Mientras más acelera la dictadura su ofensiva represiva, a la misma velocidad se desmorona su estrategia para mantenerse en el poder mediante triquiñuelas que no convencen a nadie medianamente informado.

En su caída han terminado por destruir lo único que los sostenía a duras penas: el legado de Chávez. Ese pueblo que hace casi 11 años obedeció a su líder ya en agonía y votó por el sucesor designado, se siente decepcionado, traicionado, estafado.

Pero los jefes del PSUV siguen apelando a la figura del comandante para exigirle lealtad a los empleados públicos, a los militares, a los registrados en consejos comunales, a los milicianos… Se saben dentro del partido en este momento sin nadie que pueda ganar limpiamente a la candidata que resultó electa en la primaria de la oposición.

Han despilfarrado el capital electoral que les legó Chávez y no pueden culpar a nadie más que a ellos mismos, no cabe aquí el comodín de la guerra económica. Ha sido única y exclusivamente responsabilidad de su mala gestión, de la corrupción desmedida que no les ha permitido atender de manera eficiente ni siquiera los servicios básicos, que hoy fallan en todo el país; tampoco la educación, la salud, el control de la inflación.

Pueden insertar la voz del teniente coronel de Sabaneta en cuanto programa de TV o acto organicen, mas ese pueblo chavista que era incondicional no es tonto. Le repiten como un mantra “leales siempre, traidores nunca”, pero el sueldo apenas alcanza para medio vivir, hay problemas para reponer el gas, los hijos solo reciben clases dos días a la semana porque la escuela no tiene agua, ni maestros.

Y mientras tanto, sigue sin saberse nada del cabecilla del robo a la industria petrolera de más de 23.000 millones de dólares. Se dice fácil, pero vale la pena repetir la cifra: ¡23.000 millones de dólares y ni siquiera está detenido! ¿Complicidad?

Rindan cuentas y después exijan lealtad. Así funciona este juego de la política.

Todos sabemos cómo caímos en manos de esta gente, sin valor ni vergüenza, huérfanos de principios, soldados sin victorias conocidas. ¿Tuvieron alguna vez la capacidad o al menos la intención de transformar el país, de cambiarlo para bien, de encauzarlo hacia los retos del siglo XXI?

En manos de estos señores Venezuela ha fracasado moral y económicamente, se aumentó la producción de hampones y criminales, de lavado de dinero y de uso indebido de los bienes públicos. El dinero cambia de mano, pero sólo en la cúpula, al resto del país, a empleados y obreros se les dan las sobras en forma de bonos y aumentos ficticios porque nada crece, como no sea la pobreza y el hambre.


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