Leopoldo López

Así como el pueblo venezolano merece la libertad, así como cada preso político merece ser liberado plenamente, así Leopoldo López merece reunirse con su familia en un lugar en el que pueda volver a sentirse como un ser humano.

Este régimen sabe cómo causar dolor, lo ha demostrado desde hace más de 20 años. No nos olvidamos de los policías metropolitanos que permanecen presos desde 2002, pero eso no quiere decir que no celebramos que Iván Simonovis haya escapado de unos esbirros que lo estaban matando lentamente.

También nos alegramos cuando Antonio Ledezma llegó a Madrid, aunque sigue conectado con el país que lo vio nacer y sufre por sus hermanos venezolanos. Todos los presos de conciencia de este régimen son culpables de nada. Han sido secuestrados con la mayor de las injusticias y han padecido las peores torturas. Y la primera de ellas es estar alejados de sus seres queridos, no poder hablar, no poder decir lo que piensan.

Así estaba Leopoldo desde 2014. Su único delito fue decir que estaba en contra del jefe del régimen y de todo lo que él representa. Con la mayor de las sañas, heredada desde la época del comandante muerto, fue encerrado por años y no pudieron doblegarlo ni silenciarlo. Cuando lo dejaron salir a su casa le pusieron un dispositivo que le recordaba que no era libre, que le quitaba segundos de vida.

No poder ser hijo, ni padre ni esposo. No poder ser ciudadano, ni trabajador ni político. Así estuvo Leopoldo desde que con toda la buena voluntad se entregó a los esbirros del régimen. Así estuvo Juan Requesens, así han estado cientos de venezolanos.

¿Por qué no alegrarse cuando consigue la libertad? Los que juzgan con mezquindad el hecho de que Leopoldo hoy haya amanecido rodeado de su familia no saben lo que es ser víctima de esta tiranía. No hay que estar preso para entender que cualquiera que logre respirar otro aire que no sea el de la opresión y el desamparo debe sentirse feliz.

La mayoría de los venezolanos desea ver llegar el día en que todos seamos libres de esta pesadilla. Los que no sienten así es porque son parte del problema.

Nadie duda que Leopoldo desde donde esté seguirá pensando en Venezuela. Nadie pone en entredicho su sacrificio. Nadie puede ser capaz de pensar que el haberse ido significa que abandona la lucha. No lo hizo mientras estuvo enterrado vivo, menos ahora.

Pero aunque no sea así, por un simple gesto de humanidad, nos alegra el hecho de que pueda recibir el abrazo de sus seres queridos.


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