Leo acerca de la aprobación de un debate sobre proyecto sobre lenguaje inclusivo en Venezuela. Habiendo la cuestionada Asamblea Nacional de Venezuela aprobado, hace pocos días, en primera discusión el debate del proyecto de Ley sobre la Promoción y Uso del Lenguaje de Género, diré algunas cosas que creo pertinentes sobre dicho texto.

Al presentar la propuesta, la parlamentaria proponente, Niloha Delgado, miembro de la Comisión de Desarrollo Social Integral, fundamentó que la ley consta de 10 artículos que promueven el uso del lenguaje no sexista, para que la igualdad de las mujeres sea real y efectiva.

Indicó que la idea es ‘visibilizar en la comunicación escrita la igualdad y paridad entre hombres y mujeres, ya que emplear el género femenino en los cargos públicos y profesionales lo convierte en un instrumento inclusivo y no sexista’.

En lo particular, no es una ley proponiendo la inclusión verbal, idiomática o lingüística, sobre la supuesta feminización en el lenguaje, lo que va a equiparar al hombre con la mujer o viceversa, tanto en las oportunidades laborales, las relaciones interpersonales, y en fin, en todo cuanto tiene que ver con el día a día de la vida misma

La Real Academia de la Lengua Española, y la Asociación de Academias en el mundo, han señalado categóricamente en reciente dictamen, recordándonos que no es correcto repetir la misma palabra en su versión masculina y femenina.

No es necesario, entonces, usar continuamente expresiones como los/las cuando se habla y se escribe sobre el género masculino y femenino. La RAE califica el lenguaje inclusivo como una «una moda» y llama a evitar el desdoble. Además, los académicos han dicho: «Creemos que el masculino genérico no es discriminatorio».

Queda claro que el masculino genérico es el recurso aceptado por la RAE y por la mayoría de los lingüistas para designar a grupos de hombres y mujeres. «Los estudiantes», «los profesores», «los niños», «los jugadores», etc.

Resalta el desatinado tratamiento de los géneros gramaticales. Es bueno respetar el uso de expresiones genéricas para englobar a hombres y mujeres en una sola palabra.

Recurrir a esa norma gramatical no es una cuestión de feminismo ni de machismo. Se trata de no recurrir a ella por innecesaria y atentar contra la economía del lenguaje o de otros medios expresivos.

Si decimos «ciudadanos», «electores», «empresarios», «venezolanos», «extranjeros», se sobreentiende que nos referimos a hombres y mujeres. Repetir hasta el hartazgo «ciudadanos y ciudadanas», «venezolanos y venezolanas», «egresados y egresadas», resulta necio y tedioso.

Insisto, repetir hasta el hartazgo «los y las deportistas», «los y las particulares», «ministros y ministras», resulta una necedad, ridículo y hasta idiota.

En la Constitución venezolana, por ejemplo, para no dejar dudas, pudo incluirse un artículo, uno solo, que expresamente advirtiese que, al usar ese tipo de expresiones, debería entenderse que se extendía a los dos sexos.

En noviembre de 2020, nuevamente la Real Academia de la Lengua Española (RAE) ha rechazado el reconocimiento del lenguaje inclusivo. La noticia fue conocida durante la presentación, en conjunto con la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) del texto Libro de estilo de la lengua española según la norma panhispánica.

De acuerdo con lo que aparece en el primer capítulo del manual publicado, ambas instituciones expresaron su rechazo al lenguaje inclusivo. El manual, en cuestión ha sido presentado como una guía que “pretende servir para una mejor manera de escribir y hablar”.

Algunas de estas razones han sido que el significado de las palabras es el que ya está recogido en el diccionario o que los desdoblamientos a los que incita dejar de usar el masculino como genérico atentan contra el principio de economía del lenguaje.

Por lo anterior, considero innecesario, necio y ridículo (lo dije antes) que un órgano legislativo de dudosa legitimidad, por cierto, asome un proyecto de ley para promover un lenguaje dizque inclusivo.


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