Rafael Caldera, Jóvito Villalba y Rómulo Betancourt firmaron el Pacto de Puntofijo

Toda taxonomía, por lo menos en asuntos humanos, tiene inevitablemente un sesgo, sea por las convenciones prevalecientes en el tema, sea  por los aspectos que el autor desea privilegiar. Intentaré desde mi particular punto de vista y a grandes rasgos, bosquejar las élites prevalecientes en nuestro siglo XX. El pasado siglo está muy cerca, con lo cual las naturales pasiones humanas penetran las interpretaciones, por lo cual evitaré resaltar nombres, salvo los que inevitablemente identifican un período histórico en particular.

Para comenzar, detengámonos en  la élite de los andinos en el poder (Castro y Gómez). Hombres provenientes de tierras sin mayor protagonismo en el siglo XIX, cambiaron con sus acciones y decisiones la historia del país. Su huella es decisiva en la integración nacional y en sentar las bases dela construcción de nuestro Estado. Su máximo representante, Gómez, ha sido definido como un tirano liberal. Los intelectuales que contribuyeron a su fortalecimiento, fueron, por lo menos sus personalidades más destacadas, áulicos obsecuentes que justificaron por razones diversas la tiranía gomecista, adaptándose a las prebendas y beneficios que en lo personal el régimen les ofrecía. Seríamos injustos , sin embargo, si no hicieramos mención a sectores de esa élite, que no se sometieron a las comodidades del caso; lucharon, sufrieron cárcel y exilio, y dejaron algunos de ellos un legado testimonial, que forma parte de las páginas más auténticas y valientes escritas en el país.

La transición de López Contreras y Medina nos ofrece una transformación interesante en el tema de las élites políticas. Venezuela  no acogió las ideas de la élite que habían sido subyugadas por el gomecismo, y se abrió, primero de forma tímida, y después con claridad, a nuevas élites, a nuevas ideas, a nuevas visiones de la realidad nacional. Con esa nueva élite se fortalece un proyecto nacional que tiene su más clara  expresión  en el Programa de Febrero de 1936. Es en ello que a mi entender cobra su sentido la frase de Picón Salas referente a identificar el nacimiento del siglo XX venezolano con esa fecha histórica.  Vale aquí un paréntesis para destacar algo que no se subraya con la atención que merece, y es que un sector relevante de la generación del 28 se incorpora a la élite ductora del país, justamente por algunos llamada “el ala luminosa del PDV”, el partido creado por los partidarios del presidente Medina para apoyar su gestión.

La llamada Revolución de Octubre del año 1945 se puede calificar como un parteaguas, por lo menos en lo que se refiere a la idea de democracia, pues de ahora en adelante democracia significará sin discusión la participación como protagonista del pueblo a través del voto, sin distingos de ninguna naturaleza en la designación de sus gobernantes, tanto como en la formación de partidos, gremios y sindicatos. El partido político pasa a ser el centro de la formación y promoción con pretensiones exclusivistas de las élites políticas, situación que se mantendrá hasta los años finales del siglo que aquí comentamos.

La dictadura de Pérez Jiménez reviste ser una desgraciada regresión en el camino democratizador de las élites  políticas partidistas. Se persigue a los partidos y sus dirigentes y militantes, se violan los más elementales derechos humanos, de forma grosera en lo que a los derechos políticos se refiere, y revive el militarismo bajo un ropaje de progresismo tecnocrático representado en la propuesta del “nuevo ideal nacional”. Una de sus características será la subordinación de los sectores civiles a la conducción del llamado estamento militar, y la desgraciada presencia de un resabio de nuestra cultura política que aupa la conducción militar de los asuntos del Estado.

La experiencia democrática que se abre con el 23 de enero de 1958 y el regreso de la civilidad al poder, la llamada con razón República Civil, representada en los partidos democráticos y sus élites modernizadoras, que concertan un pacto político de gobernabilidad en el tantas veces justamente reconocido como modelo de entendimiento político, económico y social, que no es otro que el Pacto de Puntofijo, significará la época de mayor desarrollo e institucionalización en la historia moderna de Venezuela, guiada por una élite ilustrada consciente de los alcances, obstáculos y desafíos que conlleva la progresiva construcción de la nación.

Para un segundo artículo, continuación del que concluyo, me toca analizar las motivaciones de la llamada decadencia del espíritu democrático que se inició el año 1958, así como los factores que han contribuido a la decadencia de las élites políticas, incluidos los partidos, la impronta del peculiar régimen dictatorial que nos rige y las oportunidades que se presentan a una nueva élite política, sus impulsos, propuestas y debilidades.


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