Una vez mas Uruguay acaba de dar una lección de sólida democracia e institucionalidad. Este pequeño gran país cuya población (3.5 millones) es menor que la de Caracas da un ejemplo de lo que es una tradición digna de ser envidiada –sanamente- e imitada. Con una participación electoral que hace palidecer los porcentajes de casi todas las democracias occidentales los uruguayos acaban de elegir un nuevo presidente quien por cinco años a partir de marzo del 2020 conducirá los destinos de aquella nación cuya ubicación geográfica le impone el desafío político de estar rodeada totalmente por Brasil y Argentina cuyo peso regional y  sostenidos vaivenes políticos y económicos han influido y siguen influyendo -a veces decisivamente- en su historia.

Como dato personal y familiar comentamos que nuestros abuelos paternos, Pedro y Rosa, habían nacido en las ciudades de Salto y Paysandú respectivamente, ubicadas ambas a orillas del río Uruguay que sirve de límite entre ese país y Argentina  siendo que para mediados del siglo XIX  la Banda Oriental (como se llamaba entonces) acogía a una buena parte de las familias argentinas que –igual que los venezolanos de hoy- emigraban a causa de la dictadura de Juan Manuel de Rosas que duró casi treinta años. Casi un siglo después ese mismo Uruguay recibía en condición de exiliados a varios miembros de nuestra familia materna vinculados con la oposición a Perón. Y por si fuera poco –en 1955- finalizada la dictadura argentina el nuevo gobierno designó como embajador ante Montevideo al mas pintoresco de los argentinos de entonces: don Alfredo Palacios, primer diputado socialista de América (electo en 1905 por el distrito bonaerense de La Boca) quien llegó a su destino en un buque de la Armada Argentina acompañado y recibido por miles de compatriotas agradecidos por el apoyo  y cobijo brindado por Uruguay en horas aciagas. Como  entonces no querer a Uruguay en forma especial!

El proceso electoral que ahora comentamos pudo reunir numerosos signos de madurez institucional empezando por la elección de candidatos en limpias  primarias de sus partidos, la realización de una primera vuelta  llevada a cabo el pasado 27 de octubre que incluyó elecciones parlamentarias. En esa ocasión el gobernante Frente Amplio consiguió mayor numero de votos pero no los requeridos para evitar el “balotaje” (segunda vuelta) escenificada hace apenas una semana.

El otro rasgo de madurez cívica e institucional lo proporciona la ínfima ventaja que facilitó el triunfo a Lacalle Pou el cual fue certificado por el organismo electoral competente en apenas pocos días y aceptado por el perdedor y el colectivo  sin que ello requiriese de  muy sospechosas “conversaciones” entre ninguna Tibisay ni otros factores de presión. En su momento, en nuestra Venezuela   (1998) Rafael Caldera también ganó su primer mandato venciendo a Gonzalo Barrios por tan solo 30.000 votos sin que ello dejara por resultado un país dividido con enconos aparentemente insuperables como los que hay hoy. Que cuarta república aquella cuando eso nos parecía normal!

La elección uruguaya pone en evidencia también que la alternancia entre partidos para gobernar es no solo posible sino saludable y normal. Allá no se escuchó el grito de “no volverán” ni otras manifestaciones de “bullying”  que ya son comunes en Venezuela tanto en el discurso político como desde los medios sometidos a la hegemonía comunicacional ejercida  sin disimulo ni vergüenza alguna.

También es digno de resaltar el compromiso alcanzado entre quienes en la primera vuelta no pudieron lograr imponerse a fin de garantizar una coalición democrática y multicolor que facilite la gobernabilidad en el quinquenio que viene. Pensar que en nuestra Venezuela –otrora ejemplo de civilidad- no es posible unir a la oposición y hasta somos testigos del bochorno que ofrece un grupo minúsculo  y sin ninguna representatividad que –arropado y posiblemente financiado en sus desplazamientos por la dictadura madurista-  anda negociando vaya a saber que tracalería.

En cuanto a la posición uruguaya futura frente a Venezuela cabe confiar que el giro será de ciento ochenta grados. Parece mentira que un presidente como Tabaré Vázquez  personalmente dotado de suficientes credenciales democráticas se hubiese dejado chantajear por el ala comunistoide de su coalición Frente Amplio quien se había adueñado de la conducción de la política exterior  poniéndola al servicio de la dictadura de Caracas y torpedeando los esfuerzos regionales en pro del retorno de Venezuela a la normalidad democrática. Entendemos que con la nueva composición del Poder Legislativo poco o nada podrán influir. Ojalá.

Si la OEA se asemejase a un juego de fútbol donde el premio fuera el retorno de la  democracia para Venezuela  entonces pudiéramos  contabilizar dos goles en contra: México y Argentina pero cuatro a favor : El  Salvador, Brasil,  Bolivia y Uruguay. Pas mal! como se diría en francés.


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