados en esa compilación. Lo quitaré y limpiaré toda la parte de arriba de su automóvil.

Repentina e inesperadamente, el funcionario de la DISIP cambió su mal humor por una sonrisa. Me abrazó felicitándome:

-No fue tu culpa, no habrías bajado para enfrentar a un hombre con porte de arma reglamentaria –exclamó-. Ni tú ni yo tocaremos ese libro. Algún curioso que habite en este edificio lo hará por nosotros. No te preocupes, celebra con los muchachos. Me agradan los intelectuales valientes.

Le agradecí su actitud piadosa, comprensión y respeto por la creación literaria. Regresé al apartamento e inicié una conversación sobre los artistas y poetas que integraron https://es.wikipedia.org/wiki/El_Techo_de_la_Ballena, algunos de los cuales trataba con admiración y afecto.

NOTAS

(01)

Evito que los lectores adviertan que repito tramas que, aparte, lo confieso sin ambages: me perturban sin arrepentirme de haberlas imaginado, redactado y difundido. Aparte de mis novelas clásicas, mi más reciente libro de relatos también fue publicado en España: https://issuu.com/kimuragaman/docs/abraxas-ure.

(02)

Ediciones «Punto de Fuga», 1975, con ilustraciones del genial artista http://vereda.ula.ve/wiki_artevenezolano/index.php?title=Grisol%C3%ADa_D%C3%A1vila,_Francisco&TheOrder=0&mobileaction=toggle_view_desktop. Impreso en la «Editorial Multicolor».

(03)

Leopoldo Ponte Carrillo y yo experimentamos inmenso fervor y motivación para fundar una revista, desde el momento cuando nos presentaron. Recibimos el empuje y apoyo moral de los siguientes artistas plásticos, precursores de la Facultad de Arte de la Universidad de Los Andes con el «Centro Experimental de Arte»: Francisco Grisolía, José Montenegro, Omar Granados y Carlos Contramaestre. La Universidad de Los Andes nos adoptaría.

(04)

Ese texto permaneció rigurosamente oculto hasta cuando decidí fijar residencia en la ciudad de Mérida. Un día, mi amadísima sicóloga tachirense [https://www.facebook.com/dheoda.vivasdeborrero] me presentó a una profesora de la Universidad Central de Venezuela que buscaba ideas para escribir su tesis doctoral en el área de la psiquiatría. Le hablé de mi novela Combustión y me pidió que se la diera en préstamo, para leerla en el hotel donde se hospedaba en el área de la https://cityseeker.com/es/merida/202408-plaza-de-las-heroinas-meridenas. Quiso llevársela de vuelta a Caracas, para que su tesis se fundamentara en la trama de mi libro inédito. Me prometió fotocopiarla y devolverme el original vía correo privado rápido. No cumplió. No respondía mis ansiosas llamadas telefónicas.

@jurescritor   

 


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!