Gloria Álvarez ha vuelto a la carga. Ha escrito Cómo hablar con un conservador. Este volumen es la deriva lógica de otro texto suyo muy exitoso y muy polémico: Cómo hablar con un progre. Su nueva obra lleva dos reclamos bajo el título: “Por qué en lugar de fomentarla el conservadurismo obstruye la libertad en nuestras sociedades” y “Por qué el liberalismo es mucho más efectivo que el conservadurismo para aniquilar el marxismo cultural”. Obviamente, Gloria le concede a la palabra «liberalismo» el sentido que se le da en Europa y América Latina. En Estados Unidos «liberalismo» es algo afín a la socialdemocracia, al menos en lo que al gasto público se refiere.

Por una punta, los progres, los socialistas y (especialmente) los comunistas se sintieron justamente aludidos e increparon a Gloria: “¿Es que solo la izquierda comete errores?”. “¿Cómo es posible provenir de una nación como la guatemalteca, con 65% de pobres, y predicar las virtudes del mercado y del gobierno mínimo?”. Gloria les responde inteligentemente. Pero, por la otra punta, la derecha conservadora también la atacó. Gloria es militantemente atea y los creyentes suelen ser intolerantes con quienes no adoran “al dios verdadero”, que es, claro, el suyo. Gloria es feminista a la manera liberal, es decir, sin disfraces de falsa moralina. Es ecologista, al extremo de lanzar en su país en 2012 una organización dedicada a la reforestación.

Gloria es, por encima de todo, un espíritu libre. Cree en la despenalización de la prostitución y del consumo de drogas. Las personas pueden hacer con sus cuerpos lo que deseen, porque ese es el terreno más urgente de la libertad. Incluso, tienen el derecho de cometer errores como fumar marihuana, aspirar cocaína por las fosas nasales, inyectarse heroína o untarse sustancias en los genitales que aumenten el placer sexual. No le corresponde al conjunto de la sociedad, y mucho menos al Estado, dictar cómo debe ser la conducta en la cama. Lo que dos adultos, o más, hagan en la intimidad de una alcoba solo es un asunto de ellos.

A una fiesta de “orgullo gay” Gloria asistió con una camiseta con una leyenda “heterosexual” a darles apoyo a los manifestantes. No hay que ser gay para sentirse solidario con la causa de los gays. Gloria no los propone, y mucho menos los recomienda, pero sabe que la libertad incluye comportamientos y actitudes variados. La libertad, incluso, abarca el derecho de morir dignamente. Como dejó escrito un suicida español: “Vivir es un derecho, no un deber”.

Como advierten los trillados comunicadores, las ideas de Gloria suelen provocar dos actitudes contradictorias. La mala es que a todo eso suele oponerse el más rancio conservadurismo. La buena es que el liberalismo ha ido paulatinamente derrotando las ideologías que lo adversaron desde que fue parido en la atmósfera de la Ilustración en los siglos XVII y XVIII. Los conservadores, los marxistas, los colectivistas de todo pelaje, incluso los creyentes, aunque no lo reconozcan, han tenido que incorporar ideas y creencias liberales ante la evidencia racional innegable.

¿Por qué, entonces la resistencia a las ideas de la libertad? A mi juicio, porque surgen de la particular naturaleza psicológica de ciertas personas. Gloria es un espíritu libre porque tiene confianza en sí misma. Su ideología surge de su estructura psicológica y no al revés. Gloria no le teme a la vida. No obstante, hay innumerables personas que están llenas de pánicos y prefieren sentirse protegidas por una entidad superior. Esta es la gente devota de los gobiernos fuertes, de los partidos únicos o de los caudillos. Por eso los liberales, los libertarios, los anarco-capitalistas son una minoría. Una formidable minoría que ha impregnado al resto de las formaciones ideológicas, pero sigue siendo el comportamiento de los emprendedores y de los espíritus libres y sin miedo.

Eso me hace pensar que es muy probable que Cómo hablar con un conservador tenga éxito en penetración y en ventas, como lo tuvo Cómo hablar con un progre, pero difícilmente logre convencer a quienes sustentan una visión conservadora de los seres humanos. Es posible cambiar de ideas, como se demuestra con mil ejemplos válidos que van desde Octavio Paz a Mario Vargas Llosa, pero mucho más difícil es renunciar a la estructura psicológica y a la autopercepción. En todo caso, el debate sigue y es muy positivo que Gloria Álvarez sea la abanderada de las virtudes de las ideas de la libertad. Es excelente.

 


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