“Ignorar al mal es convertirse en cómplice de él”. Martin Luther King

Pigmalión es un personaje de la mitología griega, particularmente de la mitología chipriota, quien fue un escultor virtuoso que jamás se casó pues estaba esperando a la mujer perfecta; así que se dedicó a esculpir a la hermosa Galatea, de la cual se enamoró locamente. Así lo narra Ovidio en su obra Metamorfosis:

Pigmalión se dirigió a la estatua y, al tocarla le pareció que estaba caliente, que el marfil se ablandaba y que, deponiendo su dureza, cedía a los dedos suavemente, como la cera del monte Himeto se ablanda a los rayos del Sol y se deja manejar con los dedos, tomando varias figuras y haciéndose más dócil y blanda con el manejo. Al verlo, Pigmalión se llena de un gran gozo mezclado de temor, creyendo que se engañaba. Volvió a tocar la estatua otra vez y se cercioró de que era un cuerpo flexible y que las venas daban sus pulsaciones al explorarlas con los dedos. (Metamorfosis, 2000)

En tal sentido los griegos, nuestros abuelos culturales, esa civilización a quien llamamos la Casa Grande han inspirado con sus leyendas y mitos a toda la civilización occidental, este mito de la metamorfosis de una estatua hermosa es tomada por Goethe y trocada en Elise, sirve para inspirar el cierre de la obra Cuento  de Invierno de William Shakespeare, quien cierra su narrativa con la humanización de la estatua de la reina Hermione, el cuento infantil de Pinocho también es una recreación simplificada de este mito, que reside en la necesidad de humanizar las cosas, dotarlas de espíritu o recibir la gracias para hacer que las cosas inanimadas se asuman alma y razón.

No siempre la herencia griega ha decantado hacia la belleza y la armonía, también ha sido inspiración para alertar a los seres humanos de su incapacidad para darle forma a algo, para transferir vida a un objeto o a un ser desalmado. Es así como la novela de Mari Shelley Frankenstein o el moderno Prometeo describe cómo en el afán de inter ser Dios, un científico logra animar un cuerpo armado de trozos de cadáveres, presentando así como la modernidad devenida, paradigma de unicidad científica, juega en contra de los seres humanos atados a la racionalidad técnica y metodológica, plena de pensamiento muerto, de pensamiento cadavérico e inerte, “la llegada del cadáver demoníaco al cual le había dado vida” (Shelley, 2004). Justamente la advertencia de Mary Shelley es la posibilidad de no encontrar siempre la hermosura en la cosa humana, en la creación antropológica, pudiendo por el contrario generar repulsa e incluso horror y desesperanza.

No todos los humanos contamos con la dicha de un buen numen, que nos ofrezca la vivificación de nuestras obras para que vivamos felices y plenos de belleza, amor y virtudes, la veleidosa Afrodita se condolió del amor de Pigmalión hacia Galatea e hizo real su sueño, ofreciéndole la vida al mármol tallado: “Mereces la felicidad, una felicidad que tú mismo has plasmado. Aquí tienes a la reina que has buscado. Ámala y defiéndela del mal” (Metamorfosis, 2000). Lo lógico es amar y proteger lo que se crea, lo que se trabaja, cuidar la reputación, la trayectoria, las formas, las instituciones y cualquier creación antropológica que se pretenda crear. En el caso de Venezuela, nosotros creamos a un vengador, un caudillo de cara pintada, fabricado de nuestras falencias, extravíos, visceralidades, rencores y pulsiones regresivas. Ese vengador surgió de los atavismos comunes que subyacen en el inconsciente  colectivo, de la gansterilidad, eso que Lombroso denominaba el “atavismo delincuencial” (Lombroso, 2005), un verdadero adefesio en lo social que carcomió las bases de toda forma republicana, hasta llevarnos al primitivismo y la barbarie total, una sociedad de lobos en donde la rabia, la irascibilidad y la furia son locus normalizados por el colectivo. La impronta de Hugo Chávez, en nuestra historia, no es una leve nota al pie de página, es una fractura dolorosa en la moralidad, la ética, la virtud y la estética para el progreso, es la suma de todos los males, “un tumor en el cuerpo social de la nación”. (Croce, 1925)

