Quienes vieron al general esa mañana del 16 de agosto de 1963 relataron que estaba pálido y que había perdido peso. En aquellas horas bajas, era notorio que ya no irradiaba la convicción y el aura de poder que le acompañó durante sus años de dictador.  A pesar de su difícil circunstancia,  Marcos Evangelista Pérez Jiménez, intentó proyectar una imagen de tranquilidad, y se mostró simpático ante las decenas de reporteros que querían ser testigos del momento en el que salió de la cárcel del condado de Dade, en Miami, con rumbo a ser extraditado a Venezuela. Iba acompañado por dos policías, quienes subieron con él, a bordo del vehículo que lo llevaría al aeropuerto. Consciente de la expectativa mediática generada en torno a su persona, el general no estaba dispuesto a darle el gusto a sus enemigos de verlo  derrotado, incluso en aquel oscuro pasaje de su vida, mantuvo la compostura,  levantó la frente, miró a quienes lo observaban y ante los lentes de las cámaras sonrió.

Sobre Pérez Jiménez pesaban múltiples señalamientos del pueblo venezolano, en los que se le vinculaba con asesinatos, torturas y represión, bajo la figura de la temida División de Seguridad Nacional, pero solamente fue juzgado y sentenciado a cuatro años de prisión por peculado y malversación de fondos,  aunque en total  estuvo 5 años privado de libertad, tiempo que duró el juicio.

Las atrocidades y los asesinatos que aún hoy no han sido esclarecidos, siguen cubriendo de sombras ese periodo de nuestra historia, años en los que el poder estuvo a cargo del general tachirense. Nunca se hizo justicia a las víctimas. Todavía está marcada en la memoria colectiva de la nación la conmoción por la muerte de Leonardo Ruiz Pineda —ocurrida el 21 de octubre de 1952— quien en vida fuera el secretario general de Acción Democrática y uno de los más importantes opositores a la tiranía.

En medio de la persecución política de los años cincuenta, los venezolanos también tuvimos nuestra propia versión de un campo de concentración; una cárcel ubicada en la Isla Guasina, en el estado Delta Amacuro. Aunque Pérez Jiménez anunció la supuesta clausura del espacio en diciembre de 1952, existen testimonios como el recogido en el libro Se llamaba SN,  que describe los abusos y violaciones que cometió la División de Seguridad Nacional perezjimenista en ese centro de torturas.   El autor de la obra, José Vicente Abreu, fue una de las víctimas encarceladas. Al igual que Abreu, numerosos miembros de formaciones políticas de Acción DemocráticaCopei y el PCV, fueron apresados y los mezclaron junto a peligrosos criminales. Muchos de los presos políticos fueron llevados a diferentes recintos del país. Nada más en Guasina se calcula que el número de personas torturadas supera las 800, bajo la gestión de Pedro Estrada, director del mencionado organismo de inteligencia policial de la dictadura. Un hombre temido, con fama de tener carácter despiadado y de realizar prácticas aberrantes e inhumanas en contra de los detractores del régimen de la época. Estrada no pagó ninguna condena ante la justicia. Tras verse obligado a abandonar su cargo se fue al exilio a disfrutar de los placeres de la vida y varias décadas después y murió a los 86 años en París.

Aquel 16 de agosto de 1963, Marcos Pérez Jiménez subió al avión que lo regresaba a Venezuela, los abogados habían intentado evitar ese momento. El general temía por su vida, y se sentía expuesto ante quienes un día su gobierno persiguió y combatió, quizás pensó que sufriría los mismos atropellos que infligió su División de la Seguridad Nacional a los venezolanos. A las 12:30 horas, finalmente ya estaba resignado a regresar. Le esperaban años de presidio. Primero en la Cárcel Modelo de Caracas y luego a la Cárcel de San Juan de Los Morros, en donde finalmente culminaría su condena. Para  su sorpresa fueron respetados sus derechos, fue tratado mejor que en las prisiones internacionales y jamás se le negó el derecho a ver a su familia ni a sus abogados.

El 23 de enero: el comienzo de las horas difíciles del general 

Era la hora final de su dictadura y el general se subió a la Vaca Sagrada (avión presidencial) en la madrugada del 23 de enero de 1958 junto a su mujer, sus tres hijas y su suegra, con rumbo a Santo Domingo en la República Dominicana. Aunque estaba desprovisto de poder político para ese momento, conservaba una importante fortuna que rondaba los 700 millones de dólares, de acuerdo con las publicaciones de la prensa de aquellos años. Pérez Jiménez y su familia se trasladaron después a Estados Unidos, en donde adquirió una mansión en West Palm Beach, con comodidades y excentricidades más propias de una estrella de Hollywood que de un gobernante. No obstante la dolce vita, terminaría el 2 de diciembre de 1962, fecha en la que fue detenido y llevado a la cárcel  del condado de Dade, en Miami hasta su extradición.

Marcos Pérez Jiménez fue un personaje tan odiado como amado por muchos venezolanos. No le disgustaba que le dijeran dictador y no creía en los partidos políticos, pero durante su gestión el país tuvo un importante desarrollo que nos convirtió en la primera potencia de la región. Se construyeron buena parte de las obras públicas más relevantes de nuestra historia, la economía  iba en crecimiento y Venezuela era admirada por el mundo. Aquel hombre nacido en Michelena, Táchira, falleció en España el 20 de septiembre de 2001, a los 87 años. En sus últimas apariciones delante de las cámaras seguía mostrándose sereno y opinaba de los asuntos nacionales. Las horas más difíciles habían quedado atrás, y el general sabía que los años en los que fue el hombre con más poder en una nación rica, quedaron reducidos a un recuerdo, sus aciertos y desaciertos hoy son discutidos en las aulas escolares y universitarias y analizados en los libros de historia, pero las obras nacionales que realizó permanecen en pie, como símbolo del país que un día fuimos.

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