En los últimos diez años ha nacido un nuevo subgénero, con códigos y formas de narrar propios. Muy a tono con los tiempos, ha dejado de lado el formato de la gran pantalla, para expandirse a través de las series con un éxito arrollador. Se trata de lo que pudiéramos llamar (ya que hay narcocorridos) la narcoserie.

Filmes sobre el contrabando de la droga hay muchos, empezando por la aún electrizante Contacto en Francia (1971, del recientemente fallecido William Friedkin) que inauguró el género con honores. Hasta ese año de gracia la droga era un tema prohibido o por lo menos diplomáticamente ignorado por el cine, pero ese mismo año vio Pánico en el parque de Jerry Schatzberg, con un ascendente Al Pacino en el rol protagónico. Las dos películas establecen los dos arquetipos que gobernarán el género en esa década: el policía obcecado, mal vestido y de malos modales y las víctimas del consumo. Pero la década siguiente vería un cambio radical en el género con un filme de 1983. Scarface, dirigida por Brian de Palma y libretada por Oliver Stone, tomaba un clásico de Howard Hawks de 1932 (que a su vez se inspiraba en la vida de Al Capone) y lo adaptaba al Miami de los ochenta. Tony Montana  era un marielito recién llegado a Miami escapando de la dictadura cubana y comenzaba una ascendente carrera primero como matón y luego como patrón del tráfico de cocaína, cuyo consumo finalmente lo llevaba a su perdición. Dos ironías al margen, Tony Montana no era otro que Al Pacino, ahora consagrado como actor, a la vez capo de la droga y víctima de ella. Cuatro años más tarde es que De Palma dirigiría Los intocables sobre la historia de Al Capone. La década de los noventa vería a Pacino en otro papel narco de nuevo de la mano de De Palma: Carlito’s way.

En todo caso, el auge de la droga se reflejó en el cine policial abriendo una veta de proporciones gigantescas. El giro entre sus comienzos en los setenta y su continuación en los ochenta es significativo. El subgénero comienza postulando policías buenos y víctimas para moverse hacia el campo de los villanos que, al final, pagan el precio de sus desmanes. Hay, por supuesto, otros ejemplos que corren con desigual fortuna.

En 2008 una serie colombiana es digna de mención: El cartel de los sapos describía las idas y venidas de dos amigos que llegan a dirigir el cartel de la costa del Pacífico. ¡Tuvo un éxito rotundo en dos temporadas que totalizaron 107 episodios! En 2012 El patrón del mal tensó la paciencia de los espectadores con 113 capítulos que describían el ascenso, la vida y la caída del mismísimo Pablo Escobar. Obviamente, el formato de la serie permitía una libertad narrativa mayor y un seguimiento de las distintas tramas y capas históricas superpuestas en series que exhibían una solvencia dramática y una capacidad productiva notables.

El siguiente paso se da en 2015, pero con dos cambios aún mas relevantes. Narcos es una serie americana producida por Chris Bancato que, en tres temporadas, sigue el armado de la persecución de la DEA y las autoridades colombianas a Pablo Escobar Gaviria y en la tercera entrega, el embate contra el cartel de Cali. Tan bien hecha estaba que en 2018 la serie se trasladaba a México para inaugurar Narcos: México. Comenzaba con la ejecución del agente de la DEA Kiki Camarena, para continuar en tres temporadas con sucesivas persecuciones a los carteles mexicanos que en el mundo real habían tomado el relevo de sus colegas colombianos.

Por estos días, Netflix ha estrenado Griselda, biografía de la patrona de la venta al detal de la cocaína en Miami y, según la serie y confesión propia “Griselda era el único hombre a quien Pablo Escobar temía”. La serie sigue en seis episodios el ascenso y la previsible caída de Griselda Blanco desde su humilde llegada a Miami hasta su dominio del mercado de la droga en la ciudad. Es un buen drama que sigue las reglas establecidas por sus predecesoras, pero que empieza a revelar los límites de un tema que ya parece irse agotando. Un viejo chiste dice que el día que los indios americanos compren un estudio la caballería empezará a llegar tarde. El día que los narcos revisen los ingresos legales del cine y las series tal vez pidan comisión…


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