Gustavo Petro
Gustavo Petro

Los altos niveles de desaprobación de los gobiernos populistas de izquierda en Latinoamérica, al poco tiempo de su instauración, revelan en el fondo que la ilusión, desesperación y la irresponsable sobre oferta de expectativas a los electores solo apuntan a formar o mantener al clientelismo como política de Estado. Este despropósito, en la mayoría de los casos, solo pueden sostenerlo con una absoluta precariedad desmejorando significativamente la calidad de vida los gobernados.

Los pueblos no se equivocan, a los pueblos los engañan por su inducida ignorancia y la demagogia; es una cuestión cultural de la que comienzan a percatarse los afectados casi que inmediatamente después de las promesas incumplidas por unos gobernantes que se encuentran con una administración pública inmanejable por su ineptitud.

El avance de la izquierda en la región, en las más recientes contiendas electorales, fue y será nutrido por muchos factores, algunos coyunturales como el de las consecuencias de la pandemia de ahora y otros que responden a una política fundamental, con una visión estructurada en el mensaje político y objetivos del Foro de Sao Paulo, liderado por quienes tenían el know how para llegar al poder porque conocían a la perfección la forma de cómo sacarle provecho a las carencias populares y sus expectativas para ese objetivo. El resultado fue el mismo: la proliferación de la pobreza.

Los casos de Boric en Chile y Castillo en Perú son icónicos. Apenas alcanzaron sendas victorias electorales, se han encontrado con unos países que por sus situaciones requerían otro tipo de gobernantes. En poco tiempo perdieron la aceptación que los llevó a encumbrarse para caer estrepitosamente a niveles inimaginables. Castillo, con una desaprobación cercana a 70% en solo algunos meses de gestión, ha tenido por su incapacidad todo género de tropiezos que ponen en duda que pueda terminar su gestión. Boric, por su parte, con pocos días de desempeño en el poder, de un jalón bajó 10 puntos de su caudal que logró montado en la ola del populismo y la protesta.

Pero pareciera que aún tenemos tela que cortar. En este mismo esquema de cómo acceder al poder tenemos al populista Gustavo Petro, un candidato bellaco que puede causar a Colombia grandes males, difíciles de reparar social, económica y políticamente. Los colombianos que tomen este atajo seguramente se arrepentirán en poco tiempo de un eventual mandato de semejante candidato. Lo desaprobarían a pocos días de su gestión y como reza el refrán “después de ojo sacado no vale Santa Lucía”.

Quienes han logrado mantenerse en el poder son aquellos populistas que comenzaron sus gestiones tomados de la mano con Fidel y el Lula de aquellos tiempos. Se han mantenido fundamentalmente con la represión de sus pueblos. La Nicaragua de Ortega, la Cuba de Díaz-Canel y nuestro país con Maduro, con niveles astronómicos de rechazo siguen aferrados al poder.

Vale preguntarse entonces si esto no responde a la ausencia absoluta de un verdadero liderazgo regional que implemente en colectivo la forma de contrarrestar estos males en Latinoamérica. El surgimiento de un liderazgo como ese tendría a su favor que ya estaría sin Fidel y Chávez, y con un Lula venido a menos al igual que el kirchnerismo, como mentores del populismo irresponsable, para consolidar en nuestra región mandatos democráticos alternativos, caracterizados por un pluralismo democrático que hoy brilla por su ausencia en los regímenes del socialismo radical.

@vabolivar

 


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