Cada día que numerosos caminantes provenientes de Latinoamérica cruzan ilegalmente la frontera de Estados Unidos huyendo de la barbarie de su país de origen, queda en evidencia el fracaso de la política en buena parte de nuestra región. La muerte de 8 inmigrantes por atropello en Brownsville, Texas, pasa a formar parte de la estadística de sucesos que sufren miles de seres humanos indocumentados que salieron tras el sueño americano y fueron alcanzados por la fatalidad. En este desafortunado hecho ocurrido esta semana, la mayoría de quienes perdieron la vida eran venezolanos.

El actual fenómeno migratorio no tiene precedentes en la región y no ocurriría si regímenes dictatoriales como el de Venezuela, Nicaragua o Cuba no existiesen. El gobernador de Texas, Greg Abbott, anunció el despliegue de otra unidad de la Guardia Nacional para “interceptar, repeler y devolver” a los inmigrantes que intenten entrar ilegalmente.

A pesar de que el problema migratorio es evidente que los políticos de los países desarrollados no parecen poner el foco en el verdadero problema: los Estados fallidos. No hay por ejemplo una acción conjunta para derrocar la dictadura de Maduro. El tiempo sigue pasando y la crisis en la frontera se continúa agravando.

Cada joven, niño, anciano, madre o padre de familia que perece intentado escapar de los problemas de su país natal es una víctima del gobierno de su nación.

El debate debe centrarse en desarticular la corrupción y las dictaduras y en ayudar a fortalecer la democracia de los países que aún hoy sufren el subdesarrollo.

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