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Foto: Miguel Zambrano / AFP

Claro que me alegra que en Barinas la “oposición” haya ganado las elecciones de gobernador, por supuesto, ignorando las limitaciones del sistema electoral que, sigue siendo irregular e ilegal y que fue sentenciado nulo por el TSJ legítimo. También, donde solo acudió a votar la mitad de la población barinesa a pesar de la “ayuda” de los militantes del PSUV que, por miles, llegaron al estado para chantajear, presionar y, como reyes magos, repartir regalos por doquier condicionando a mucha gente a “ejercer” el derecho al voto.

La mitad de la población votante se abstuvo, algunos no existían y otros migraron huyendo de la barbarie de los dueños de ese estado llanero. Los que se quedaron, un poco más de la mitad del defectuoso registro electoral, se inclinaron por un gobernador sujeto a las directrices de los siempre eternos dirigentes y, por supuesto, la gente aprovechó la ocasión para pasar factura a una generación chavista que los somete a humillación extrema. Se demostró la fractura y división política del régimen, el cual quiso deslastrarse “sin querer queriendo” de esa generación originaria que le hace peso al poder central, incluyendo a algunos dirigentes chavistas nacionales cuya ambición de poder es evidente.

El tema hay que mirarlo con cuidado por las implicaciones que tiene dicha elección. El G4 plus impuso a un candidato adeco que se columpió sobre el descontento de la población en un entorno donde había el riesgo de caos público, el cual llevaría a una explosión social regional. Fue evidente que había que dar una lección a los gobernantes locales como efectivamente ocurrió, con la ñapa llanera de castigar a los dirigentes oficiales. Se puso de manifiesto que al régimen no le convenía ejecutar la trampa electoral frente a la alternativa de ceder la gobernación para evitar un desorden público y la conveniente opción de dar un “tate quieto” al chavismo originario.

Lo más importante para el régimen fue proporcionar y usar como golosina la ganancia de la oposición colaboradora para lograr un hecho político clave, “la legitimación del sistema electoral” y, fortalecer la ilusión que la oposición es mayoría. En realidad, se duda de esa mayoría cuando observamos un importante cambio social en el país, no solo como consecuencia de la merma de la población por el éxodo masivo, sino la mutación de la clase popular a una nueva clase media (hombre nuevo), la cual es producto del ejercicio informal de sus actividades aprovechando la dolarización artificial y como consecuencia están tasando sus servicios a precios profesionales. Hace tiempo ya rebasaron el salario mínimo, incluso el colombiano, De tal manera que esa nueva clase social se inclina a mantener su posición de emprendedores “toeros” e, indirectamente, no se opone decididamente al régimen. Sabe muy bien que un nuevo modelo político no le permitirá ser sustentable frente al desarrollo económico en libertad, el cual será ávido de mano de obra formal, y que, por otro lado, no hará posible tanta especulación basada en el desconocimiento del valor de la divisa norteamericana, en tal sentido dudamos del mito que la mayoría de la población activa es oposición, especialmente si sacamos del sistema electoral a 4 millones de votantes que emigraron del país.

Mediante la política del voto se le ha puesto en bandeja de plata al régimen una ganancia inmejorable: “la legitimidad del sistema electoral”, la cual será reafirmada con el aparato publicitario que ya se prepara para resaltar que el “sistema electoral es el mejor del mundo”, que el sistema es un reflejo de la democracia y es perfecto para hacer la cama a las elecciones presidenciales y que tienen campo abierto para convertir nuevamente los resultados electorales a favor del régimen, por cierto, con la famosa proporción 60-40 que en Barinas fue 40-60. Este sistema se ha mantenido a lo largo de dos décadas cuando todo ha funcionado a las maravillas para el régimen, independientemente de la entrega de Barinas a sus colaboracionistas que, por cierto, ya emitieron una primera acción, la declaración de reconocimiento al presidente “constitucional”, haciendo abstracción de que su supuesta elección presidencial fue desconocida formal y jurídicamente en 2018. El régimen, por su parte, reafirma que tiene el control nacional y regional, en este caso como en otros estados desplegarán su protectorado, destacando que han ganado las elecciones nacionales y tienen la mayoría de las gobernaciones y alcaldías, Barinas les resultó barato.

El tema da para muchísimas interpretaciones. Para la oposición del G4 se validan las elecciones como un instrumento basado en un supuesto sistema confiable, lo cual es una ventaja para el régimen que ahora ha logrado una vía electoral creíble y es perfecta para el futuro al darle un brutal margen para aplicar nuevamente las bases electorales fraudulentas con un registro corrompido y la exclusión de 4 millones de votantes por el éxodo. Solo le darán chance a unos 100.000  para guardar las apariencias.

Los planes del régimen han logrado su estabilidad, el reconocimiento del sistema electoral y está listo para enfrentar la iniciativa ingenua de la contingencia de un referéndum ya en promoción, cuyo despliegue entretendrá inútilmente a la población con otra zanahoria y que, indirectamente, facilitará la permanencia del régimen dos años más para preparar la reelección y afianzar el señuelo de que  todo se resolverá por la vía electoral, negociando hasta lograr el apoyo de la comunidad internacional. Y, por supuesto, difiriendo el tema de cambio del modelo político, la refundación del país y el llamado a la constituyente, para así evitar la eliminación de la reelección presidencial, cambiar al sistema judicial, profundizar los mecanismos de control social y debilitar finalmente la resistencia contra el régimen.

El efecto mariposa barinés ha puesto de manifiesto muchas cosas, pero indirectamente, ante la continuidad del régimen y de su estrategia, solo queda la necesidad de resistir, protestar la violación de los  derechos humanos, la feroz represión, la desastrosa gestión económica y profundizar la necesidad de refundar el país como consecuencia de su destrucción, y aprovechar el potencial derecho soberano de la población para  enfrentar y trabajar sin descanso en la futura reconstrucción institucional apoyada a través del concurso de la sociedad civil, cuyos representantes hasta ahora han sido dejados de lado por la denominada presidencia interina.

Estas iniciativas, además de contribuir a enfrentar al régimen y poner en evidencia la crisis y el fracaso como país, permitirá de alguna manera procurar el cambio de modelo político, no para 2025 sino ahora. Dentro de estas circunstancias se destaca el propósito imprescindible estratégicamente de reconocer que el presidente encargado es apoyado por la mayoría de los  países democráticos, pero es importante que el presidente encargado entienda de una buena vez que tiene que disponer de una organización adecuada para sustentar su gestión, rescatar sus debilidades individuales, y potenciar su actividad mediante la integración de un aparato ejecutivo, que debe ser manejado de manera colegiada, deslastrarse de la influencia nefasta del Estatuto que amarra sus manos, en otras palabras, dejar de ser unipersonal y montar una estructura circular representada en su núcleo central por un Consejo Nacional del Gobierno, el cual deberá ser completado e integrado con personalidades relevantes y de reconocimiento nacional. Solo nos queda esa opción acompañada de la denuncia y resistencia inteligente para rescatar al país, cuya administración ha sido pervertida e incluso comprometida con intereses extranjeros y, peor aún, con el crimen organizado.


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