Todo parece indicar que se autocumplió con la profecía que circulaba en los medios científicos y de expertos en epidemiología con relación a la alta probabilidad de aparición de zoonosis, enfermedades infecciosas de origen animal que saltan a los humanos, adaptándose para ello a través de mutaciones, especialmente en el caso de los virus. No hay ningún cinismo pues, en llamar al coronavirus el bativirus, dado que uno de sus orígenes más probables es el murciélago.

Tampoco es nada inesperado que esto haya ocurrido en los mercados abiertos de la ciudad de Wuhan, en la provincia china  de Hubei. Pobremente regulados, los mercados de animales vivos, incluyendo murciélagos, mezclados con el tráfico ilegal de animales salvajes, y la congestión humana natural de los mercados, ofrecen una oportunidad única para que los virus se derramen desde sus especies anfitrionas originales hacia la población humana, tal como señaló en su momento la Wildlife Conservation Society en una declaración en la que apuntaba que en el caso del SARS y la nueva enfermedad llamada covid-19, los murciélagos fueron los anfitriones originales. El resto de la historia de la pandemia originada por el virus SARS-CoV-2 y la enfermedad asociada covid-19, que se confunden bajo el nombre colectivo de coronavirus, como se les conoce en los medios de comunicación y las redes sociales, se ha convertido en la historia, fabulada y real al mismo tiempo, de las conspiraciones.

De acuerdo con una de las teorías de las conspiraciones más extendidas en las redes sociales, los chinos sabían perfectamente la naturaleza de la infección que estaban liberando y toda la pandemia se trata en realidad de un plan maestro para socavar las economías del mundo y crearle una ventana de oportunidad única y gigantesca a los chinos para adquirir las empresas tecnológicas cuya base de conocimiento fue generada en Occidente. Pocas evidencias sólidas se ofrecen para esta conjetura que se conoce con el atractivo nombre de “jaque mate a Occidente”. 

La segunda línea de teoría de la conspiración, esta vez con documentación extensa, señala que el régimen comunista autoritario chino escondió las cifras originales sobre la gravedad del brote epidémico, retardando de manera intencional, o accidental, información vital para las autoridades sanitarias de Occidente.

En otra dirección, la responsabilidad parece centrarse en la lenta reacción de las OMS y las autoridades sanitarias de Occidente para lo que se veía aparentemente como un caso de crecimiento exponencial de la infección que iba a saturar las unidades de cuidado intensivo. Un influyente estudio de un equipo epidemiológico del Imperial College en Londres parece haber sido determinante en alertar a los gobiernos occidentales, especialmente Inglaterra y Estados Unidos, en cuanto a la gravedad de la situación (https://www.imperial.ac.uk/media/imperial-college/medicine/sph/ide/gida-fellowships/Imperial-College-COVID19-NPI-modelling-16-03-2020.pdf). Extraigo del artículo un párrafo especialmente revelador:

“Two fundamental strategies are possible: (a) mitigation, which focuses on slowing but not necessarily stopping epidemic spread –reducing peak healthcare demand while protecting those most at risk of severe disease from infection, and (b) suppression, which aims to reverse epidemic growth, reducing case numbers to low levels and maintaining that situation indefinitely. Each policy has major challenges. We find that that optimal mitigation policies (combining home isolation of suspect cases, home quarantine of those living in the same household as suspect cases, and social distancing of the elderly and others at most risk of severe disease) might reduce peak healthcare demand by 2/3 and deaths by half. However, the resulting mitigated epidemic would still likely result in hundreds of thousands of deaths and health systems (most notably intensive care units) being overwhelmed many times over. For countries able to achieve it, this leaves suppression as the preferred policy option.” 

Que en versión  de Google translator se lee así:

Son posibles dos estrategias fundamentales: (a) mitigación, que se enfoca en desacelerar pero no necesariamente detener la propagación de la epidemia: reducir la demanda máxima de atención médica al tiempo que protege a las personas con mayor riesgo de enfermedad grave de la infección, y (b) supresión, que tiene como objetivo revertir el crecimiento de la epidemia , reduciendo el número de casos a niveles bajos y manteniendo esa situación indefinidamente. Cada política tiene grandes desafíos. Encontramos que las políticas de mitigación óptimas (que combinan el aislamiento domiciliario de casos sospechosos, la cuarentena domiciliaria de quienes viven en el mismo hogar que los casos sospechosos y el distanciamiento social de los ancianos y otras personas con mayor riesgo de enfermedad grave) podrían reducir la demanda máxima de atención médica en 2/3 y muertes a la mitad. Sin embargo, la epidemia mitigada resultante probablemente resultaría en cientos de miles de muertes y sistemas de salud (especialmente las unidades de cuidados intensivos) que se verán abrumadas muchas veces. Para los países capaces de lograrlo, esto deja la supresión como la opción de política preferida

Así las cosas, parece una tarea sin esperanza en este momento decidirse por una de las teorías de conspiraciones en una situación muy compleja. No es mi intención resolver este dilema, pero no cabe duda de que hay una importante responsabilidad china en el manejo incorrecto de la fase inicial de la epidemia. Pero, independientemente de cómo se generó la pandemia, parece haberse impuesto un esquema de racionalidad científica en las recomendaciones y restricciones de viaje y movimiento y la imposición de cuarentenas en muchos países. En un maravilloso video, preparado por Our World in Data con la asesoría de un importante número de especialistas (https://mail.google.com/mail/u/0/#inbox/FMfcgxwHMPnfGQPFBVKQRgTJGQdnxLrN?projector=1) se adelanta el hermoso concepto de una vacuna social contra la pandemia, dado que no existe ningún tratamiento contra el coronavirus, y se invoca una conducta social responsable que se resume en:

  • No infectarse
  • No infectar a otros

La tragedia global de la pandemia ha llevado a diversos grupos religiosos y de protección del ambiente a literalmente considerarla como un mal necesario, del cual la humanidad emergerá mejor y más consciente de sus limitaciones. Me permito ser un poco cínico al respecto. Lo mismo se pensó de la humanidad después de la II Guerra Mundial. En realidad hemos evolucionado hacia un sociedad increíblemente narcisista. Muchos de los problemas más angustiantes del mundo están relacionados con la inequidad. Y nada de esto se va a corregir como resultado de la pandemia. Se requiere una labor muy intensa de educación ciudadana y pensar en rutas de crecimiento económico compatibles con la salud del planeta.

Capítulo especial en los intentos de aprovecharse de la pandemia para sus fines de control social le corresponde al régimen venezolano. Pero aquí se plantea un problema muy grave que no ha sido analizado adecuadamente. Muchas familias venezolanas viven del día a día. ¿Cómo es esto compatible con la cuarentena militarizada? ¿Cuánto se puede contener a un pueblo literalmente reprimido como esclavo del régimen y con un sistema de salud colapsado antes de la pandemia y absolutamente desbordado cuando se llegue al escenario italiano? Preguntas muy inquietantes que esperan la atención del gobierno encargado de Guaidó, dada la intención manifiesta del régimen madurista  de ignorar esta realidad dura de nuestro país.

 


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