La gran oportunidad que nos brinda el fracaso que vivimos hoy en Venezuela es que revaloriza y coloca en primer lugar el tiempo de las encrucijadas de cambio. No es un secreto que estamos en el terreno de lo inviable, del fracaso, la libertad encarcelada al igual que sus periódicos, emisoras de radio, líderes sindicales. Un entorno que podría calificarse como la sociedad sin futuro, la población huyendo, las mafias al estilo haitiano enriqueciéndose sin límites, las nuevas generaciones desnutridas y la amplia sociedad empobreciéndose cada minuto y segundo más.

En nuestros más importantes centros de estudio se preocupan por los temas globales, el cambio climático, el nuevo modelo energético que sustituirá las energías fósiles, el avance del conocimiento hacia un poder total de cubrimiento universal, pronostican que al tener la ciencia la verdad, automáticamente impondrá el cómo viviremos.

Ante estas circunstancias es imprescindible aterrizar y tratar de ordenar nuestros pensamientos y aspiraciones.

Empecemos por aceptar que todo predice que dejaremos o que el mundo dejará de ser un universo petrolero, nuevas energías consagrarán un dominio total del requerimiento de la civilización que permanezca en pie. Sin embargo, Venezuela continuará teniendo bajo sus pies un volumen casi infinito de petróleo que de alguna manera seguirá formando parte de nuestras posibilidades de resolver el problema energético. Ante esta disyuntiva de cambio universal y la existencia de grandes recursos petroleros en nuestro territorio, ¿qué podemos hacer? Algunos dicen que la industria petrolera ha sido tan vapuleada que nunca más superará un límite mayor a 800.000 barriles de petróleo al día. La pregunta sería ¿cómo combinamos la existencia de estos recursos bajo nuestros pies, la experiencia que aprendimos al extraerlo y que casi hemos perdido, con el modelo energético universal?¿Cómo combinamos sabiamente lo que tenemos con lo que vendrá, energía solar (que también tenemos), hidrógeno verde, geotérmica, parques eólicos, huertos solares o centrales termo solares, etc.? ¿Cuál sería nuestra combinación perfecta? La verdad es que nadie puede prohibirnos seguir usando el petróleo que Dios nos regaló.

Habrá para nosotros un mercado pospetrolero o algo más complejo, un mercado compuesto de nuevas energías y petróleo, de ese que aún tenemos bastante. Creo que será la pregunta: ¿cómo será el mercado pospetrolero o combinación de fuentes de energía? ¿Cómo se reorientarán los emprendimientos, la creación de capacidades, la investigación e inversión en ciencia y tecnología?

El asunto del modelo energético nos lleva, aunque nos hagamos los locos, al tema del Estado propietario de las fuentes de generación de riqueza. Hoy el Estado es dueño de la industria petrolera, ¿mañana será dueño de eso y algo más? o nos vemos obligados a examinar el terreno de “la propiedad” como un piso o fundamento de la sociedad que hemos construido hasta hoy. El Estado es dueño del petróleo, sin límites y de ahí vienen todos nuestros males, el desvío de las instituciones, los errores de los partidos políticos, el hiperpresidencialismo, la inexistencia del Estado de Derecho y del ciudadano, todos sometidos por el gran propietario. ¿Cómo será en el futuro este modelo de propiedad de las fuentes de generación de riqueza? ¿Es factible la existencia de un Estado propietario de nuestras vidas, bienes y libertad en el modelo energético combinado de petróleo con energía solar?, por solo mencionar alguna.

Es un tema candente porque los lapsos para los grandes cambios energéticos son menores a dos décadas.

Es evidente que para los venezolanos el cambio del modelo energético puede imponer grandes transformaciones, por ejemplo, en materia alimentaria, el tema será cómo se reconstruye un sector que produzca alimentos y bienes de ese origen en un ambiente desestatizado. Hoy la agricultura y agroindustria son campos completamente estatizados. El Estado irrumpe en los procesos productivos e industriales imponiendo políticas, control de tierras, precios, cuotas, importando sin control, leyes laborales antiproductividad, subsidiando, concentrando el poder de acceder a insumos y materiales imprescindibles para producir, negando posibilidades de financiamiento para emprender actividades productivas. Indudablemente, el tema clave será en el nuevo modelo energético cómo desestatizar la agroalimentación de la manera más efectiva desde el punto de vista económico y socioalimentario. Me arriesgo a decir que la vía sería, transfiriendo mando a las propias organizaciones de productores, emprendedores, procesadores y comercializadores. ¡Ahhh!,  algo muy importante, desmilitarizando el control del mundo agroalimentario.

