Seguramente hay más, pero en el Congreso colombiano destaco a tres: Paloma Valencia, María Fernanda Cabal y Paola Holguín.

El asedio del narcotráfico y el terrorismo no cede terreno en Colombia. Los acuerdos de paz suscritos inexplicablemente por Juan Manuel Santos, están acechando todos los días a lo que ha sido un ejemplo latinoamericano de respeto a las instituciones y a la ley. Colombia ha atravesado períodos muy difíciles de su historia en la que el terrorismo ha ocasionado intranquilidad y pérdida de innumerables vidas humanas. Sin embargo, gracias a la fortaleza de su liderazgo han sabido superar las dificultades y se han mantenido, con los contratiempos normales, dentro del marco del respeto a la democracia y al Estado de Derecho. Y es que los acuerdos de paz firmados en La Habana más que traerle la paz a Colombia, lo que en la práctica ha traído es la impunidad a un rosario de delitos cometidos por los miembros de las FARC que amén de la impunidad de la cual están gozando sus cabecillas, se les ha dado entrada a la estructura del Estado. De allí que figuren como flamantes senadores individuos sindicados de haber cometido delitos atroces como violación de menores y asesinatos. Tal es el caso del hoy senador Carlos Lozada alias Tornillo. Así como él, están dentro del Congreso colombiano otro puñado de delincuentes que de manera impune se exhiben en el salón de sesiones del Congreso de Colombia, al pie del imponente mural tríptico de Bolívar en el Congreso de Cúcuta de Santiago Martínez Delgado.

El avance cual reptiles se ha adelantado tanto que ya no esconden confesar en forma abierta sus atrocidades. De hecho se burlan de la reacción de indignación que pueda causar cuando en rueda de prensa confiesan haber asesinado al insigne líder conservador Álvaro Gómez Hurtado y a otras cuatro figuras de la política colombiana. ¡Insólito! Como diciéndole a las victimas: «¿Y? A nosotros nos no van hacer nada. Más bien tengan cuidado ustedes». El Santander que se muestra en la obra debe estar que brinca para ajusticiar a esos criminales que ahora pretenden lavar sus culpas reconociendo los asesinatos. Con ello a lo sumo le corresponde una reducción de pena, pero de ninguna manera se pueden exculpar. Además, quien duda que desde sus curules sigan delinquiendo. El dicho popular dice “el que nace barrigón ni que lo fajen chiquito”.

Agazapado está Gustavo Petro, ex miembro del también grupo terrorista M-19, asaltantes del Palacio de Justicia de Colombia por allá en noviembre 1985. Acción terrorista financiada por el Cartel de Medellín. Petro dice que los “inocentes” guerrilleros del M-19, no mataron a ninguno de los ilustres magistrados de la época porque las experticias forenses así lo han indicado. Le faltó decir que la incursión violenta de esos facinerosos fue para hacer turismo. Caradurismo puro. Petro nunca ha escondido sus simpatías por el socialismo del siglo XXI.

Debe ser muy difícil para esas tres mujeres de formación íntegra tener que verles las caras a estos criminales, y ahora más, en ausencia de Álvaro Uribe Vélez, quien obligado a renunciar a su curul por la persecución judicial en su contra ya no estará presente en el debate diario que se dará en el hemiciclo. Pero ya hemos visto a esas mujeres debatir en las diferentes sesiones virtuales que se transmiten por las redes sociales. Son unas verdaderas patriotas. Defienden sus causas con pasión, empeñadas en que se haga justicia frente a las victimas del terror de las FARC. No desmayan, confrontan, no se dejan amedrentar, argumentan y se enfrentan sin miedo, no ceden en nada frente a las injusticias. ¡Todas unas berracas, pues!

El pueblo colombiano y sobre todo las víctimas de las FARC deben sentir orgullo y tranquilidad de tener a estas tres mujeres en el Congreso, quienes permanentemente salen en su defensa. A las víctimas, sus familiares y toda Colombia les corresponde apoyarlas y protegerlas no dejándolas solas. Desde Venezuela quienes consideramos que la defensa de los derechos humanos no tienen nacionalidad, las aplaudimos y respaldamos.

Mientras tanto, aguas abajo, las nuevas generaciones de terroristas agrupados en las disidencias de las FARC, el ELN y otros grupos de delincuentes reclutan niños, ejecutan a jóvenes, mantienen el negocio de los cultivos ilícitos y por supuesto la producción de cocaína. Hasta que se pongan viejos y pidan negociar otro “acuerdo de paz”. No faltará algun “Santos” que se los dé. A menos que aparezca un “Uribe” que ataje esas pretensiones y ponga definitivamente fin a la inveterada pesadilla.

@JotaContrerasYa

 


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