Hace unos días leí lo siguiente en El País de España: “Unos 9,3 millones de personas en el país tienen algún problema crónico de salud y no tienen cómo atenderlo, por falta de recursos o medicamentos”. No es novedad, no descubría el agua tibia. Lo leí y releí un par de veces por ser un medio internacional el que reseñaba dicha información. Seguí escudriñando en el artículo y me erizaba, porque, aunque es una realidad que conocemos de primera mano, no deja de sorprender cuánto hemos soportado los venezolanos ante la mirada irresponsable del inquilino de Miraflores y su séquito de delincuentes, aupados de una u otra forma por un sector de nuestra seudo oposición.

Continué leyendo: “Nueve de cada diez venezolanos solo puede acudir a la red de ambulatorios u hospitales públicos del colapsado sistema de salud del país, que ha perdido 70% de su capacidad de respuesta desde 2016. 58% de los ciudadanos tampoco tienen recursos para “gastos de bolsillo”, es decir, los pagos adjuntos a servicios clínicos, que en teoría deberían estar cubiertos por el Estado. Son algunos de los datos que maneja el Programa de Respuesta Humanitaria que coordina Acción Solidaria (ONG)”. Hice una pausa y tragué grueso.

Hace un año estuve en parís, en La Maison de l´Amerique Latine, dando una conferencia junto con Médicos Unidos de Venezuela, capítulo Francia, la cual llevaba por título, La Crise Sanitaire au Vénézuela : Du Réel à l’Imaginaire (La Crisis Sanitaria de Venezuela: De lo Real a lo Imaginario). Ahí tuve la oportunidad de describir este mismo escenario apocalíptico al público francés, desde la perspectiva de mis caricaturas. Los rostros de los asistentes, quienes vieron ponencias que mostraban que no solamente eran dibujos sino realidades y datos estadísticos como los que muestra el artículo del diario El País, quedaron perplejos. Detrás de aquellas cifras, de aquellos números, de aquellos dibujos habían historias reales, rostros de personas que habían padecido un drama que sobrepasa cualquier promesa electoral, que sobrepasa cualquier argumento que se pueda esgrimir al respecto y que va más allá de aspiraciones políticas o la ambición ciega de un régimen abyecto al que no le importa para nada la suerte de esas vidas, de esas familias afectadas por una realidad innegable: todos somos propensos a enfermar, a sufrir un accidente y necesitar atención médica urgente que va más allá de una caja de acetaminofén y la cual no espera elecciones ni promesas de cambio.

¿Quién se detiene a pensar esto? Obvio que aquellas personas, familiares y amigos de algún paciente en situación de emergencia de salud, pero, ¿Y los políticos? Estamos claros que de este régimen no se espera absolutamente nada positivo, lo he repetido hasta el cansancio, pero, ¿De la oposición? Aterra sentirse tan desprotegido en un país literalmente a la buena a de Dios, como solemos decir coloquialmente. ¿Debemos depender Semper et in aeternum de las dádivas de personas que no conocemos por medio de una recolecta, campañas de GoFundMe y potazos? O ¿simplemente asumimos que debemos agonizar porque estamos en revolución? Me resisto a aceptar. ¿Hasta cuándo el pueblo venezolano debe soportar semejante humillación y casi condena a muerte ante un problema de nuestra salud? ¿Hasta cuándo el gobierno y oposición no hacen nada y se llenan la boca en sus eternas peroratas sin sentido y sin hechos concretos?

Vivimos en un país en el que, además, según datos de la ONG Convite, que hace seguimiento a la disponibilidad y acceso a estos fármacos en Caracas y 18 de los 23 estados del país, la escasez de medicamentos para tratar 6 morbilidades de alta incidencia en Venezuela cerró en marzo en 27,9%. Además, agreguemos 5 años sin trasplantes en el país, el limitado acceso a tratamientos para el cáncer en el sistema de salud pública, por solamente nombrar algunas calamidades que debemos soportar. ¡Una barbaridad!

¿Seguimos esperando? ¿Cuántas personas deben sufrir y morir esperando un cambio político, económico y social en el país? Tenemos años esperando respuestas, asistiendo a las urnas, a las calles, a cualquier espacio al que nos han llamado y aún algunos son tan cara e’ tabla que culpan a la abstención y no a un régimen autócrata y una oposición cuyos fracasos e irresponsabilidades son causantes de toda esta crisis.

Elecciones parlamentarias 2015, Referéndum revocatorio 2016, protestas 2017, Elecciones regionales 2017, Elecciones presidenciales 2018, Consulta nacional 2020, Elecciones regionales 2021 y seguimos esperando, ahora, unas absurdas primarias y unas poco alentadoras elecciones el próximo año.

Las enfermedades no esperan elecciones, señores políticos.

Tw e IG @fmpinilla


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