Poco a poco las fichas van cayendo en su sitio tanto a nivel nacional como internacional. En Venezuela se observan ya los trazos de lo que será la nueva “institucionalidad” inaugurada con motivo de la farsa electoral de diciembre que –por los momentos– parece estar imponiéndose pese a su espurio origen. En lo internacional (Estados Unidos y la Unión Europea) también han comenzado los reacomodos que –por lo que se ve– no son los que más convienen a la causa de la democracia venezolana. Canadá, Colombia y algunos más nos acompañan con fidelidad.

Las tempranas –y nada inesperadas– acciones de quienes ilegalmente se atribuyen la representación de la república y de sus ciudadanos ya las estamos presenciando de la mano de los “diputados” oficialistas que ocupan 90% de las curules y la comparsa de los alacranes que medran con el 10% restante de un cuerpo “dizque” legislativo  surgido de la impudicia.

Ya comenzaron los señalamientos a Guaidó y sus “cómplices” de la Asamblea de 2015, a quienes empiezan a perseguir por “usurpación de cargos” y bizarras acusaciones de haberse robado los activos de la república para su beneficio, lo cual engloba desde la apropiación de alguna computadora o resma de papel hasta la de embolsillarse los recursos monetarios de Pdvsa, Citgo, Monómeros o el oro en disputa ante las cortes de Londres.

Sintiéndose ya seguros los usurpadores han comenzado a jugar con la idea de elecciones regionales y ante tal lanzamiento aparecen bateadores dispuestos a intentar un swing aun a sabiendas de que el resultado será un sonoro “out” proclamado por un umpire chimbo de toda chimbiedad.

Mientras tanto el colectivo contempla todo aquello ya casi que resignado, con su sistema inmunológico/político incapaz de presentar resistencia. Fedecámaras –picada de culebra ya en 2002– cree con ilusorio pragmatismo que hay que conversar y a lo mejor tienen razón pero para las grandes mayorías parece que ya solo se trata de pasar la pandemia sin contagiarse y asegurar alguna fuente de sustento a como dé lugar. Paralelamente a la sombra de la pobreza que ya arropa  a cerca de 90% de nuestros conciudadanos se multiplican las camionetotas, los enchufados, los escoltas y los centros comerciales cuyo lujo rivaliza con sus equivalentes de Miami. Dictadores, cómplices, prescindentes y pobres amanecen y anochecen bajo un mismo cielo como si ello fuera lo normal.

En paralelo el panorama internacional da los primeros signos de resquebrajamiento aun cuando también hay muestras de apoyo que permiten abrigar la esperanza de apoyos continuados. El claro y contundente respaldo de la nueva administración norteamericana (Biden) parece importante. Ya el novel secretario de Estado (Blinken) y la vocera de la Casa Blanca (Psaki) han hecho saber que Estados Unidos consideran que Guaidó sigue siendo el presidente (E) de Venezuela. Ello no es poca cosa porque garantiza cierta protección y al mismo tiempo asegura –al menos temporalmente– la titularidad de los activos ubicados en territorio norteamericano que –en rigor de verdad– son los mayores y  casi los únicos que nos interesan en estos momentos.

Es posible que en algún momento la administración Biden resuelva promover o aceptar alguna clase de diálogo con quienes mantienen a Venezuela como rehén. Ello será cuando a los americanos les parezca apropiado. Cuando ello ocurra los términos se negociarán con mayor, menor o ninguna participación de una sociedad civil que se ha mantenido, mantiene y mantendrá pasiva, tanto más cuanto que es cada vez más amorfa y desunida. No podemos adelantar si ello será bueno o malo. Lo que sí podemos constatar ya como experiencia vivida es que el persistente gran esfuerzo comenzado por Obama y decididamente enfatizado  por Mr. Trump no logró el objetivo perseguido, los que atienden el teléfono en Miraflores siguen siendo los mismos. Lo que sí es seguro es que el pueblo llano en su conjunto es quien viene sufriendo las consecuencias de sanciones destinadas a los dirigentes. En los próximos días llegará al país una enviada de la Sra. Bachelet con la misión de estudiar y reportar a la alta comisionada acerca de cómo funcionan y quienes son las víctimas de esas sanciones. Nosotros lo sabemos de sobra y desde hace tiempo.

Los europeos, poderosos aliados vocales de nuestra democracia, ya están empezando a dar señales de cansancio y hasta directo salto de talanquera en la cuestión de reconocer a Guaidó como presidente (E) o apenas como “uno de los actores del reparto”. Mala cosa pero no inesperada toda vez que aun en medio del drama lo que ellos perciben es la división y las agendas personales. Ya varias naciones del viejo continente están reevaluando el tema pese al resultado favorable a Guaidó obtenido en la reciente votación del Europarlamento. Una cosa es el Parlamento de la Unión y otra las presiones que los grupos de izquierda extrema y otros ejercen en los espacios políticos nacionales.

En América ya República Dominicana nos abandonó, el Caribe insular se debate entre el agradecimiento por Petrocaribe y la solidaridad étnico/política con Guyana por el caso Esequibo. México, Argentina y Bolivia se perdieron, Ecuador está a punto, y pare usted de contar. Las únicas “opciones sobre la mesa” son verbales y a Juan Bimba le interesan menos que una bolsa CLAP. El “bravo pueblo” parece estar en receso. Ojalá que quien lo venga a despertar no sea otro Mesías o un Robespierre desaforado.


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