Si algo caracteriza el discurso opositor es una suerte de inconclusión permanente, entre ellos el mío. Se analiza, se celebran las victorias que las hay, se señala la creciente y abismal debilidad del gobierno, por supuesto hay exhortos a combatir y a ponerle fin a esta infernal etapa de nuestra vida republicana… pero en general lo que no sabemos es cómo vamos a cumplir este loable fin, nada menos. Había unas tales cartas sobre la mesa, varias, por cierto, que nos dábamos no hace tanto el lujo de sentirnos confundidos por no saber cuál de ellas iba a ser la elegida para la estocada final. Diálogos, golpes de Estado, elecciones y referendos, invasiones desde el exterior, gran protesta popular que terminaría en Miraflores, huida de los trúhanes incapaces de manejar la vida mínima del país. Ya veríamos.

Los diálogos terminaron con el gobierno volteando la mesa que decía tanto añorar y nosotros volviendo a la patria con la cabeza baja y los pobres y generosos noruegos retornando a sus frías latitudes. La invasión no pasó de unos efímeros arrebatos de Trump o Bolton en los que nadie creyó, ni nuestros más aguerridos belicistas. Los generales siguen sin moverse, disfrutando de sus prebendas y sus delitos. Las elecciones han terminado siendo verdaderos chiqueros donde el gobierno perdió toda decencia. Y la gente, cansada, arruinada, se quedó buscando la vida y la de los suyos hasta en los depósitos de basura. Los ricos siguieron siendo ricos, ahora con peor conciencia de serlo ante tanto dolor y miseria en el ambiente, pero eso se quita con las vacaciones en Miami o Madrid. Y los de la banda gobernante al parecer están dispuestos a morir en sus camas de poderosos, así tengan que acabar con el cielo, el suelo y el subsuelo del país. Total, que la conclusión final de nuestros diagnósticos se queda trunca o, peor, se medio dice.

Los que quieren diálogo, por ejemplo, usan muchos sinónimos por pudor y eso sí, el gobierno la próxima vez va a ir atado de pies y manos para que no huya y rehúya la firma del documento de capitulación. Los de la invasión nunca dicen que anhelan ver escuadrones gringos sobrevolando el territorio y haciendo de las suyas para hacer correr a los malhechores, sino que hablan del TIAR y cosas previas y pacíficas. O se dice que no todos los oficiales, que abundan, no son corruptos y un día de estos…Y así por el estilo.

Pero hay posiciones que sí revelan de una desconcertante contradicción. Son los que dicen lo que no dicen y no dicen lo que dicen. ¿Ha entendido usted lo que anda predicando Capriles? Que debemos ir a elecciones, pero no para votar sino para algo así como hacer un gran plantón cerca de las urnas e inventar lo que sea porque no es cuestión de no hacer nada, de quedarse en casa viendo la TV o alguna película de Netflix. Luego se va por ahí, nos vemos, pero no me olviden. Después hablamos.

Ahora lo que sí es una cosa desarmante es «el documento» de la Conferencia Episcopal sobre las elecciones de diciembre. Y lo lamento porque ya he escrito muchas veces que la posición de esta cofradía es ejemplar desde hace un buen rato. Dijeron algo particularmente ambiguo. Tanto que El Nacional tituló que los obispos llamaban a votar y La Patilla que criticaban las elecciones de Maduro. Sin duda hay una pésima redacción y una clara indiferencia del principio de no contradicción. Daba para las dos cosas, y después de leerlo por tercera vez sí parece que la intención tiende a proponer el voto, coincidiendo con Maduro y la mesita. Creo que quien lo vio y respondió justamente es María Corina. Ahora bien, esto a sabiendas de que 27 partidos opositores, entre ellos los más grandes, han rechazado esa suma insólita de atropellos y trampas que son estas elecciones. Por azar justo el mismo día que la Europa Unida, tan mesurada ella, mandó al diablo a Maduro y su solicitud de acompañamiento electoral, por lo sucios de los comicios propuestos. ¿Será que quieren constituir un partido político que, sin dialogar con nadie, asuma posiciones heterodoxas con la asesoría celestial? ¿Qué les pasó que los llevó a semejante desmesura, sembrando la división en una unidad tan dificultosamente lograda? Por fortuna José Virtuoso puso un poco de mesura y de invitación a discutir en conjunto, que ojalá y sea la lectura definitiva del elemental y torpe escrito.


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