John Rawls

El liberalismo no hay duda alguna, de que es una ideología que día tras día está tomando más prestigio y nuevos adeptos. En Estados Unidos, los social-demócratas, se han hecho llamar “liberales” trayendo así oleadas de confusión.  Sea como fuere, hasta ideas francamente socialistas ahora se presentan disfrazadas o enmascaradas como liberales, trayendo el tema tan caro al socialismo como la justicia social, un concepto que en una sociedad de hombres libres no tiene sentido, como siempre lo ha constatado Friedrich von Hayek.

No nos cabe ningún interrogante sobre sí las personas o individuos poseen derechos. Según una estricta cultura liberal éstos son tan firmes y sólidos que siempre tenemos que plantearnos la pregunta, jamás indiscreta: ¿Cuál es el área de acción del Estado y sus funcionarios? Robert Nozick, uno de los más brillantes filósofos y adeptos del liberalismo no claudicante, nos explica que es preferible un Estado mínimo y por ello limitado a las siempre mentadas funciones de protección contra la violencia (defensa), el robo y el fraude (policía), el cumplimiento de los contratos. En este sentido jamás el Estado puede usar su aparato coercitivo con el propósito de hacer que algunos ciudadanos ayuden a otros o para impedirle a la gente actividades para su propio bien o protección.

En el caso que nos ocupa, John Rawls profesor veterano de Harvard, nos habla de una Teoría de la Justicia en donde presenta a la justicia entendida como “equidad” (fairness). El punto de partida es un mítico o utópico “velo de ignorancia” en el cual arrancaría una posición inicial, donde nadie sabría cuál lugar ocupar, ni cuáles serían sus ventajas y desventajas.

John Rawls, en su Teoría de la Justicia, nos habla de un principio de diferencia, y así nos dice:

Aquellos que han sido favorecidos por la naturaleza, cualesquiera que sean, podrían aprovecharse de su buena fortuna únicamente en términos que mejoren la situación de aquellos que no tienen nada (traducido por mí, edición Theory of Justice, Oxford, Oxford University Press, 1999. p.87.)

La novelista norteamericana Ayn Rand, con relación a este principio de la diferencia aclara lo siguiente:

Ciertas maldades están protegidas por su propia enormidad: hay gente que, leyendo esa cita de Rawls, no podría creer que realmente quiere decir lo que dice. Pero lo hace. No es contra las instituciones sociales contra las que Rawls (y Mr. Cohen) se rebela, sino contra la existencia del talento humano. No contra los favores gubernamentales, sino contra la existencia del talento humano. No contra los privilegios políticos, sino contra la realidad. No contra los favores gubernamentales, sino contra la naturaleza humana (contra aquellos que ―han sido favorecidos por la naturaleza‖, como si un término como favor pudiera ser aplicado aquí). No contra la injusticia social, sino contra el hecho de que algunos hombres nacen con mejores cerebros y hacen mejor uso de ellos que otros. La nueva ―teoría de la justicia‖ exige que los hombres contrarresten la ―injusticia‖ de la naturaleza mediante la institucionalización de la más obscenamente impensable injusticia: De privar a aquellos ―favorecidos por la naturaleza (esto es, el derecho a la vida) y conceder a los incompetentes, los estúpidos, los vagos el derecho al disfrute de bienes que no podrían producir, no podrían imaginar y ni siquiera sabrían qué hacer con ellos. ( tomado de Ayn Rand, The Ayn Rand Letter, Vol. II, N° 10, 1973, citado a su vez por Mario Zuluaga Uribe,  “ Comentarios sobre la Teoría de la Justicia de John Rawls” (http://mzuluaga.wordpress.com/2007/2007/06/05/).

Nosotros agregaríamos que esto que explaya Rawls está muy lejos del respeto a los proyectos de vida individuales planteado por el liberal argentino Alberto Benegas Lynch (h).

También Rawls nos presenta una justicia intergeneracional. En efecto, así nos lo narra:

La justicia no requiere que las primeras generaciones ahorren de una forma que las últimas sean más pudientes. El ahorro es exigido en tanto como una condición de llevar totalmente la realización de justas instituciones y de igualdad de libertades. Es un error creer que una sociedad justa pueda descansar sobre un alto nivel de vida. Lo que los hombres desean es trabajo significativo en libre asociación con otros, estas asociaciones se regulan bajo el marco de instituciones básicas justas. (Rawls, 199, p.257 traducción propia cursivas nuestras).

Todo esto rebate y ataca las condiciones en las cuales se busca el desarrollo y el crecimiento económico, en este contexto le tomamos la palabra al premio Nobel W. Arthur Lewis:

La ventaja del desarrollo económico no consiste en que la riqueza aumente la felicidad, sino que aumenta las posibilidades de elección. Es muy difícil correlacionar la riqueza y la felicidad. La felicidad es el fruto de la forma en que se tome la vida, aceptándola tal como se nos da, fijándose más en lo agradable que en lo desagradable y viviendo sin temor de lo que el futuro pueda traer (…) Lo que pueda aducirse a favor del desarrollo económico es que éste da al hombre un mayor dominio sobre el medio en que vive y por tanto, aumenta su libertad. (…) El desarrollo económico nos da también la libertad de elegir un mayor ocio. En el estado primitivo, se tiene que trabajar duramente tan sólo para sobrevivir. Gracias al desarrollo podemos elegir entre tener más bienes o más ocio. Y generalmente elegimos tener más de ambos. (Lewis, 1974, pp. 459-61).

Por lo tanto, un menor desarrollo de las fuerzas productivas implica una pérdida de libertad de la sociedad en general, algo que un intelectual autoproclamado liberal jamás debería aceptar.

