Putin divisas

Lo registrado a escala planetaria recientemente como ha sido la operación desproporcionada e invasión por parte de Rusia a Ucrania, bajo las ejecutorias de Vladimir Putin con costos humanos, materiales y demás no tienen antecedentes cercanos en pleno siglo XXI. No sólo se desconoció todo cause elemental de convivencia, respeto a la autodeterminación de los pueblos, tolerancia, derecho internacional humanitario, sino además, queda claro la propensión del autoritarismo y totalitarismo sobre la democracia y el papel que debe jugar la política democrática en la actualidad tras la pandemia.

La “libido dominandi” o el placer de dominio es una pasión “perversa” que lleva a la desmesura, a rebasar todo cauce democrático y ciudadano, a una concepción corrompida y degradada del poder, paradójicamente en pleno siglo XXI, cuando la apuesta debería ser el consenso, la condición humana, el resguardo del medio ambiente, la promoción y defensa del Estado de Derecho, el pluralismo político, religioso y cultural, la democracia como forma de gobierno, diversas reivindicaciones y derechos emergentes  a través de la política, las instituciones y procedimientos centrados en la condición humana.

El afán de dominio, la obsesión y el sojuzgamiento en Ucrania por parte de Vladimir Putin es a todas luces inaceptable, deleznable y violatorio de todo derecho y orden mundial. Por cierto, actitudes y conductas registradas en otros tantos personajes que la historia cíclicamente repite y que representan el oprobio, la crueldad e ignominia. Nadie domestica a un animal salvaje sin encerrarlo antes en una jaula porque, mientras sea salvaje, puede matar al domador. La bestia ha terminado por devorar a la persona. Mucho puede decirse de lo visto en estos días siguen fallando no sólo las grandes instituciones mundiales, sus protocolos y procedimientos al no poder controlar las iras, los desmanes y abusos de populistas, dictadores y perros de guerra, son los perros de siempre con distinto collar pero perros al fin.

La política democrática en el vertiginoso siglo XXI atraviesa momentos inciertos que la trastocan y a veces la rebasan como ocurre en la actualidad, y en muchos casos la transforman como actividad noble y engrandecedora que debe ser. La democracia a nivel planetario asume una serie de desafíos mayúsculos. Lo registrado en Ucrania no puede pasar desapercibido o por debajo de la mesa. Parte de los extravíos actuales, es que la democracia al igual que la política también fue sometida a procesos diversos que la han socavado o vaciado, quedando reducirá das muchas veces a una rutinas electorales cada vez más vacías y que se presentan como rituales y pragmatismos muy alejados del verdadero sentido de la política y la democracia asechadas ambas por estos perros de guerra. El tejido ciudadano e institucional local, regional y mundial hay que recuperarlo y fortalecerlo frente a los desmanes vistos. Requerimos instituciones estables, fuertes e imbricadas en la sociedad.

Frente a los dilemas registrados donde la política se vacía, se instrumentaliza y se pragmatiza, requerimos formular algunas críticas por un lado, pero paralelo a esto urgen proponerse una serie de utopías que de alguna forma devuelvan las esperanzas a los ciudadanos, y más todavía, esas utopías y si se quiere ilusiones o sueños sirvan para la proyección y guía de una sociedad mundial mejor y más estable, con unas instituciones modernas y unos actores disciplinados que transfieran arraigo y certeza, e inviten por tanto a hacer política y a asumir una verdadera condición de ciudadanos en nuestras democracias, estas últimas hoy invernando y asechadas repito por militarismos, populismos de variado cuño y tono, nuevos autoritarismos, algunos más radicales otros más sofisticados, pero todos en común carentes de tolerancia, pluralismo y respeto a la condición humana.

La decadencia de las instituciones y del sentido de colectividad y comunidad en lo registrado en Ucrania poner a prueba a los gobiernos del mundo, a las grandes instituciones multilaterales y potencias. El mundo requiere tras la pandemia y lo registrado en Ucrania ser resituado, y cuando hablamos de pandemia no sólo nos referimos al coronavirus, sino precisamente a esclavitudes viejas y otras más nuevas y más sofisticadas, a autoritarismos y totalitarismos muy variopintos que niegan y representan una afrenta la condición humana, a la emergencia de radicalismos, fanatismos, talibanismos y sus semejantes, a un sinnúmero de fenómenos y hechos a todas luces regresivos a la condición humana.

Urge revisar las concepciones de poder, de democracia, soberanía, ciudadanía y demás. Tal vez se demandan la presencia de nuevas utopías o de una emancipación que persigan y se transformen en una recuperación del papel de las creencias, de las certezas y sentidos de pertenencia, arraigo, del espacio y espíritu público, y fundamentalmente del papel de nuestros ciudadanos, de los políticos y las autoridades a escala planetaria frente a la libido dominandi y el  sojuzgamiento actual.

(*) Profesor de la Universidad de Los Andes E-mail: [email protected]


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