El chavismo no es una ideología, menos una doctrina, pues se encuentra escindida de valores, de principios, únicamente los motivan oscuros intereses crematísticos, perpetuarse en el poder a los fines de lograr que el erario público se troque en botín personal. Desde luego que la necesidad de defender esos beneficios determinan que el poder no sea empleado con fines altruistas; por el contrario, desde el punto de vista conductual el “ser humano deja de ser un sujeto educado, con modales y se convierte en una fiera que puede atentar contra sus iguales” (Freud, 1990). Así mismo, la obra del chavismo no estaba basada en buena fe, en progresividad y menos en bienestar; por el contrario, su fin era deformar, amputar, lisiar y mutilar a la sociedad, al país y al ser humano, deconstruirlo en el ámbito léxico y en la gnosis, logrando la pobreza de la pobrezas, la pobreza de la lengua y la pobreza del espíritu, un sujeto anestesiado en el espíritu, incapaz de diferenciar vicios de virtudes, propenso al envilecimiento, de allí la victoria superlativa de esta antinomia.

Esta hórrida obra con vida nos hace imposible respirar, incompatible la existencia, inhabilita la cotidianidad, para presentarse enfrente de un hombre enfermo, un humus saucius, privado de hábitos modeladores aprendidos en un hogar socavado y expelido de un sistema educativo que produce una suma incalculable de daño antropológico, de rigidez y empobrecimiento léxico, que conducen indefectiblemente hacia la pobreza del alma, un espíritu vaciado, maculado, extraviado, incapaz de actuar enfrente a los atropellos, de exigir dignidad, pues sencillamente han sido sometidos a una inmensa suma de miedo y terror, basada en la represión sin consecuencias, la posibilidad de atropellar sin consecuencias prepara el terreno para la impunidad, esa es otra de las victorias de esta estética para la desesperanza, así nos exhibimos como un cuerpo social inerme, indefenso, frente a una implacable Galatea, que se retuerce en violencia y terror en contra de un frustrado Prometeo.

Los imperios al sentirse perdido acuden a la locura, tal es el caso de Calígula y Heliogábalo, en nuestro caso nacional el horror y la irascibilidad son una constante desde hace 26 años y desde aquel 4 de febrero de 1992, fecha en la cual una colectividad sin pulso democrático convalidaba, con la omisión el atropello al Estado de Derecho y al orden constitucional, así pues al bajar el chavismo de la peana en la cual fue tallado, con el cincel del odio, el rencor y el resentimiento, se primer gesto fue el de aplastar a su creador, suma de errores, de iniquidades, de odios, no podía producir nada distinto a este sentimiento colectivo de fracaso general, de diáspora, de desespero, en fin no hay élite en este ex país que se encuentre indemne de haber usado las formas del chavismo como locus de acción, se atropella, se veja , se humilla, sin elemental sentido de prudencia, otredad, nostredad y alteridad, para que esa obra tallada por nosotros mismos, deje de tener acción en nuestras vidas debemos reconocerla como falsa, engañosa e incompatible con la dimensión ontológica, pues instrumentaliza el odio como mecanismo de acción para resolver los problemas sociales.

Finalmente Pigmalión, somos un mismo escultor colectivo, quienes nos sentimos frustrados por el curso de esa obra aviesa llamada chavismo, lamentablemente pagamos también quienes advertimos la inviabilidad del chavismo desde su génesis, pero no es este el momento para asumir posturas de jueces frente a quienes se dejaron seducir por la Galatea del chavismo, que nos robó la libertad y convirtió en Ergástula nuestras vidas, como advertencia es menester indicar que sabiendo ya los propósitos de esta gansterilidad instalada en el poder, es cuando  menos censurable y bochornoso, cualquier acto de proxemia con el mal, no se puede esperar jamás nada provechoso de la malignidad y nadie puede justificar su complicidad bajo el manido argumento de la ingenuidad, quienes se aproximan a un régimen que viola los derechos humanos, desconoce el arbitrio de los Organismos Internacionales y se encuentra bajo  la lupa de la Corte Penal Internacional, no son ingenuos, menos persiguen intereses políticos son los cómplices de un éxodo bíblico, de los artífices de la destrucción y ruina nacional y de quienes emprenden arteros golpes contra el erario público, en un país de pobres ciudadanos, de secuestrados y cautivos, en donde hasta pensar es un delito.

Referencias

Croce, B. (01 de 05 de 1925). Manifiesto de los intelectuales antifascistas. Il Popolo.

Freud, S. (1990). Tótem y Tabú. Madrid: Ediciones digitalizadas.

Lombroso, C. (2005). Atlas Criminal. Valladolid: Maxtor.

Metamorfosis. (2000). Publio, Ovidio. Barcelona: Austral.

Shelley, M. (2004). www libros en red. Obtenido de www libros en red.


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