El covid-19 ha derivado por su impacto en una emboscada para la humanidad, para un año 2020 que se asomaba de lo más normalito a ritmo de crucero para el liderazgo político universal y para las economías del orbe, cuyos vaticinios anunciaban tasas de crecimiento positivas, incluso para América Latina convertida en la cenicienta del intercambio comercial del orbe.

La historia humana es caprichosa, tanto que le han vaticinado su final en diversas situaciones y en esta ocasión con la pandemia, que han surgido gurús de todo género ante la razonable incertidumbre que aflora en los cinco continentes, y en verdad la humanidad ha sobrevivido a catástrofes mayores, sobre todo en el siglo XX, el más mortífero en el exterminio del género humano.

En la Primera Guerra Mundial (1914-1918) perdieron la vida alrededor de 30 millones de personas, entre civiles y militares. A partir de 1918 se sufre una de las pandemias más letales con indicadores de 40 millones de muertos, como dijera un poeta peninsular: “Nunca antes murieron tantos en tan poco tiempo”. Luego, no conformes con tantas tragedias, la humanidad se vio enfrascada en otra guerra, la desatada por un orate que creía imponer el Reich de un milenio, conflicto que ocasionó 60 millones de víctimas, entre ellas 6 millones de judíos en el Holocausto. Podemos ver, pues, con estos datos, que en los escenarios bélicos el homo sapiens ha logrado lo inalcanzable en materia de genocidios de la especie humana, eso sin incluir las guerras locales civiles y regionales que a lo largo de la centuria pasada azotaron todos los escondrijos del planeta.

Incluso en otro contexto un visionario, Francis Fukuyama, en 1992 escribió su obra El fin de la historia y el último hombre, donde esta se interpreta como el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas, al superarse la lucha de las ideologías con el triunfo de la democracia liberal tras al término de la guerra fría. Estimación que tuvo un resultado parcial ante el orden económico mundial que surgió a finales del siglo XX e inicios del siglo XXI, con el surgimiento de China como nueva potencia mundial.

Ello refleja que a pesar de los tropezones, peripecias y errores del liderazgo político universal, la humanidad logró sobreponerse a un espinoso siglo XX, que al mismo tiempo le permitió abordar el siglo XXI en el contexto de la globalización y del fortalecimiento de valores democráticos universales, liderados por los países y gobiernos del G-20

Ahora bien, nadie imaginaba que los nuevos retos que sacuden actualmente al planeta vendrían por eventos no bélicos, sino por una pandemia que desnudó las carencias de las economías más poderosas del mundo, más preocupadas por el comercio que por el ser humano, lo que ha puesto en entredicho las futurologías del siglo XX que predecían lo que sucedería en 2025 o 2050. Hoy estas han naufragado ante la cruda realidad que estremece a los cinco continentes.

El coronavirus ha provocado un éxodo universal inédito, como bien señala Le Monde, al invertir los movimientos migratorios continentales y producirse estampidas de personas de las grandes metrópolis hacia los países de origen: más de 500.000 europeos han sido repatriados a sus países, como también se ha registrado el éxodo de los citadinos a las comunidades rurales; en China 200.000 estudiantes han retornado del extranjero; en Francia, 1.700.000 personas han regresado de las grandes ciudades a sus regiones, 17% ha abandonado París; en la India, de 50 millones a 100 millones de trabajadores inmigrantes han atravesado el subcontinente, y en la región andina ha determinado el retorno de más de 40.000 venezolanos a su patria en ruinas.

Este cuadro refleja, como plantea el filósofo de 99 años Edgar Morin, que esta crisis debería abrir nuestra forma de pensar, revisar nuestros modos de vida siempre ubicados en el cortoplacismo, sin ver más allá del horizonte del nuevo mundo que vivimos hoy.

En definitiva, la pandemia que ha paralizado al planeta será superada por el género humano, pero para ello se requiere de la más amplia unidad de los gobiernos, actores políticos y sociales, de gobernantes ponderados que observen al mundo y a los seres humanos más allá de las ideologías, en pro del nuevo mundo que se debe reconstruir. Tema que abordaremos en la próxima entrega.


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