Cuando yo era, más que consciente instintivamente, presa de la burundanga ideológica del obsoleto y periclitado “ideario” decimonónico del marxismo ortodoxo y “eclesiástico prosoviético”, durante mis años de estudios secundarios de bachillerato en la otrora gloriosa juventud socialista del MEP, por allá en el bucólico y apacible Delta de mis tormentos, escuchaba a mis “combatientes” mayores en edad que el socialismo en Venezuela advendría alguna vez necesariamente “ley social, por ley biológica y finalmente por ley de la historia”; así nos decían en los cursos de capacitación y doctrina que iban a dictar los líderes nacionales que vivían en Caracas y viajaban al interior del país a “evangelizar” a la militancia con los libritos de la Academia de Ciencias de la URSS o las Ediciones de Pekín en dichos cursillos ideológicos de adoctrinamiento político.

Obviamente, no nos decían o tal vez nos escamoteaban aquel aforismo que rezaba: “La historia se repite; la primera vez como tragedia y la segunda como farsa”.

Es evidente que las denominadas “leyes” de la “dialéctica de la naturaleza” no rigen ni se pueden aplicar traslaticiamente a los complejos y cambiantes (evanescentes) fenómenos socio-antropológicos que caracterizan a los huidizos e inaprehensibles procesos civilizatorios de los cuales somos parte intrínsecamente constitutivos. Trataré de explicarme del modo más sencillo que me sea posible. Según la “ley de la gravedad” “todo lo que sube baja” y en el plano sociopolítico venezolano si el fenómeno histórico del chavismo logró subir hasta las altas cumbres del poder gracias a un lentísimo, largo e hipercomplejo proceso de consistente en zapar subterráneamente los fundamentos arquitecturales del Estado liberal-democrático de la república nacida del derrocamiento de la dictadura perezjimenista el 23 de enero de 1958. Los líderes, dirigentes y artífices de las otrora “heroicas” gestas revolucionarias libertarias que protagonizaron los procesos lucharmamentistas e insurreccionalistas de las décadas de los sesenta y setenta del pasado siglo XX han devenido los novísimos gendarmes y verdugos de nuevo cuño de la -a estas alturas del devenir histórico republicano- obsoleta y anacrónica “revolución bolivariana y socialista”. Las seductoras banderas de largo aliento social, redencionistas y emancipatorias, que izaron sus propulsores en aquellos esperanzadores años finiseculares de la década de los noventa lucen hoy día desteñidas y semejantes a unos jirones de trapos inservibles que ya no convocan ni movilizan a los desdentados, alpargatudos, desclasados y preteridos de todas las horas ya no despiertan interés alguno en las turbamultas y masas ignaras que desde los albores de los tiempos históricos han servido sólo para hacerle bulto a las élites sociales y políticas que se han turnado el ejercicio del poder desde cualesquiera topología ideopolítica.

Contra todo pronóstico la rimbombante y autodenominada “revolución socialista” en Venezuela muestra su verdadera naturaleza despótica-autoritaria fundada en su talante político-militar y su vocación coercitiva y abiertamente represiva una vez constatada la pérdida de su inobjetable antigua legitimidad jurídico-política…


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