“La piedra en el zapato” es una expresión muy popular para destacar lo que estorba, lo que molesta, o simplemente representa una tranca para avanzar hacia alguna meta determinada. Apelando a ese refranero conocido, pudiéramos replantear los escollos que mantienen en jaque a la inmensa mayoría de los venezolanos y que deberían ser los puntos destacados en cualquier agenda de trabajo que se planteen tomar en cuenta los gobernantes llamados a tomar las riendas del país.

La inflación es una de esas piedras que no dejan vivir en paz a las familias venezolanas. Ese fenómeno persigue a la gente en todas partes. Si usted va al mercado aparece la inflación remarcada en las latas de sardinas, en los paquetes de harina, en los potes de leche, en definitiva, es una liebre que salta por todos lados. Si del mercado se va a una farmacia, olvídese de los remedios porque estarán, seguro, subidos de precio y por lo tanto lejos del alcance del poder adquisitivo de su bolsillo.

Otra piedrita o piedrota es la devaluación. Hermana de la de arriba. Se encarga de triturar los salarios, ya de por si paupérrimos. Ese es otro de los problemitas que afrontan a diario los venezolanos. Por una parte, porque no se sabe a ciencia cierta cuál es nuestra moneda. Han sido tantas las ocurrencias de la “bendita revolución” que no atinamos a saber realmente cuál es nuestro signo monetario. Le cambian de nombre a cada rato y su devaluado alcance tiene a la ciudadanía dependiendo de asignaciones insultantes, si nos atenemos a las tablas comparativas con otros salarios de los países de nuestro continente. Son salarios de hambre. Más nada que decir.

La escasez de productos. Es la hermana gemela de los anteriores piedras. Todo porque en un país en donde se han cerrado miles de fábricas, en donde se insiste en aplicar controles de precios, en donde no hay seguridad jurídica y con base en códigos volátiles cualquier uniformado o funcionario con “chapa revolucionaria” le puede clausurar su negocio o arrebatar sus bienes, es imposible que haya producción y productividad. Por eso hacer una lista de compras es una fantasía, primero, por los costos y a eso se liga la falta de la mayoría de esos productos, salvo en los bodegones adonde puede ingresar, eso sí, con muchos verdes para poder pagar lo que se quiera llevar.

Otro camino empedrado es el que conduce a la quimera de pretender disfrutar de servicios públicos eficientes. En ese camino los usuarios van acumulando piedras para hacer una montaña de dificultades. No hay luz en el país con decenas de plantas termoeléctricas construidas a billetazo pero que no funcionan bien. No hay agua porque los acueductos están siendo mal mantenidos. No hay gas porque el colapso de la empresas encargadas de esos menesteres fue politizada y ¡zas se acabo la bombona! No hay gasolina en el país con las más grandes reservas de crudo del planeta. ¡Que locura!, diría el comediante Moncho Martínez.

La inseguridad pelea por continuar siendo la reina de las piedras en los zapatos de los venezolanos. La noticia más reciente fue el brutal atraco del que fue víctima nuestra Rummy Olivo. No se conformaron con arrebatarle sus bienes, sino que fueron más allá y casi le quitan la vida a nuestra cantante del folklore vernáculo. De ese caso se sabe por ser una figura pública, pero es de suponer las miles de mujeres y hombres que han sido blanco de las garras del hampa, en un país en donde los primeros delincuentes son los que usurpan las instituciones gubernamentales.

Todo este relato conduce a concluir en que la gran piedra del zapato de los venezolanos tiene nombre y apellido: ¡se llama Nicolás Maduro!


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