La consolidación de la tiranía comunista de Ortega en Nicaragua culminada con la farsa electoral del domingo 7, con las que nos tienen acostumbrados los regímenes del socialismo del siglo XXI, nos dejan varias lecciones a América Latina y especialmente a Colombia. Una muy seria y profunda reflexión sobre el tema debería hacerse en los círculos políticos y de opinión del continente respecto a esas lecciones.

Una primera y fundamental lección es que desde el principio no se debe ser condescendiente con los políticos de izquierda que clara o veladamente propugnan la implantación del modelo del socialismo del siglo XXI en sus países. Un romanticismo pendejo respecto al sandinismo, respaldado por su lucha contra la tiranía somocista, hizo que el continente se volcase, como décadas antes lo había hecho con Fidel a apoyar la resistencia sandinista frente a Somoza. Unos primeros errores tácticos, o de repente de adrede, hizo que el régimen sandinista se comportase como un sistema híbrido con rasgos totalitarios, pero en fin con un barniz de democracia, respaldado por su derrota en las elecciones que llevó a la presidencia a la señora Chamorro.

Pero eso solo fue flor de un día, el sandinismo se apertrechó y volvió al poder, esta vez definitivamente con la elección de Ortega a la presidencia. Acá viene una segunda lección, el colaboracionismo de las élites con los regímenes totalitarios del socialismo del siglo XXI, así al principio se muestren como democráticos es fatal para la democracia. Los hoy presos o exilados dirigentes democráticos y sobre todo el empresariado y la Iglesia fueron cooperadores de Ortega y le hicieron juego hasta que en 2018 este recrudeció su característica totalitaria, pero ya era demasiado tarde, Ortega estaba amarrado al poder, y la condescendencia de las élites con él fue nefasta para su propio destino.

La gran lección es que el colaboracionismo con el dictador, la prevención a denunciarlo como tal y sobre todo el atavismo a denunciar al comunismo como lo que es, una ideología deshumanizante, tirana y miserable lleva al triunfo irremediable de este, siendo irreversible su dominación. El juego de la “oposición” democrática venezolana frente a Maduro, su rechazo a hacerle resistencia y por lo tanto aún este domingo hacerle juego a su teatro electoral a cambio de unas migas de poder inefectivo, los tales “espacios” que no son nada, sino presumo el disfraz de unos intereses crematísticos inconfesables, lleva a la victoria definitiva del socialismo del siglo XXI, como se está viendo en Venezuela.

Esta lección es fundamental para Colombia, todavía se está a tiempo de impedir el triunfo, por la vía electoral, como lo prescribe la cartilla del Foro de Sao Paulo, para la toma del poder por el comunismo, pero la idiotez de pensar como los venezolanos que no se es Venezuela, como estos pensaban que no eran Cuba, el colaboracionismo de las élites con el candidato a tirano, casi me dio un infarto de ofuscación ver a unos miserables empresarios cucuteños hacerle el juego a Petro, estando más que advertidos que serán expropiados, presos y hasta asesinados por el régimen de terror del socialismo del siglo XXI. Este juego de ser ciegos ante la realidad del peligro totalitario se repite en todas las ciudades, las arcas de Petro están repletas de dineros del narcotráfico y de Maduro, pero también de contribuciones de empresarios idiotas que por doquier les hacen el juego.

Otra lección es la necesidad vital de la unión frente al totalitarismo del socialismo del siglo XXI, por Dios qué ridiculez la de no se cuántos candidatos presidenciales en Nicaragua en vez de haber sido un solo abanderado contra Ortega, aunque solamente sirviese de gesto simbólico frente al escenario internacional. Donde si hubiese sido efectivo era en Perú, la división de los demócratas en numerosos islotes de un archipiélago mayoritario hizo que el socialismo del siglo XXI llegase al poder, ¡ojo con el 2022! en Colombia, es vital que haya un solo candidato de la defensa democrática frente a Petro o este vencerá ante la división de la mayoría en “ísmos” fútiles y vergonzosos.

Otra lección es la necesidad de hablarle claro al pueblo, no escudarse en eufemismos para no declarar la guerra al enemigo mortal del pueblo: el comunismo. Todavía hay en Venezuela muchos demócratas que no se atreven a llamar al régimen de Maduro como una tiranía comunista. Ni se diga en Colombia, darle credenciales de demócrata a Petro en vez de exponerlo como el próximo tirano comunista en la región es una imbecilidad rayana en la locura. Esta es originada por el espejismo de querer ganarse a un supuesto electorado de centro, ese no existe. La política a nivel mundial está polarizada, y solamente los candidatos demócratas que se atreven a fervorizar su electorado ganan, los que piensan que van a atraer electores del campo contrario son arrollados por un electorado que se confunde antes propuestas similares y se inclinan por el original ante una débil copia almibarada que no se define. En síntesis, quien se atreva en Colombia a encabezar una coalición de la “libertad contra el comunismo” como lo hizo la Ayuso, Bolsonaro y lo está haciendo Kast triunfara, si nos vamos en diversos lotes con discursos moderados nos aplastará Petro.

El no entender esto y actuar en consecuencia, es hacer una “Marcha de la Locura” expuesta por Barbara Tuchman en su genial libro con ese título. Colombia no debe unirse a ese grupo de errores históricos gigantescos expuestos por la historiadora con las sabidas fatales consecuencias. Ya basta de la “corrección política” y el disimulo frente al comunismo o repetiremos las amargas experiencias de Cuba, Venezuela y Nicaragua.


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