El mundo entero está buscando un tratamiento, medicamento o vacuna contra el coronavirus.  Los investigadores, al completarse las fases de investigación requeridas para cada propuesta terapéutica, deben apoyarse en la  publicación de la investigación con datos que deben estar a la disposición de la comunidad científica, de manera que puedan ser analizados y validados adecuadamente. La ciencia se basa en la evidencia y esta evidencia tiene que estar disponible para cualquier persona entrenada en cada área de investigación.

En la comunidad académica moderna las terapias efectivas tienen que soportar la evaluación de las diferentes etapas del método científico a través de una metodología que ha caracterizado históricamente a la ciencia, indispensable para obtener nuevos conocimientos.

Cualquier estudio en Rusia, Brasil o Australia o en otro país tiene que cumplir con los requisitos universales para los investigadores, los cuales  deben ser similares en todos los países. Todo lo que está por fuera de esta dinámica de las universidades e institutos de investigación tiene otra orientación, no precisamente dentro de los objetivos de la ciencia.

Los ensayos clínicos adecuados y bien controlados determinarán en última instancia las modalidades de tratamiento apropiadas para COVID-19 e identificarán las etapas de la infección en las que estos tratamientos son efectivos, con qué vías de administración y con qué regímenes de dosificación.

Esta semana, la ministra del Poder Popular para la Ciencia, Tecnología e Innovación confirmó que investigadores del IVIC habían encontrado una “molécula”, denominada DR-10, que elimina completamente el coronavirus. Según notas de prensa,  se trata de un compuesto natural que inhibe la replicación del virus en células cultivadas en el  laboratorio y tiene en su composición al ácido ursólico (AU), el cual se encuentra en varias frutas (cascaras de manzana), verduras, hojas de varias plantas (romero, lavanda y  tomillo) y en algunas hierbas chinas.

Investigadores de otros países han atribuido y publicado los efectos beneficiosos del AU como suplemento alimenticio, que incluyen efectos antiinflamatorios, antioxidantes y anticancerígenos. Con estos datos preliminares, lo han propuesto como medicina alternativa para el tratamiento y la prevención del cáncer, la obesidad/diabetes, las enfermedades cardiovasculares y cerebrales, las hepatitis y la atrofia muscular (sarcopenia).

Las pruebas iniciales para evaluar las futuras terapias antivirales son llamadas pruebas in-vitro porque no involucran seres vivos ya sean animales o humanos. En el caso del DR-10 no hay  data pública divulgada en forma abierta acerca de las evaluaciones in-vitro o  realizadas en seres vivos, para su análisis respectivo. Quedamos a la espera, que se publique la experiencia para que el resto de los investigadores similares la compartan y  la analicen.

Muchas drogas valiosas de hoy en día se originaron mediante el estudio de los remedios caseros de la cultura popular, como es el caso del antimalárico artemisinina. La búsqueda científica de principios farmacológicamente únicos de los remedios existentes continúa y buscan complementar los logros de la medicina moderna.

Una cura de la enfermedad que se identificara rápidamente podría ser un medicamento terapéutico ya conocido que sea reutilizado para contribuir a resolver la situación pandémica. Se está aplicando la tecnología de inteligencia artificial (IA) para identificar los medicamentos comercializados o no, con potencial para tratar la COVID-19. La lista de drogas potenciales es larga y están actualmente siendo investigadas en los principales laboratorios del mundo.

Los avances científicos usualmente no se presentan en ruedas de prensa o anunciados por figuras políticas, sino después de haber aparecido en publicaciones revisadas por pares confiables. Pero esta pandemia ha cambiado muchas cosas y en países de primer como de tercer mundo cada vez es más frecuente esta modalidad de usufructo político, no solo en tratamientos sino en las vacunas contra el coronavirus.

Los portavoces públicos no deberían crear expectativa de éxito anticipado sobre una posible cura para el COVID-19. En algunas personas esto puede generar una falsa impresión de seguridad que se puede traducir en comportamientos que aumenten el riesgo de ser infectadas y de contagiar a otros con COVID-19, como las medidas de cuarentena, uso de mascarillas y distanciamiento social, las únicas medidas no farmacológicas que pueden evitar la expansión de la pandemia.

@santiagobacci


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