En momentos en los cuales se aproxima la batalla final de la guerra en Ucrania con un solo esfuerzo concentrado en el este (Donest y Lugank), es posible después de las explicaciones de las semanas anteriores observar los escenarios a presentarse en los tiempos por venir.

Para la Unión Europea y Estados Unidos y sus aliados es una realidad que la guerra económica con la Federación de Rusia va a continuar hasta la sustitución total del comercio con dicho país, rompiendo toda dependencia energética, industrial o de materias primas

Esta política de enfrentamientos económicos y tecnológicos implicará también la búsqueda de apartar del poder a la mayor cantidad de gobiernos que actualmente se mantengan favorables en forma abierta o pasiva (bajo el manto de neutralidad), como acaba de ocurrir este pasado fin de semana con el gobierno de Pakistán, cuyo primer ministro mantuvo una posición favorable a Moscú y aunque denunció abiertamente una “conspiración extranjera” , no pudo evitar que le organizaran la primera destitución parlamentaria en la historia de su país. Este caso es relevante por ser la única potencia nuclear musulmana, con más de 200 millones de habitantes, aliado regional de la República Popular China y ruta vital para el proyecto de la Ruta de la Seda, además de ser un país que puede impedir la llegada directa de gasoductos rusos a la India.

Por estas razones geopolíticas, los gobiernos de países como la India, Indonesia y Suráfrica deben estar muy preocupados, pues su falta de apoyo a los países occidentales puede tener graves consecuencias comerciales y financieras, que sin duda podrían generar cambios de opinión en las élites políticas de dichas naciones. En este sentido, es necesario señalar que ya el gobierno de la India desarrolló una reunión virtual con Biden, para conocer la posición estadounidense y dar garantías de no ser un obstáculo a las posiciones de Occidente.

Esta situación delicada se podría generar en países con fuertes inversiones europeas y estadounidenses como los Emiratos Árabes Unidos, Bangladesh, Egipto, Nigeria, Filipinas, entre otros, si no comienzan a moderar sus actuaciones y discursos contra la cultura y las formas políticas de Occidente.

Aquellos que están destruyendo por las redes sociales a los gobiernos “progresistas” de Argentina y Chile por no apoyar a Rusia y hasta votar a favor de su expulsión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, es importante entender que ambos presidentes son muy conscientes de sus dependencias comerciales y financieras con los países occidentales; mientras que gobiernos ambivalentes como México y Brasil estiran la cuerda, por razones económicas (Brasil) o ideológicas (México), siempre que no sean apretados por sus acreedores o vecinos.

En el caso de Rusia, es evidente que dará por perdido los centenares de miles de millones de dólares estadounidenses o euros, de su Banco Central, sumados a la pérdida de sus agentes financieros y comerciales a nivel global, conocidos como los  «oligarcas» que también verán cerrados sus márgenes de maniobra económicas y tal vez muchos de ellos verán definitivamente confiscados sus yates, mansiones, aviones, obras de arte, empresas y otros bienes.

En este campo de batalla se ha ignorado por muchos analistas tradicionales el papel de las redes sociales, que han logrado un efecto disuasorio sobre la casi totalidad de las empresas multinacionales, excepto las de China, que tienen negocios en Rusia y que se han visto obligadas a cerrar sus instalaciones para evitar un daño reputacional que destruya sus marcas corporativas. Ya en su momento se revisará el papel del ministro Fedorov, responsable ucraniano de Asuntos Digitales, que logró articular alianzas globales con muchos grupos independientes en la ciberguerra, a la vez que demostró la importancia del sistema de Internet satélite Starlink de Elon Musk.

No cabe duda de que en cualquier escenario final del conflicto, la reanudación de actividades empresariales en Rusia tendrá un enorme coste para las empresas occidentales de cualquier tipo.

Tal situación material convierte a Rusia en “rehén“ del gobierno de China, que se convierte en la única potencia comercial y financiera para sostener en forma prolongada al gobierno de Putin a través de la compra de materias primas y el suministro de importaciones vitales para el consumo y el desarrollo de la industria de Rusia.

Esto lo tiene bien claro la administración Biden y por ello,  las amenazas de tomar medidas contra China, secundada por sus aliados, lo que debe estar generando un gran debate en la clase gobernante de Pekín, puesto que adelantar una guerra económica es una opción temible para los empresarios de dicho país, pero aceptable para los generales y líderes políticos que pueden concluir que una derrota económica y política de Putin, que derive en un cambio de gobierno, implicaría la ampliación global de la OTAN hasta Asia y la caída de muchos gobiernos en África, América Latina y Asia, que no apoyan a los países occidentales, lo que dejaría a China en una muy complicada situación geopolítica, por falta de aliados extracontinentales.

Los gobiernos de países como Nicaragua, Cuba, Siria, Irán, Argelia, entre otros, son extremadamente dependientes de la asistencia técnica, militar y política de la Federación Rusa y sin este apoyo, el contraataque de sus enemigos internos y externos, se haría inevitable y tal vez hasta pondrían finiquito a algunos de ellos.

Es obvio que en esta batalla global, el papel de Venezuela es muy delicado, pues su extrema dependencia económica y tecnológica convierte al país en «carne de cañón» de una gran guerra económica y política entre China y Estados Unidos, donde Rusia y la Unión Europea, son alfiles de este ajedrez geopolítico.

Las desbordadas emociones que se desataron en líderes políticos y analistas económicos del Polo Patriótico con la visita de unos emisarios del Gobierno de Biden, demuestra claramente que existe una gran conciencia de la extrema necesidad financiera del gobierno de Maduro, quien entraría en pánico total, si desaparece el gobierno de Vladimir Putin, obligándole a hacer concesiones políticas y económicas tan inconcebibles para los máximos líderes del PSUV, como la impensable devolución del centro comercial Sambil y una larga lista de empresas expropiadas, de todo tipo que se están devolviendo a sus antiguos dueños y otros nuevos, lo que podría derivar en una privatización desbocada de las empresas estatales “socialistas” como la que ocurrió en la Rusia de Boris Yeltsin a la caída de la Unión Soviética.

Estas concesiones económicas solo son sostenibles si se realizan las concesiones políticas, que implican entregarle a la plataforma del G-4 una gran parte de las peticiones que están solicitando.

Tales son las consecuencias que se pueden generar por las interrelaciones económicas existentes entre los países que se están enfrentando en Ucrania.

La próxima semana se revisará el componente ideológico/cultural de este conflicto, el cual se hace desconocido para muchos sectores de la opinión pública, en numerosos países.


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