Todas estas reflexiones nos conducen indefectiblemente al tema de un nuevo pacto social, si se impone un nuevo modelo energético donde el petróleo no es el rey, ¿cómo se transformará la relación entre el Estado y el ciudadano? El nuevo modelo energético es por naturaleza desconcentrado y descentralizado, esto quiere decir que no habrá una institución política que pueda mandar sin límites, sin interpretar las aspiraciones e intenciones de los nuevos productores de energía. Es decir, significaría que se podría llegar sin mayores conflictos a un nuevo estilo de gobernarnos totalmente descentralizado, desconcentrado, abierto a la participación y con reglas de juegos que nazcan del proceso y no se impongan desde un Estado autoritario que se monta como dueños de nuestras vidas.

Sin embargo, persiste la inquietud de que siempre seremos un país donde necesariamente tendremos que combinar el poder político que emana del control del petróleo con un nuevo estilo horizontal y democrático de producción de energía y de ejercicio del poder político.

¿Podríamos en ese modelo combinado construir un terreno sólido para nuestras aspiraciones? Fundar la existencia de un Estado al pleno servicio del ciudadano, que rinda cuentas y esté allí para apoyar e implementar los mejores deseos y aspiraciones de sus ciudadanos, un Estado a nuestro servicio, aquello que nunca ha existido. La otra pregunta: ¿cuál será el nuevo terreno de aspiraciones de civilidad, qué significará ser ciudadano en una sociedad donde se tiene el privilegio de construir un proyecto de vida, soñar y realizar al mismo tiempo? Podemos atrevernos a preguntar: ¿Cómo será el ciudadano de un país donde el Estado sea una institución a su servicio, donde los que comandan las decisiones públicas oyen e interpretan al ciudadano y aceptan sus correcciones y sugerencias, algo que nunca hemos vivido en este país tropical?

La sociedad pospetrolera y pos-Estado patrimonialista venezolano puede ser un experimento fantástico, una oportunidad para acabar con las experiencias ideológicas totalitarias, un espacio para vivir como ciudadanos responsables animados por nuestros proyectos de vida, no esperando soluciones impuestas desde afuera, sabiendo que pueden ser realizables si nos esforzamos en lograrlos, además sin perder el tiempo echando culpas a los otros.

En fin, lo importante es aceptar que las oportunidades están abiertas, una conspiración del universo nos dice que podemos tener un modelo de gobierno distinto, con un parlamento activo, un primer ministro, un presidente por consenso y no por fuerza. Soñar con tener jueces que nos garanticen nuestra verdadera igualdad ante la ley, jueces sabios como hemos oído decir que existen en otros mundos. Un mundo donde la dignidad del maestro y del que nos cura nuestra salud sea un valor primigenio. Una sociedad donde la oportunidad de aprender sea uno de los primeros derechos humanos, imaginar, innovar, ser el mejor constructor de objetos, soluciones y sueños.

Las urgentes reformas de Venezuela que posibiliten un futuro distinto deberían comenzar por hundirnos en una profunda y sincera comprensión del presente, contestar los por qué. Ejemplo, si hemos tenido tantos recursos, si nos hemos autodenominado “tierra de gracia”, ¿por qué nuestras escuelas, universidades, hospitales están desplomados, empobrecidos, con profesores, maestros, médicos en la miseria, en una diáspora sin esperanzas? Responder ¿por qué los militares que concentran el poder en lugar de defender su tierra de gracia se dedican sin piedad a enriquecerse, toleran la represión y la crueldad del régimen que respaldan? ¿Quiénes son esos personajes, dónde está su ética, su responsabilidad moral con un pueblo que están obligado a defender y cuidar?

Creo que estos pensamientos que nos asaltan perennemente debíamos contestarlos, sin evasiones y con un poco de valor y honestidad. Constituyen el grueso de nuestras más importantes reformas y de nuestra previsión de futuro.

 


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