Estimados venezolanos que residen en España:

Los saluda un español que en su día fue a hacer las Américas. Hijo de la Andalucía profunda que entrega su río grande a aquel Atlántico que fue Mare Nostrum, soy licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla, escogiendo el itinerario curricular de historia de América. Cuando cruzaba los pasillos de la facultad en aquel imponente edificio de la que fuera Real Fábrica de Tabacos, no muy lejos del Archivo de Indias y en la ciudad que fue denominada puerto y puerta de Indias, albergaba la entrañable y calurosa intuición de que algún día cruzaría el charco; siendo que viví en Lima entre 2011 y 2017, marcándome un definitivo acriollamiento de por vida, pues no en vano mi señora y mis niñas son peruanas.

En la capital del Perú viví muy de cerca la definición del drama venezolano, viendo cómo llegaban diariamente venezolanos que huían de una tiranía chavista que los cercaba de hambre, terror y miseria. Muchos tenían en su rostro la expresión del cansancio y la derrota; sin embargo, de a poco, vendiendo arepas y bombas, salieron adelante y prosperaron.

Por ello, los saludo como un hermano que vivió y empatizó los resultados de aquella tiranía, siendo que en el Perú todavía están muy recientes los crímenes de Sendero Luminoso, el MRTA y demás terrorismo comunista que abrasó el país con llamaradas de odio y destrucción.

Acá en España son bienvenidos. Amén del idioma y la cultura, nos vincula la sangre de las migraciones recientes, pues allá en Venezuela llegó a haber 500.000 españoles, siendo que esa cifra de venezolanos ya se inserta en España. Hay muchas familias entrelazadas entre ambos lados del océano y los canarios todavía llaman cariñosamente a Venezuela “la octava isla”. Hay mucho venezolano en España con pasaporte español, mas también muchos que han entrado con pasaporte portugués o italiano. Bienvenidos sean de todas formas. Ustedes ya vieron que acá (salvo excepciones, que en todos lados hay gente mala) los reciben bien y no necesitan ni proceso de adaptación. Como dice el periodista peruano Aldo Mariátegui, España ha acabado por asumir naturalmente la inmigración hispanoamericana, cuya sintonía es mayor que con otras comunidades.

Además, ante el temible problema demográfico que padece España, ya tenemos la experiencia de las migraciones recientes de cómo se van formando familias en natural sintonía.

Naturalmente, gente buena y gente mala hay en todos lados, pero las afinidades culturales son evidentes y al final aquí se añade el hecho de la sangre y la historia reciente entre nosotros. Y entre nosotros hemos de ayudarnos, pues al cabo de 200 años de la ruptura violenta y traumática de la monarquía hispánica vivimos en la más radical de las zozobras.

Ustedes ya escucharon que Venezuela no era Cuba; nosotros escuchamos hoy que España no es Venezuela. Y en plena crisis del coronavirus, con los que fueron asesores de Chávez (¿quizá fueron ellos allá a asesorarse?) y despachaban en el mismo Palacio de Miraflores manejan los hilos de un gobierno social-comunista que ha nacionalizado la sanidad, ha metido a Pablo Iglesias en el Centro Nacional de Inteligencia y prepara el indulto del separatismo golpista de Cataluña.

¿Les suena la vaina, verdad?

El Foro de Sao Paulo nos tiene contra las cuerdas. Fidel Castro avisó en su día que Cuba estaba preparada ante una eventual caída de la Unión Soviética, y bien adiestrado por el KGB, Chávez le vino como anillo al dedo. Desde entonces, los recursos naturales venezolanos junto con el narcotráfico (de las FARC al Cártel de los Soles, pasando por la afinidad de Evo Morales con los narcos mexicanos) empujan esta miserable oleada neocomunista que destroza todo lo que toca. Ayer fue Cuba, y hoy sigue siendo Cuba como siguen siendo Venezuela y Nicaragua; como lo puede ser México y como ya lo va siendo España.

Afortunadamente, Brasil, Bolivia y Ecuador parece que al menos supieron defenderse y luchan por su libertad.

Si hace dos siglos abrimos las puertas de nuestro propio infierno y dejamos la oportunidad de conformar una mancomunidad hispánica que de cara a los tiempos hubiera sido mucho más beneficiosa en todos los sentidos, dejemos que los muertos entierren a sus muertos y aprovechemos lo mucho que nos une, afirmando nuestra identidad ante la globalización: globalicemos, pues, en nuestro maravilloso y común idioma la resistencia a la tiranía que nos oprime.

Mientras hay vida, hay esperanza, y aún no han conseguido exterminarnos, como tampoco han conseguido exterminar al pueblo hermano de Cuba, que en el exilio de Florida se rehizo y es hoy un de las comunidades más prósperas y brillantes de Estados Unidos; amasando en su sangre y cultura mucha dosis de emigración española reciente.

Entre las idas y vueltas nos reencontramos.

Participemos juntos, como miembros de una gran familia, en la acción social y política que nos ha de liberar del castrochavismo.

Ni Maduro ni Iglesias podrán con nosotros si les plantamos cara.

¡No más miedos! ¡No más “correcciones políticas!

¡Venezolanos que están en España, estamos todos en un momento crucial! Actuemos en consecuencia, pues todavía tenemos la oportunidad. Mañana ya es tarde.

¡Vamos!


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