The stars are not wanted now: put out every one;

Pack up the moon and dismantle the sun;

Pour away the ocean and sweep up the wood.

For nothing now can ever come to any good.

 

Ya no quiero estrellas, apaguen su brillo

Guarden a la luna, desmonten el sol,

Vacíen el océano y barran los bosques;

Porque ya nada…  No me sirve de nada.

(W. H. Auden)

 

Winston Churchill definió el éxito como “la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”. Martin Luther King dejó una frase histórica: “Siempre es el momento adecuado para hacer lo correcto”.

No voy a levantar mucho la voz. Es hasta probable que lo diga susurrando, a los oídos de quienes quieran escuchar el sueño romántico y utópico, del perfil del nuevo liderazgo. El motivo de tanto sigilo… ¡Bueno, las benditas redes sociales y todas sus consecuencias! Explicarme ante tantos lectores de periódicos web -o de los diarios impresos- suena una redundancia sobre algo que todos sabemos; pero como somos tan pocos los especímenes sobrevivientes que disfrutan las lecturas a la manera antigua, puedo darme el tupé de redactar una explicación.

Es difícil enfrentar el escrutinio de nuestras opiniones, redactadas con todo un historial de preparación académica y extracurricular, para ser “criticados” por quienes con un mejor Android o IPhone pretenden darnos lecciones de historia universal, de doctrina, de filosofía y hasta de política contemporánea, sin ningún tipo de instrucción o experiencia. Tal vez, con algún tipo de interés, y ¡*con más tiempo y más megas*!

El liderazgo ético tiene sus raíces desde los antiguos griegos, presocráticos y socráticos, quienes en forma didáctica buscaron la participación de las distintas esferas de la sociedad como un método de integración. La ética, uno de los grandes aportes de Aristóteles y Platón -pensadores y filósofos- pioneros en esos ideales moralistas, sobre los cuales han debido anclarse los políticos y servidores públicos, para contribuir al bienestar social, y al desarrollo colectivo. Ese idealismo filosófico, que ha debido evolucionar con el tiempo, Involucionó. ¡Es triste el tener que aceptarlo!

Al igual que muchos de los nacidos entre los años sesenta-ochenta, soy parte de esa generación, que estudió en universidades públicas, donde la formación académica, se amalgamaban con la moral y con la ética. Como en toda casa de estudio en ese tiempo, los ideales, la doctrinaria y la política, eran materia obligada en recesos, plazas y patios universitarios, a fuerza de megáfonos y consignas.  El respeto a las ideas diferentes y a la disidencia, sin embargo, se integraba con nuestro ADN. Fui amigo en esos tiempos de Caracciolo Parra León, Macario González y de Diógenes “el Fantasma” Andrade. Más diversidad ideológica en la ULA, ¡imposible!

Si me pidieran elegir entre Miguel Otero Silva o Rómulo Gallegos, obvio que mi corazón elegiría al escritor de Doña Bárbara. Mi inteligencia en cambio dudaría entre dos afamados escritores, con diversidad ideológica. Debo reconocer, que el escritor de Casas muertas. Miguel Otero Silva describió el pasado y el presente. La novela de Gallegos refleja el conflicto entre la civilización y la barbarie. La de Miguel Otero es el retrato de la miseria de nuestra antropología política y social, eternizada por nuestra incultura. ¡Dios, incultura! Lugar común entre el pasado y el presente. Raíz de todos nuestros males. Túnel sin luz al final.

Mi ignorancia política se mezcla con la de ese pueblo, al que califico como cómplice de nuestra desgracia. Considero que nos faltó una generación de relevo en el liderazgo político. Hoy luce urgente. ¿Hoy tenemos líderes comprometidos con la libertad y los principios democráticos? ¿Existe en el mundo una generación con suficiente valor para morir por sus ideales? No lo sé. Me atrevo a decir en forma imperativa. *No*. Es lamentable tener que reconocer que no hemos formado un nuevo liderazgo con principios éticos. La mayoría de los jóvenes políticos carecen de formación intelectual y de esa mística para ser responsables en la construcción de una nación para todos. Es triste reconocer que ni siquiera hemos formado militares nacionalistas dispuestos a entregar su vida por la patria, que los responsables de salvaguardar nuestra geografía no tienen ni coraje ni honor. “El único medio de conservar al hombre su libertad es estar siempre dispuesto a morir por ella”, Edgar Allan Poe. No les inculcamos amor por nuestra Venezuela.

No nos quejemos entonces de la cobardía de los demás, no pretendamos que tanto militar deshonesto, tanto empresario conspirador y esta camada de políticos inmorales, debían entregarnos la oportunidad de regresar a una patria libre y de oportunidades. Quienes nos consideramos con valores y principios debemos dar un paso al frente y comprometernos con el futuro del país. El no hacerlo es decretar el fin del liderazgo democrático.

“Estamos en los tiempos en que el hombre es científicamente gigante, pero moralmente es un pigmeo”. Mario Moreno Cantinflas.


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