Foto @laurahcastillo

Andaban apurados. Camiones por aquí y por allá, removiendo tierra en uno y otro lado de la autopista, la hoy llamada Guaicaipuro, pero a la que todos conocemos y seguiremos nombrando como Francisco Fajardo. Se preparaban para celebrar el Día de Caracas. Era el sábado.

¿De dónde salieron tantas palmeras? ¿A quién hay que endilgarle el negocio de las maticas? Porque ahí seguro hay un guiso. Comenzaron por el Distribuidor Metropolitano, donde hasta un mural en relieve hicieron, y siguieron por La Urbina, donde no importa que no haya luz en gran parte del tramo. Hay maticas. Eso sí, a las palmeras les pusieron unos tablones en la base, tres o cuatro, quizás por la falta de estabilidad.

Ojalá no se caiga ninguna de esas matas. Sobre todo en esta época, con recurrentes lluvias con viento. Sería un tragedia que una palmera de esas cayera encima de un carro, luego de algo mal hecho, apurado, solo para mostrar que sí se trabaja en el ornato, en el embellecimiento de Caracas.

No estamos en contra de hacer más bonita la capital, que recupere el brillo de antaño. Muy al contrario. Ojalá fuese algo planificado, permanente, no solo epiléptico, que responde a una fecha o a un negocio no bien aclarado.

Y, por favor, dejemos también la manía de que todo es indígena. Cada mural pintado en la Fajardo tiene ese motivo. No somos solo indígenas. Somos una mezcla de razas, mestizos. El régimen de Maduro en su afán de borrar la historia, ahora nada de lo español sirve, y mirando las cosas desde un solo punto de vista, trata de enaltecer a unos compatriotas en unas pinturas, pero solo ahí, porque en la realidad son vejados y golpeados, los más pobres entre los pobres de esta Venezuela seudorrevolucionaria.

Mural en la avenida Francisco Fajardo | Jacobo Méndez

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