De acuerdo con un informe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la migración mundial ha ido en aumento, de 173 millones en el año 2000 hasta 272 millones en 2019, esto significa que más de 3,5% de la población mundial actual no se encuentra en su país de origen. Los criterios de escogencia del país destino al momento de emigrar son diversos y algunos más importantes que otros según el juicio y la condición de cada individuo, dado que en la decisión final se involucra el estilo de vida y la proyección laboral, familiar y social que se pretende alcanzar en el futuro. Tal vez uno de los temas de mayor relevancia es el relacionado con el idioma del país destino. Normalmente tienen prioridad los destinos con el mismo idioma que se domina, que se conoce como lengua materna; sin embargo, no todas las decisiones terminan seleccionando un país así, en ese caso el migrante se enfrenta a la ineludible tarea de conocer y dominar el nuevo idioma de acuerdo con su futura actividad laboral y social.

Al aprender otro idioma en el reciente ambiente de vida, el inmigrante no solo descubre una nueva manera de comunicarse, sino una nueva cultura y hasta una forma diferente de ver la realidad, surgiendo asimismo el deseo de conocer todo lo relacionado con el nuevo destino, manteniendo y preservando, indudablemente, su identidad. Así, el individuo es bilingüe y con dos visiones del mundo, que a veces entran en conflicto o al contrario, se refuerzan.

Los partidarios de la multiculturalidad, individuos y organizaciones que predican la existencia y convivencia de varias culturas en un mismo espacio físico, geográfico o social; esperan que se conserve la lengua materna de los nuevos inmigrantes, consideran que el bilingüismo y el pluralismo lingüístico favorecen la sociedad y elevan el nivel de desarrollo y convivencia armónica entre las personas, dado que fomenta un enriquecimiento con el aprendizaje de las diferencias, ya sean religiosas, raciales, étnicas o de género.

Los primeros inmigrantes llegan por lo general al nuevo país como adultos jóvenes, aprendiendo el nuevo idioma solo lo suficiente para sobrevivir, manteniendo el uso de la lengua materna en el hogar y en las reuniones con coterráneos en general, así como en los encuentros familiares y sociales. Sin embargo, sus hijos, la segunda generación, crecen en hogares donde los padres y los adultos mayores les hablan la lengua materna, y en la escuela y la calle hablan el nuevo idioma, con una clara preferencia por este último, de tal manera que con los mayores y hasta en la casa surge el uso del doble vocabulario, reduciéndose cada vez más la lengua materna. Frecuentes son los casos en los que los padres reclaman respuestas en el idioma original, con la intención de conservarlo.

Ya para la siguiente generación (nietos de inmigrantes), solo una minoría mantiene el bilingüismo, hablar solo el nuevo idioma es el patrón predominante en la tercera generación, ya que es lo comúnmente utilizado por sus padres. Esos niños, la tercera generación, son así la primera generación en ser monolingües, aunque es posible que hayan aprendido fragmentos de la lengua materna de sus padres o abuelos.

Las pocas excepciones a esto se observan en las regiones fronterizas de países con diferentes lenguas, donde ambas lenguas coexisten por muchas generaciones (frontera México-Estados Unidos); así como en los casos de un alto volumen inmigratorio concentrado en un espacio específico (Miami-Estados Unidos, la Colonia Tovar-Venezuela). En estas situaciones se presentan fenómenos lingüísticos interesantes. En el primer caso, con la coexistencia de dos idiomas, surge la mezcla de ambos y no su desaparición definitiva, dando origen a una comunicación dotada de términos tanto de uno como del otro, manteniéndose así por largo tiempo. Por otro lado, cuando un grupo de familias emigran y se establecen en el mismo espacio geográfico de un país con otro idioma, la lengua madre permanece por mucho tiempo y hasta puede convertirse en una alternativa comunicacional en la región, y además manteniendo las características originales al momento de la inmigración, aun cuando en el país de origen, que según la filología y la lingüística hayan surgido los cambios lógicos de la lengua por la evolución que existe en toda sociedad.

Para los que por cualquier razón no aprendieron la lengua materna, sean de la segunda generación, y aún más para los de la tercera, percatarse del beneficio de dominar la lengua materna y querer ser bilingües exige que realicen cierto esfuerzo de aprendizaje, inferior al necesario para dominar cualquier otro idioma diferente, dada la familiarización. Es oportuno aclarar que cualquiera sea la lengua materna, dominarla es de gran beneficio dado que además de favorecer la  posibilidad de comunicación con otro grupo social, con otras redes, que es de alto valor en la globalización actual, también enriquece porque está asociada a la cultura con la que se ha vivido en el hogar, a mejorar la relación con los coterráneos con quienes se comparte, a mejorar el entendimiento y la asimilación de los valores y principios que se han recibido desde la niñez, dando como resultado una más amplia percepción del entorno y un afinado criterio.


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