De igual modo, Rawls finaliza entonces, por suponer que no existe la preferencia temporal entre las generaciones.  La argumentación central de nuestro estudioso en cuestión, es:

La justicia no requiere que las primeras generaciones ahorren de una forma que las últimas sean más pudientes. El ahorro es exigido en tanto como una condición de llevar totalmente la realización de justas instituciones y de igualdad de libertades. Es un error creer que una sociedad justa puede descansar sobre un alto nivel de vida. Lo que los hombres desean es trabajo significativo en libre asociación con otros, estas asociaciones se regulan bajo el marco de instituciones básicas justas (Rawls, 1999, p.257 traducción propia, cursivas nuestras).

Ahora bien, la preferencia temporal es la forma en que las personas prefieren “bienes presentes o actuales” en vez de “bienes futuros”, y la tasa social de preferencia en el tiempo que es el mismísimo resultado de la interacción de preferencias temporales determinará una tasa pura de interés en   una sociedad. El conjunto de una economía está influido por un mercado temporal de bienes presentes contra bienes futuros, no exclusivamente en el mercado financiero en donde los prestamistas ceden dinero en el acto a cambio de recibir más dinero en el futuro, sino también como una “tasa natural” en todos los procesos de producción. De esta manera, los capitalistas contratan dinero presente para adquirir tierra, bienes de capital y alquiler de trabajo, por lo tanto esperan recibir un flujo esperado de dinero en el futuro por la venta de sus productos (Cf. Rothbard, 1987, pp.645-646).

Concomitante con estas ideas se ha comprobado ad nauseam la superioridad de los bienes de capital, constituidos a su vez por consumo diferido. Una sociedad progresa mientras más bienes de capital per cápita tenga. Y mientras más hayan ahorrado las primeras generaciones menos tendrán sacrificios en el sentido de abstinencia del consumo las generaciones de relevo.

Los productos de consumo que trae el futuro son mejores que los actuales, puesto que nadie querría consumir a un mismo precio los antiguos productos que las nuevas tecnologías han dejado obsoletos. También el razonamiento de Rawls contra la preferencia en el tiempo intergeneracional se ubica de nuevo en el contexto, que él no menciona explícitamente de una economía estática en donde el interés no tiene ningún papel (dado que los recursos no tendrían un costo de oportunidad temporal).

Complementamos este análisis de un libro tan extenso en temas e ideas como lo es A Theory of Justice, que prácticamente es un proyecto nuevo de una sociedad a partir casi de cero, exponiendo algunas consideraciones sobre lo que constituiría unos precios “justos”. Bajo este marco es interesante acotar que precisamente en situaciones estacionarias de la economía (donde las ganancias de alguien constituyen las pérdidas de otro) han surgido las ideas de un “precio justo” como la que germinó en la Edad Media , cuando la escolástica justificaba las ganancias por las siguientes razones:

a) Por la necesidad de procurarse los medios de vida.

b) Por un deseo de conseguir medios materiales con los cuales ejercer la caridad. (Es curioso como Pascal también lo decía, señalamos nosotros).

c) Por un deseo de servir al público (publicam utilitatem) a condición de que el lucro sea moderado.

d) Por la utilidad adicional que se incorpora a la mercancía vendida.

e) Por las diferencias de su valor en el espacio y el tiempo.

f) Por el riesgo que el vendedor corre (procter periculum).

Hemos tomado estos datos tomados por Joseph Schumpeter (1971, p.101), sacados a su vez de la Summa Theologica, II,2

Adicionalmente, no nos queda más que descifrar que el “velo de la ignorancia” como él mismo gusta de relatar, es un concepto utópico e idealista. Pareciera que quisiera imponer para toda la sociedad las reglas de un concurso literario, en donde no se pueden entregar los trabajos con el nombre verdadero. Tal como diría Jean-Paul Sartre, refiriéndose a las opiniones de los demás sobre uno mismo: “el infierno son los otros”. El “velo de la ignorancia” es un desideratum, imposible, idealista al máximo. Nadie puede ser contratado como locutor si tiene mala imagen. Cuando uno va a un supermercado, lo que le interesa es el buen trato, no importa quién lo da. Ahí si hay cierto “velo de la ignorancia”, pero es un “velo de la ignorancia” natural espontáneo, no ordenado por un filósofo o determinada autoridad. Nadie puede ser banquero si no tiene cierto capital.  El capitalismo es un sistema que integra diferentes clases sociales, razas, nacionalidades y caracteres disímiles, sin que una ley lo haya previsto u ordenado.  Hemos escrito estas líneas ante un movimiento que intenta presentar como liberal a este profesor de Harvard, que presenta  un programa de ingeniería social gigantesco como nunca antes alguien lo había pretendido, en nombre de la libertad. Nos recuerda las frases de George Orwell en 1984: “La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza”.

Bibliografía

ESTEVES ARRIA, José Tomás: “ La desigualdad y la economía en las ideas de John Rawls”, artículo en Revista Laissez-Faire, N° 43 (septiembre 2015).

LEWIS, W. Arthur: Teoría del desarrollo económico, México, Fondo de Cultura Económica,1974.

NOZICK, Robert: Anarquía, Estado y Utopía, México, Fondo de Cultura Económica, 1988.

ROTHBARD, Murray N. “Time Preference”, The New Palgrave: A Dictionary of Economics, vol.4, pp.644-46, New York, Mac-Millan, 1987.

RAWLS, John: A Theory of Justice, revised ed. Oxford, Oxford University Press, 1999.

SCHUMPETER, Joseph A.: Teoría del desenvolmiento económico, México, Fondo de Cultura Económica, 1944.

SCHUMPETER, Joseph A. Historia del análisis económico, 2 tomos, México, Fondo de Cultura Económica, 1971.

 

 

 


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