Mientras unos vecinos hablan y vanaglorian su democracia, la tarima nacional vuelve a tener un espectáculo. ¡El show se hace presente! Ya la incredulidad de la gente llegó a su más alto nivel, pero algunos piensan que aún tienen credibilidad. ¡Bochorno nivel leyenda! Buscar lavar la imagen demacrada, el liderazgo diluido y un legado repudiado en cada rincón del mundo es el objetivo de los arquitectos del desastre. El plan va más allá. Hay que recalcarlo nuevamente: ¡Estamos en guerra!

Es sorprendente y quizás errado este criterio pero, muy en el fondo, la cobardía hace estragos en los sentidos de los que hoy están en el poder. Son unos cobardes empezando por el máximo hasta al mínimo. Aún quieren hacer entender que vivimos en democracia, la realidad que intentan demostrar es otra. Una realidad que cada día se aclimata y se agudiza, ellos siguen con su plan. Aceptar que comandan un régimen tiránico y dictatorial no es parte de ese meticuloso plan porque hay que seguir mostrando las apariencias ante el globo. Son los cobardes más grandes de nuestra historia porque «no hay peor cobardía que negar la esencia de su ser».

Quizás la memoria nos falle porque hay muchos que solo tenemos esta realidad como experiencia. Sin embargo, la constante búsqueda de métodos de lucha es imperiosa. Paseamos por páginas de muchos libros, anécdotas de antaño y la sabiduría vigente de los que hoy siguen vivos y llegamos a un punto: «Sivis pacem, para bellum«, la máxima latina que significa «si quieres la paz, prepárate para la guerra» y, debemos prepararnos cuanto antes ya que la guerra empezó.

Ahora es el momento oportuno para releer uno de los más agudos panfletos políticos del siglo pasado: el Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu de Maurice Joly, y es el caso repetir aquí las argumentaciones sutiles y proféticas, pues hay un párrafo tan adecuado, en donde alecciona Maquiavelo al perplejo Montesquieu. «En nuestros tiempos, se trata no tanto de violentar a los hombres como de desarmarlos, menos de combatir sus pasiones políticas que de borrarlas, menos de combatir sus instintos que de burlarlos, no simplemente de proscribir sus ideas, sino de trastocarlas, apoderándose de ellas. (…). El secreto principal del gobierno consiste en debilitar el espíritu público, hasta el punto de desinteresarlo por completo de las ideas y de los principios con los que hoy se hacen las revoluciones. En todos los tiempos, los pueblos, al igual que los hombres, se han contentado con palabras. Casi invariablemente les basta con las apariencias; no piden nada más. Es posible entonces crear instituciones ficticias que respondan a un lenguaje y a ideas igualmente ficticias; es imprescindible tener el talento necesario para arrebatar a los partidos esa fraseología liberal con que se arman para combatir al gobierno. Es preciso saturar de ella a los pueblos hasta el cansancio, hasta el hartazgo».

¿Habrá que recordar que la «lírica liberal» de entonces tenía al menos una frescura revolucionaria, una credibilidad moral, que en nuestros días ya no se guarda ni por casualidad? Hay que recordarles a quienes creen que la libertad es solo una simplona idea, en lugar de reclamarla como posibilidad de acción social, con que la libertad se le reconozca en el plano ideal ya le basta para sentirse satisfecho; a quien no le interesa de la democracia más que su forma de legitimar sin escándalo lo vigente, en lugar de tenerla por el instrumento subversivo de revocación permanente de lo dado, con que se le conceda formalmente la democracia, se contenta y ya no pide más. Pues no, los derechos se pelean, se exigen y se defienden, a capa y espada.

No la tenemos fácil y nunca la hemos tenido. Los que están en aquella acera usan los peores y más acérrimos métodos. Usando a un Sebin, FAES, o cualquier «organismo de seguridad» que son pusilánimes copias al carbón a la Ojrana Zarista, pasando por el sadismo político como lo hizo su ídolo Gadafi, luego por los laboratorios propagandísticos al estilo nazi de Goebbels, unas instituciones que han llegado al punto más recalcitrante de conspiración y complicidad, una «FANB» que más que una institución es un clan de sabandijas traficantes y represores, y parte de un pueblo que sigue envuelto en un letargo portentoso del «Morfeo chavista». Todo esto, son los puntos que nuestros adversarios usan para convertir a Venezuela en la nueva «Salem» con su cacería de brujas.

Si creían que el monstruo era diminuto se equivocaron, si pretendían que con un par de tweets descalificativos la tiranía iba a caer pues fueron inocentes, si creían que atacando al aliado que tenía métodos distintos pero objetivos comunes iban a convertirse en los únicos portadores de la espada de Damocles pues, cayeron en la trampa. La arremetida que nos viene será mucho más implacable y ya demostraron que la inmunidad constitucional les tiene sin cuidado. Pues, debemos contraatacar y el miedo no debe guiarnos.

¡Estamos en guerra! Hay que identificar los siguientes pasos del enemigo. No se debe andar con misterios ni agendas ocultas por conseguir un par de lochas. La esperanza debe mover la fibras de un pueblo sediento de ella y debemos construir ese discurso, los que apuestan a una salida negociada deben hacerlo con argumentos sólidos y en ventaja porque «nadie canta retruco viendo a la perica en la mesa», los que tienen aspiraciones minúsculas deben dejarlas en la gaveta, ponerse los patines y salir a luchar. Les recuerdo: «Sivis pacem, para bellum«. Es hora de prepararse para la paz.

@JorgeFSambrano


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