En Venezuela, es una verdad de Perogrullo, hay presos políticos. El régimen de Nicolás Maduro se resiste a admitirlo, porque sería autoinculparse, pero el miércoles 18 de octubre liberó a cinco de ellos.

Sus nombres: Roland Carreño, Jaime Requesens, Marco Garcés, Mariana Barreto y Eurinel Rincón. Nunca debieron estar presos. Y menos aún ser sometidos a vejaciones, malos tratos, descalificaciones. Al desamparo frente a la ley.

La liberación de estos cinco venezolanos, encarcelados por motivaciones políticas, fue consecuencia del acuerdo firmado en Barbados el 17 de octubre entre los negociadores oficiales, encabezados por el inefable señor Jorge Rodríguez, y la delegación de la Plataforma Unitaria Democrática, a cuyo frente está Gerardo Blyde, exparlamentario y exalcalde del municipio caraqueño de Baruta.

Roland Carreño, quien fue periodista de El Nacional y presentador de televisión, de amplio recorrido en los medios, aún aturdido en los primeros minutos de su excarcelación, expresó con nitidez el sentimiento que lo anima: «Después de tres años, de tanta espera y tanta angustia, que llegue en esta hora la libertad me llena de mucha esperanza de que también llegue la libertad de Venezuela, de aquí necesitamos reencontrarnos todos, poner todos  empeño y el debido respeto, con tolerancia, nuestros esfuerzos, para que este país se encamine hacia un estadio de prosperidad, de reconciliación, de paz, de tranquilidad y armonía».

Carreño, también coordinador nacional operativo de Voluntad Popular para el momento de su detención, estaba preso desde el 26 de octubre de 2020. Más de mil días en los que ni siquiera fue completado su juicio, varias veces interrumpido y vuelto a comenzar.

En el país, según el registro de Foro Penal, hay 273 presos políticos (menos los cinco liberados), de los cuales 147 son militares y 126 civiles; 16 son mujeres. Hay abundante documentación, de organizaciones cívicas nacionales y organismos internacionales que siguen “el caso Venezuela”, que prueba un patrón de comportamiento violatorio de los derechos humanos y de los principios consagrados en la Constitución Nacional y las leyes.

La liberación de todos los presos políticos es un reclamo humanitario y justo. Inaceptable en una sociedad de nuestros días. Indispensable para comenzar a regularizar la vida de este país de acuerdo con el pacto social y político que significan las palabras de su carta magna. Mientras el régimen persista en mantenerlos tras las rejas, será un régimen impresentable por mucho que grite el señor Jorge Rodríguez. Él, más que nadie, debería saber de prisiones injustas, arbitrarias y de profundo dolor.


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